‘Lozada tiene que saber qué comisión mató a mi papá’: Eduardo Bejarano

El hijo del politólogo y economista ibaguereño Jesús Antonio Bejarano, exconsejero de paz asesinado en septiembre de 1999, habló sobre la carta que las Farc enviaron a la JEP reconociendo diversos crímenes, incluyendo el de su padre. Espera pruebas de la revelación.

En entrevista con el periodista Guillermo Pérez, para El Nuevo Día, Eduardo Bejarano se refirió a la carta de las Farc en la que reconocen el asesinato de su padre, Jesús Antonio Bejarano.

 

¿Qué significa para usted esta noticia?

Recibo esto con sentimientos distintos: con una luz de esperanza de saber realmente la verdad, porque hasta la fecha de hoy no hay una noticia cierta por parte de la Fiscalía General la Nación, pero, más allá de eso, también hay escepticismo porque todo esto dependerá de las pruebas que las Farc remitan a la JEP. Esto no es un acto de fe. Les creeré en el momento que muestren las pruebas, sean valoradas por la JEP y por las víctimas y veamos que son fidedignas. Ahí la seriedad de las Farc en el proceso y en este caso se confirmará o simplemente esto nos llevará a otras conclusiones en su momento.

 

De confirmarse esta versión de las Farc, ¿cree que va a fortalecer el proceso o puede debilitarlo?

Eso es un gran riesgo que están corriendo ellos porque estos casos son simbólicos y han llamado la atención de la opinión pública. Es una prueba de fuego para el proceso, para la JEP y para las Farc, porque hay unos compromisos adquiridos en el Acuerdo de Paz de decir la verdad y entienden las consecuencias que acarrea no decirla o tratar de engañar a la justicia. Estará por verse qué cartas destapan ellos y qué valoración hace la JEP, pero también qué tiene la Fiscalía, porque no sabemos que otras líneas de investigación, pruebas o evidencias existan. Desde el punto de vista jurídico esto plantea unos temas interesantes, pero más allá de eso sigo insistiendo en que la paz es el camino que le queda al país para reconciliarse y mirar de una manera distinta al futuro.

A mí me dijeron hasta loco. ¿Cómo así que a usted le mataron su papá y está a favor de la paz? La gente cree que reivindicando el odio vamos a arreglar las cosas. Es que no se trata de lo que sienta Eduardo Bejarano, este es un tema que va más allá y que compete a todo el país. Sigo creyendo en el proceso de paz. Le planteo una cosa: si no hubiera proceso, las Farc no habría dicho nada ni existiría la JEP y yo, mi familia y muchas víctimas seguiríamos esperando otros 50 años a ver si a la Fiscalía se le da la gana investigar o pronunciarse al respecto.

 

¿Estaría dispuesto a entrevistarse cara a cara con los líderes del partido político Farc?

Sí, pero más que entrevistarme con ellos, que no tendría problema en hacerlo, es conocer cuál fue la razón: si fue su paso por la Sociedad de Agricultores Colombianos, si fueron sus planteamientos sobre los procesos de paz, especialmente el del presidente Pastrana. Todos esos elementos son importantes conocerlos, además por el contexto histórico que esto debe llevar a entender en retrospectiva. Pero añadiría otra cosa: el quién. No el autor material que estuvo en la Universidad Nacional esa tarde, sino quién dio la orden.

En una entrevista que da a El Espectador, (Carlos) Lozada empieza a relatar cómo fueron las órdenes para asesinar a Gómez Hurtado, Landazábal y yo dije ‘bueno, miércoles, ya vamos a llegar a la parte de mi papá, ¿qué me encontraré?’, pero respondió que lo de Bejarano fue otra comisión, otro combo.

 

También afirma que es el Secretariado de las Farc el que toma la decisión, pero no dice qué pasó en este caso…

Yo pregunto: ¿Es que Lozada era un mando medio o bajo de las Farc? Él tiene que saber qué comisión estaba encargada de una cosa de tan alto nivel. De tal manera que esas son las cosas que uno empieza a cuestionar y decir ‘bueno, este sabe o no sabe o no quiere decir y está esperando a que otro grupo dentro de la misma organización se adjudique el hecho’. Creo que aquí, para entender el por qué, hay que entender el quién y eso nos va a configurar de una mejor manera la verdad sobre este episodio.

 

Una hipótesis que se manejó sobre el asesinato es que unos militares pensaban dar un golpe de Estado y habrían hablado con Álvaro Gómez Hurtado y ‘Chucho’ Bejarano, ofreciéndole el Ministerio de Defensa, pero él no aceptó, dando lugar a que los mataran para borrar el rastro. ¿Tiene esa hipótesis en su libreto?

Sí, la conozco. Después de que lo matan salen una serie de historias. Él había sido consultor del Ministerio de Defensa para construir escenarios de paz y un señor de apellido Mantilla señaló, básicamente, que mi papá era informante del Ejército, entonces se empiezan a tejer unas situaciones bastante incómodas para él, tanto que en agosto del 98 mi papá le envía una carta al entonces fiscal Alfonso Gómez Méndez para decirle que están pasando unas cosas bastante delicadas que ponen en riesgo su vida e integridad al acusarlo de esto y lo otro.

La Fiscalía no hizo nada, pero este sería el único vínculo que podría, de alguna manera, encontrarse entre Álvaro Gómez y mi papá. Por eso es que la JEP tendrá que analizar muchas situaciones y algunos se van a preguntar, como ya se ha hecho, si tendrán alguna conexión estos dos episodios de la historia nacional o no y si estarán las Farc metidos en ambos episodios o no.

 

Quien sí dijo desde un comienzo que habían sido las Farc fue el exministro Rafael Pardo. ¿Usted ha hablado con él sobre esa tesis?

No realmente. Poco hablamos. Sí hay un antecedente importante: ‘Mi confesión’, un libro escrito por el periodista Mauricio Aranguren sobre la biografía de Carlos Castaño, quien niega y dice ahí: ‘mire, nosotros nunca hemos tenido problemas en reconocer los muertos, nosotros no fuimos’. Adjudicarse o reconocer sus acciones armadas hace parte de la dialéctica de la guerra. No estoy seguro si en ese libro él dice que fue Cano. Son muchas las versiones. Otra de las teorías fue que como a Garzón lo mató casi un mes antes la derecha, entonces dijeron que la izquierda mató a Bejarano para equilibrar la balanza.

 

En las charlas con su papá, ¿qué reflexiones o pensamientos le compartió sobre la paz, la violencia y el conflicto?

Desafortunadamente no fueron muchas, porque él último año, antes de que lo mataran, estaba viviendo en Inglaterra. Coincidimos en España en diciembre del 98 y enero del 99 y allí hablábamos generalidades. Yo llego al país cuatro o cinco días antes del suceso aquel y realmente en ese momento no hubo mucho espacio para intercambiar ideas y percepciones sobre eso. Lo que sí me preocupaba y se lo pregunté fue si sentía temor a raíz de que pasó lo de Garzón y me dijo que no, que estaba tranquilo. Pero claro que sí había unos temas delicados. Después se supo que en la Universidad Nacional no era la primera vez que algo le habían intentado hacer, porque en un episodio le pincharon las llantas del carro. De hecho, con la investigación del DAS se supo que aquí en Ibagué también se presentaron seguimientos. No me lo dijo para no preocuparme, pero después de que lo matan todo esto sale a la luz.

Seguramente con sus amigos cercanos de pronto sí hubo ese tipo de diálogos sobre las percepciones de ese momento, que era además tan crítico. Estaban iniciándose las polémicas negociaciones del Caguán, que después resultaron en una serie de cosas favorables para la guerrilla y totalmente desfavorables para el Estado colombiano. Pero eso ya pasó y ahora nos toca escribir este pedazo de la historia de las personas que fueron asesinadas. Porque hay decirlo con claridad: no se murieron ni fallecieron, los mataron. Las cosas son como son.

 

¿Lo han contactado de la Comisión de la Verdad o de la JEP?

De la Comisión de la Verdad me contactó alguien y me preguntó que si yo y mi familia estaríamos dispuestos a brindar un testimonio y les dije que las percepciones que tengo son personales y no me defino vocero de mi familia por respeto a ellos. Cada quien tiene su propio pensamiento y les di los teléfonos de mis tíos y de mi hermana para que miren si están dispuestos a ofrecer su opinión. Esto está muy reciente y ha sido un tema mediático creciente. Espero que esto se decante un poco, podamos mirarlo con más calma y debatir en un escenario indicado y necesario como la JEP.

 

Uno recibe de sus padres las herencias morales, las enseñanzas, los consejos, las aficiones, los destinos. ¿Se siente comprometido a seguir luchando por la paz como hizo su padre?

Indudablemente. Una vez le escuché a mi papá que el presidente Gaviria le había ofrecido irse de embajador a Alemania y él le respondió que no porque eso queda muy lejos del Tolima, entonces fíjese que hasta ese tipo de cosas del amor y el cariño por la tierra son temas que uno tiene que valorar y tomar como una herencia muy positiva, pero construir la paz supone esfuerzos en muchos escenarios, no solamente la negociación.

Es que la paz no solo es la firma de un tratado y la ausencia de la violencia, también supone implica unas relaciones políticas mucho más equitativas y luchar de manera clara contra los diversos males que nos aquejan, empezando por la corrupción y la falta de justicia. Si en casos tan representativos como los de mi papá o de Gómez Hurtado no ha habido justicia, qué le espera a la persona de Coyaima, Natagaima, Herveo, que no tiene ni los recursos ni el reconocimiento ni nada para exigir justicia. Los niveles de impunidad son vergonzosos y siguen generando violencia. Entonces también se trata de construir una mejor sociedad.

REDACCIÓN POLÍTICA

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