‘Hijos del viento’: el dolor de las madres de los ‘falsos positivos’

Colprensa / EL NUEVO DÍA
Crédito: Colprensa / EL NUEVO DÍAJaime Stiven Valencia, de 16 años; Óscar Alexander Morales, de 26 años; Weimar Armando Castro Méndez y Edward Benjamín Rincón Méndez, ambos de 19 años, son algunos de los tantos jóvenes presentados como ‘falsos positivos’.
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Frente al silencio, la mentira y la impunidad del Estado, tres madres exigen verdad y justicia, apoyadas por un suboficial que, a riesgo de su vida, denuncia ante las cámaras los abusos y crímenes de los que fue testigo.
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Hijos del viento, es un largometraje dirigido por el cineasta colombiano Felipe Monroy, donde la verdad  es un ‘arma de combate’ necesaria para avanzar en el país en medio del dolor que deja la violencia.

Durante 108 minutos, tres madres son las voces de sus hijos muertos, que hacen parte de la larga lista de jóvenes provenientes de zonas vulnerables, que entre 2002 y 2010 fueron secuestrados, torturados y asesinados por el Ejército Nacional, que los presentó como supuestos guerrilleros muertos en combate, y que popularmente se conoce como ‘falsos positivos’.

Además, aparece otra voz poderosa, como la de Carlos Mora, el suboficial del ejército colombiano que por años ha denunciado las ejecuciones extrajudiciales cometidas por este mismo ejército.

Mediante una entrevista, Monroy como director relató las experiencias y retos que afrontaron para hacer realidad el audiovisual que desde mediados de noviembre se estrenó en las salas de cine del país. 

 

¿Cómo llegó a esas cuatro historias en todo este universo de ‘falsos positivos’?

Cuando en 2008 se destapó esto de los falsos positivos, de manera brutal e internacional por Naciones Unidas, yo ya me había venido a Suiza con el sueño de estudiar cine, así que no tuve muy claro cuál había sido la repercusión en Colombia. 

Realmente llegué a la temática por ‘Hasta la última piedra’, la película de Juan José Lozano, quien hizo una película en San José de Apartadó, que cuenta en uno de sus apartes cómo los miembros de una brigada masacra una familia y a un bebé de 18 meses, que es abierto con un cuchillo por el vientre, pero que en una lista su nombre quedó reseñado como un alto mando cabecilla de la guerrilla.

 

¿Cómo percibía usted al país cuando se fue a Suiza?

Me fui de Colombia con la idea de que era un país de mierda, de corrupción, de pobreza, donde gente como yo, que soy hijo de una mujer indígena de la tribu Inga del Putumayo y mi papá, un consumidor que vivió 40 años en las calles del cartucho, nunca podría cumplir un sueño como el de estudiar cine. 

Me vine como ilegal y así permanecí muchos años y aunque venía con mucha rabia y frustración por otras cosas, no conocía el conflicto armado de esa manera, así que cuando se me reveló decidí utilizar lo único que sabía hacer, las películas, para llegar a esas historias.

 

¿Cómo se da este acercamiento con las madres?

Diez años después de estar en Suiza con mi carrera como cineasta confirmada en Europa, pude tener el financiamiento y tocar puertas en este continente, porque en Colombia nunca nadie quiso apoyar esta iniciativa. 

Con mi equipo, llegamos a Bogotá luego de haber estudiado los casos más emblemáticos y de hacer una investigación periodística. 

Contactamos directamente a María, quien estaba adelantando un proceso de asilo político por amenazas a su vida y a través de ella llegamos a Mafapo en el Centro de Memoria Histórica. 

Les explicamos el proyecto y preguntamos quiénes querían participar, pero estaban golpeadas porque sus vivencias han sido muy manoseadas por estudiantes para hacer sus tesis y por políticos para hacer campaña. Incluso hubo un artista que ganó un importante premio en dólares por un trabajo fotográfico con ellas y nunca les reconoció ni para un pasaje en Transmilenio.

Doris y Beatriz fueron las únicas que en ese momento se abrieron a la oportunidad de hacer este documental, de acompañarlo, de testificar en el documental y así comenzamos el proceso de trabajar con ellas durante estos últimos cuatro años.

 

¿El Suboficial Mora cómo llega a la película?

La idea inicial con la película era hacer un encuentro entre las madres de los falsos positivos y las madres de los soldados rasos acusados de estos crímenes y que afrontaban ese proceso judicial.

Tanto los unos como los otros venían del mismo nicho social y habían sido reclutados por el ejército. No pude contactarme ni con los soldados ni con sus abogados, pero sí con una brigada que se había negado a asesinar a una niña de 15 años en el Atlántico, así que todos fueron destituidos por no cumplir la orden de su coronel.

En esa investigación de la parte militar, llegué al testimonio de Carlos Mora, de quien seguido salió un reportaje en Los Informantes del Canal Caracol dando su testimonio. A través de la productora del programa lo contacté y aceptó participar. Empezamos a hablar por Zoom, pues yo estaba en Suiza y él en misión en Estados Unidos.

 

La narración de la película deja un sentimiento de impotencia enorme, pero también es cierto que es un documento histórico contado en primera persona…

Sí, al comienzo teníamos nuestras reservas sobre la manera en que se iba a contar la película, porque en este proceso de reivindicación, las madres habían sido acompañadas por académicos, antropólogos, sicólogos y trabajadores de muchas asociaciones, que les habían ayudado a construir un discurso que repetían en todas las entrevistas.  

Desde la óptica del cine documental de autor quería ‘deconstruir’ esa narración y hacerla mucho más personal e íntima, de ahí más de 500 horas de grabación, más de 2 años de acompañarlas para, desde su propia intimidad, poder realmente encarnar su dolor. 

Es tal la verdad que emana del sentimiento y de las palabras de estas mujeres, que tendrías que ser una persona muy desalmada para poner en tela de juicio su dolor o la realidad de lo que pasó con sus hijos.

También me parecía que, al ser la última película de la trilogía sobre Colombia, el conflicto armado y las víctimas, debía ser una película que nos confrontara a una realidad macabra, brutal… la nuestra, la colombiana.

 

Los caídos 

 

Suministrada / El Nuevo Día

El hilo conductor de la película, parece ser los últimos pasos de sus hijos…

Después de trabajar con víctimas por más de diez años del conflicto armado, he llegado a una sola conclusión y es la reparación de la verdad, porque sin esta no se puede comenzar el proceso de duelo y eso es lo que ha faltado. Ellas necesitan reconstruir para comprender por qué y cómo pasó, conocer la verdad es lo más imperativo para ellas.

Hay algunas cosas que no quedaron en la película pero que recuerdo mucho, frases que me marcaron como: “Yo no quiero saber si los meten a la cárcel o los dejan libres pero que me digan dónde está mi hijo y que fue lo que pasó… ya no me importa la justicia, quiero la verdad”. Por eso la película se hace desde la reconstrucción de los últimos pasos de sus hijos.

 

¿De alguna manera han sido intimidados, tal como ocurre con el Suboficial Mora y las mismas madres?

Durante el rodaje del documental tuvimos bastantes problemas. Nuestros teléfonos estaban chuzados y la amenaza que nos llegó fue a través de Carlos Mora. 

Un día de grabación en su apartamento le llegó una carta con una bala, y donde le dicen “siga hablando con sus amigos del exterior y le vamos a meter una de estas en la cabeza”, se referían a nosotros a los suizos. 

En ese momento se alumbraron muchas alarmas, así que hicimos una reunión de seguridad con una ONG, en las que nos hicieron recomendaciones básicas como cambiar de teléfonos y otras más fuertes como enviar el material de la película a través de la valija diplomática Suiza, cosa que se hizo.

 

Dato

En el informe entregado por la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, en 2021, sobre asesinatos de civiles presentados ilegítimamente como bajas en combate, en el Tolima se documentó que entre el 2000 y el 2015 se habían registrado aproximadamente 86 víctimas faltando casos por documentar y por el que la región ocupa el sexto lugar con más ‘falsos positivos’.

 

Credito
COLPRENSA

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