El largo insomnio que le produjo el Nobel a Gabo

El largo insomnio que le produjo el Nobel a Gabo
Crédito: Colprensa / EL NUEVO DÍA
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En 1982, un año convulsionado y que se convirtió en antesala de una difícil década para el país, se produjo la noticia más importante para la literatura colombiana: Gabriel García Márquez ganaba el Premio Nobel de Literatura.
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En la madrugada del 21 de octubre de 1982 el teléfono de la casa de Gabriel García Márquez en Ciudad de México no paraba de sonar. El escritor colombiano pensó en no contestar, pero creyó que podría ser algo familiar urgente o una noticia desde su país natal.

Como pudo, se levantó y casi dormido contestó el llamado. Al otro lado de la línea una voz le comunicaba ‘ganó el Premio Nobel de Literatura’.

La primera reacción del escritor caribeño, antes de la euforia y la alegría, fue vestirse en tiempo récord y salir corriendo a despertar a su colega y amigo colombiano, Álvaro Mutis, quien vivía a unas calles.

A sus 55 años de edad, en ese entonces, no recordaba un día en que haya corrido tanto, sólo pensaba en llegar, poder entrar y quedarse a solas en la sala de la casa de la familia Mutis, para reflexionar sobre el alcance de la buena nueva.

- Hermano, ... vengo a que me esconda. Dijo Gabo.

- ¿Por qué? ¿Peleaste de nuevo con Mercedes? (su esposa). Afirmó Álvaro Mutis.

- No, peor, me gané el Premio Nobel.

Fue la conversación que Gabriel García Márquez dijo tener tras recibir semejante noticia que le quitó el sueño en esa madrugada y los siguientes días.

Sólo ellos dos saben si la historia fue verídica o cuenta con una gran dosis de la inventiva del hijo de Aracataca, Magdalena, quien ha tenido la costumbre de novelar cada uno de los acontecimientos de su vida.

Era un típico amanecer nublado de aquel jueves en la gran ciudad mexicana. Mercedes supo de la noticia al ver a su esposo vestirse de manera agitada y salir corriendo cuando la oscuridad aún dominaba en Pedregal de San Ángel, el barrio en el que vivía la familia desde una década atrás.

Existe otra versión. Gabo se disponía a salir a correr cuando sonó el teléfono y recibió la noticia. Algo aturdido la compartió con su esposa y minutos más tarde, la calle al frente de la casa estaba repleta de periodistas mexicanos.

Relatándolo con maestría, Gabo aseguraba que viendo el advenimiento del amanecer en casa de Mutis, lo pensó mejor y empezó a dudar de la noticia. ‘¿Habrá sido una jugarreta de la mente entre el sueño y la conciencia?’. ‘¿Realmente gané el Nobel a mis 55 años de edad?’ o “¿Una pesada broma de alguno de sus entrañables amigos?”. En realidad no se creía merecedor de este galardón.

“Pensaba que sería un candidato eterno, pues hace cuatro años que me despiertan con la misma noticia”, declaró ese día Gabriel García Márquez al periodista Juan Gossain, quien con la dosis de fortuna que necesita un reportero, al no lograr que le contestaran la llamada en la casa de Gabo, llamó a Álvaro Mutis para obtener una reacción del colega y amigo del escritor, pero para su suerte, no sólo le contestó García Márquez, sino que le reconoció la voz y pudo obtener la anhelada reacción.

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Un día de fiesta nacional

 

El 21 de octubre cayó un jueves y los colombianos se despertaron con la noticia. No importaba nada más, había que hablar de Gabriel García Márquez, se conociera o no su literatura.

No fue sólo en Colombia, toda América Latina, en especial México, lo asumió como propio, pues se consideró que había sido un homenaje al llamado ‘Boom Latinoamericano’, a sus historias mágicas que habían seducido al mundo de diversas lenguas.

No era para menos tanta euforia, La Academia de Letras de Suecia no había vuelto a escoger a nadie de América Latina después de Gabriela Mistral (1945), Miguel Ángel Asturias (1967) y Pablo Neruda (1971).

“Fue la exaltación a la generación que siguió con el camino creado por Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier y Juan Rulfo, con la influencia de la literatura norteamericana y europea, la que ganó el Nobel en 1982”, afirmó en su momento el crítico Eduardo Pessoa.

Fue, no era para menos, el tema central de los noticieros radiales de la época, que buscaban afanosamente la reacción en la propia voz del escritor colombiano, y que no la lograron conseguir fácilmente.

No fue una noticia de un día, trascendió en el tiempo y desde hace 40 años sigue vigente como uno de los momentos más importantes de la historia de la cultura colombiana.

Los titulares exaltaban la distinción universal que de por vida marcó la humanidad del maestro Gabo, el ‘hijo del telegrafista de Aracataca’, Gabriel José de la Concordia García Márquez, el mayor de once hermanos.

Los ganadores anteriores, excepto Pablo Neruda, habían pasado casi desapercibidos. Era una noticia que se quedaba dentro del circuito literario, en la academia. Lo que ocurrió con Gabo, ese 21 de octubre, fue distinto, era una celebración similar a las de ganar un título deportivo, que se comentaba en las calles, en los mercados, en los parques, hasta en los lupanares. En muchas ciudades del país, los motociclistas y taxistas hacían sonar sus pitos, como la manera de rendir homenaje al escritor colombiano.

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Prestigio mundial

 

Dentro de la baraja de candidatos estaban tres escritores de lengua inglesa, como Grahan Greene, Doris Lessing y Nadine Gordimer. Además de los franceses Simone de Beavoir, Claude Simon, René Char y Henry Michaux; junto al turco Yasar Kemal.

De ellos, Claude Simon lo obtuvo en 1985, Nadine Gordimer (1991) y Doris Lessing (2007).

En ese entonces, el premio era de un millón 150 mil coronas suecas (200 mil dólares aproximadamente), que Gabo recibió el 9 de diciembre del mismo año.

Pero más allá del dinero, el prestigio mundial es el mayor galardón en estos premios creados por Alfred Nobel, quien determinó que debían ser otorgados ‘al más digno’, según la decisión final que cada año hace la Academia de las letras sueca.

A partir de ese 21 de octubre y hasta diciembre, día en que el rey Gustavo de Suecia le entregó oficialmente el premio, Gabo aseguró que no pudo conciliar bien el sueño, convirtiendo en leyenda literaria la historia del día en que supo que se había ganado el Nobel, del cual admitía estaba cansado de que se lo recordaran.

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Credito
COLPRENSA

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