El ‘abrebocas’ que estimula la paz

Crédito: Suministradas / El Nuevo Día
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El arte y la cultura son elementos cruciales para alejar los fantasmas de la violencia que por más de 50 años rondaron por los territorios.
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Con el arte que desde pequeño corre por sus venas y refleja en las obras que elabora, Simón Manrique González, es considerado ‘el escultor del conflicto’. 

Este neivano, hijo adoptivo del Tolima (vive en Alpujarra) enamorado de la tradición del departamento, desde su profesión se ha dedicado a esculpir la cultura, pues aludiendo al arte costumbrista, destaca las usanzas de la región, en obras de más de 10 metros. 

Por ejemplo, a base de poliéster y resina ha compartido su pasión con los habitantes de Villahermosa, Chaparral y San Antonio donde un grano de café, una vaca, la figura de un campesino, de un pescador entre otras, representan la economía y las cotidianidades de cada uno de esos territorios. 

En medio de ese trabajo, y debido a sus raíces campesinas que forjaron su sentido de pertenencia, es consciente de la violencia que se vivía en las distintas comarcas y por la cual estuvo directamente afectado, ya que en una oportunidad junto a su familia debieron abandonar sus tierras para proteger sus vidas y evitar que los menores fueran reclutados.

ESCULTURA

Vocero de la paz

Cuando en Colombia se volvió a hablar de paz, este artista, decidió sumergirse en las distintas dinámicas para construirla desde el arte. Manrique intervino San Vicente del Caguán (Caquetá) y Algeciras (Huila) con la elaboración de un monumento en cada sitio alusivo a la vida, la paz, la reconciliación y no repetición del conflicto.

En San Vicente del Caguán donde hizo la primera obra, plasmó una mujer sosteniendo un niño, haciendo referencia a: “Ella es la dadora de la vida, apoya a su compañero en su proceso de proyección hacia el futuro”, comentó el escultor, quien después llegó a la despensa agrícola y ganadera del Huila, Algeciras, con la misma finalidad que la cumplida en el Caquetá. 

La Comisión de la Verdad y la Unión Europea, en el desarrollo de los distintos procesos para el esclarecimiento de la verdad, recorrieron varios territorios logrando conocer las obras y con miras a trabajar en el Tolima por la no repetición de la guerra, pactaron con él una nueva escultura.

A diferencia de las otras piezas que Manrique había elaborado esta debía ser en acero para que contra ‘viento y marea’ perdure; el proceso investigativo para representar esa nueva Gaitania (Planadas) implicaba hablar con los diferentes actores del conflicto (excombatientes, campesinos, indígenas y militares).

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Los fantasmas de la violencia  

 

Según lo relatado por el artista en varias oportunidades debió reunirse con los implicados en el proyecto para elaborar una estructura con la que todos se sintieran identificados, pero no fue fácil, pues, todos querían algo diferente, y “aún estaba presente el dolor”.  

“Un señor quería que fuera una escena que vivió: “a mí me llevaron y me amarraron por tres días a un palo y como la gente no tiene memoria quiero que sea representado a través de monumento”. También escuché relatos más fuertes especialmente con los niños de las veredas los cuales intentaban ser cobijados por las profesoras”, sostuvo Manrique. 

Agregó, “en una de las tantas conversaciones recuerdo que me puse hablar con unos militares quienes querían que se representara su lucha por la patria y uno dijo: “como es de injusta la vida, a nosotros nos lavaban el cerebro para entrar a campo de guerra, y ahora que no lo estamos nos toca cuidarlos”. 

Igualmente comentó que los excombatientes tenían una barrera, “eran fríos, de pocas palabras, se les veía en el rostro amargura, desconfianza, pero se logró un acercamiento” y durante las conversaciones supo que estos no querían ser estigmatizados. 

En medio del choque de ideas, testimonios y la primera propuesta rechazada, el artista comprendió que en su obra no era relevante la fisonomía, sino que debía primar la armonía, reflejar reconciliación y no dolor, para que todo el que tenga la oportunidad de ver el monumento sepa que los testimonios que recogió la Comisión de la Verdad no se deben repetir. 

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Legado a la convivencia y no repetición 

 

Con lápiz y papel Manrique materializó la idea que finalmente logró representar en 12 metros de altura a través de siluetas que le posibilitaron reflejar el diálogo social, el reconocimiento a los acuerdos por la paz y un homenaje a las víctimas del conflicto armado.

En la cúspide hay un bebé que está siendo sostenido por una mujer, aludiendo a la vida, el renacer y el futuro, quienes más abajo son apoyados por diferentes actores sociales, que sin importar su rostro están unidos con un solo fin. Y la base que los sostiene a todos es la biodiversidad, la riqueza de las tierras de Gaitania.

Está expresión artística fue un ‘abrebocas’ a lo que es esa nueva Gaitania, donde los días álgidos de la violencia y el conflicto quedaron atrás para vivir en tranquilidad, además, el monumento le abrió las puertas al turismo lo que potencializa la no estigmatización sobre el territorio.

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REDACCIÓN FACETAS

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