¿Por qué una renta básica de emergencia?

Es muy sencillo. Con el confinamiento, el 60% de la población trabajadora informal y quienes dependían de micros y pequeñas empresas, no tendría cómo sobrevivir. Entonces no hay otro remedio que el Estado entregue transferencias monetarias no reembolsables a estas familias para que tengan con qué comer, puedan pagar un arriendo y cubran servicios públicos. Son $877.000 mensuales a nueve millones de hogares por tres meses que vale el 2.4% del Producto Interno Bruto. Si en la pasada reforma tributaria le entregaron beneficios por $9.4 billones a los sectores de más altos ingresos, cómo no le va a entregar $24 billones a los pobres para que no tengan hambre.

¿Cuáles son las fuentes de financiación para ese programa?

Encontramos muchas fuentes para resolver el problema de liquidez. En el Presupuesto General de la Nación encontramos unos rubros entre $7 y $8 billones que no se han tocado. Vemos que a los $54 billones del servicio de la deuda se le pueden sacar $10 billones que serían reemplazados con créditos frescos. También podemos postergar algunas inversiones y gastos hasta el año entrante. Y el Banco de República está autorizado por la Constitución a hacerle créditos de emisión de moneda al Gobierno en casos de extrema urgencia. El Ministro de Hacienda (Alberto Carrasquilla), dijo que le parecía interesante el programa y lo iba a estudiar, pero de pronto dijo que no es posible.

¿No sería este el momento para que el Congreso recupere la iniciativa del gasto público que perdió en el siglo pasado?

Claro. A lo largo de las últimas décadas, el Congreso fue poco a poco hipotecando su independencia y soberanía a cambio de lo que se llama como ‘mermelada’. El Gobierno constituye unas mayorías con burocracia. Esas mayorías le quitaron al Congreso su independencia y su carácter. Ellas obstruyeron el trámite del proyecto en la Comisión Tercera. Unas personas que no obedecen el mandato del pueblo que los eligió sino a un Gobierno que le da unos puestos.

Deberíamos asumir poderes plenamente para modificar unos decretos, porque al Gobierno le quedó grande manejar esta crisis. Destinó $29 billones para la pandemia que equivale a 2.9% del PIB. Eso es una mezquindad. Pero lo peor es que solo han ejecutado $5 billones y el resto está en bancos. La directora del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, le dijo a los gobernantes: gasten, no dejen morir a la gente ni a las economías. Pero este Gobierno está paralizado.

Con tantos anuncios sin cumplir, los ciudadanos están perdiendo más confianza en sus instituciones. ¿También lo ve así?

Comparto plenamente esa observación. En una plenaria, le dije a los senadores que tienen que dar cuenta de que la consecuencia que va a tener este abandono del Estado es que la población le va a perder la lealtad y el aprecio a las instituciones. Vamos a salir de aquí con un país incrédulo frente al Estado y la política. Ese es un escenario de anarquía muy peligroso. Es más, hay organizaciones criminales que se han encargado de atender a las comunidades. Eso es fruto del vacío y falta de respuestas del Estado. La política del Gobierno es sálvese quien pueda y que la carga de esta pandemia esté sobre los hombros de las alcaldías, las empresas y las personas. Eso es una injusticia. Este es un problema de voluntad política, pero vamos a volver con el proyecto.

Cambiando de tema, lo han candidatizado para la Presidencia del Senado. ¿Cómo va ese proceso? ¿Y por qué sería mejor usted que Arturo Char?

La bancada me dijo que mi nombre estaba ahí y yo estoy en la trinchera que me ponga el partido. Ahora, no había visto que con la elección del Presidente del Senado se armara semejante ruido. No conozco al senador Char. Nunca ha hablado en el Senado. No sé qué piensa ni qué temas le interesan y va poco. No podría hacer un juicio sobre alguien del cual ignoro absolutamente todo. Tiene el respaldo de las mayorías.

¿Cómo avizora las elecciones presidenciales de 2022?

Pensarnos el 2022 sin saber qué país nos vamos a encontrar a la salida de la pandemia, me parece un ejercicio inútil. Hoy es importante ver cómo ayudamos y después vemos el futuro cómo se nos presenta. Lo que sí es claro es que esto va a cambiar. La gente sabe que tiene una responsabilidad con las generaciones futuras y que tiene un país bello y potente que está amarrado a malos gobiernos y sectores.