Falaz discurso en la ONU

Rafael Nieto Loaiza

Más de treinta años luchando contra las mafias y contra el estigma de ser un país de narcos, más de treinta años con tanto esfuerzo y tanta muerte y tanta sangre desperdiciados, desechados como bazofia, en un discurso arrogante y plagado de falacias.
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Examinemos algunas de sus afirmaciones. Empieza por una defensa de la coca como una mata “amazónica” que absorbe CO2. Todas las matas absorben CO2. Y en realidad es de las estribaciones andinas, no de la selva amazónica. Pero para Petro era fundamental decirlo como sustento de su tesis de que es la lucha contra la cocaína y no el cultivo de coca lo que daña la Amazonía.

Por un lado, olvida que es la siembra de coca con propósitos comerciales la que ha impulsado la deforestación de centenares de miles de hectáreas de bosques y selvas, que los productores de coca están invadiendo los parques nacionales y que son los insumos que se usan para la producción de cocaína los que envenenan los ríos.

Por el otro, Petro asume que es el uso del glifosato contra la coca lo que amenaza la Amazonía y el medio ambiente. Pues bien, el año pasado en Colombia se importaron 13 millones de litros de ese herbicida y de ellos solo 480 mil, el 3,7%, se usaron contra la coca. Todo lo demás se usa en cultivos lícitos.

Alguien dirá que la IARC clasificó el glifosato en la lista 2A, como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”, y que por esa razón, en virtud del “principio de precaución”, había que prohibir la aspersión aérea del glifosato contra la coca. Pues bien, en ese misma lista están las frituras, las carnes rojas, el mate y, miren ustedes, el café. Nada más para agregar, diría yo, en relación con el hipócrita discurso contra el glifosato.

Claro que hay que proteger el medioambiente y la Amazonía en particular. El punto es que lo que mata la selva es la coca y la producción de cocaína, no su combate.

Dijo Petro que los campesinos no tienen más que coca para cultivar. Falso. Nuestros agricultores nunca se dedicaron a sembrar coca. Empezaron a hacerlo a principios de los noventa cuando los narcos promovieron su cultivo. Y ahora, no hay que olvidarlo, menos del 3% de los once millones de habitantes de las zonas rurales se dedican a la coca. La inmensa mayoría, en circunstancias fundamentalmente iguales a los de los narcocultivadores, se dedica a cultivos lícitos.

Sugiere Petro que los muertos por sobredosis de cocaína son pocos. En realidad son miles. Pero lo que evade son las centenares de miles de muertes que ha traído la cocaína por la violencia asociada a su producción, en las áreas rurales, y al mercado de consumidores, en las ciudades. Lo peor de la cocaína son el terrorismo y la violencia política que se alimenta de sus recursos. Recordar el asalto al Palacio de Justicia.

Finalmente, Petro se suma a quienes sostienen que la lucha contra el narcotráfico fracasó y que lo que debe hacerse es legalizar la cocaína. La hipótesis parte de una premisa y de unos hechos falsos. La premisa supone que si sigue produciendo cocaína a pesar de los esfuerzos de tantos años la solución es legalizarla. Es como concluir que porque se siguen cometiendo homicidios o hurtos hay que legalizar el asesinato y el robo. Una cosa no se deduce de la otra.

Pero además no es verdad que la lucha contra la cocaína se estuviera perdiendo. En realidad se venía ganando hasta que Santos y las Farc pactaron un nuevo “paradigma”. El primer reporte de Simci, del 2001, mostraba 137.000 h en Colombia.

Después de varios años de reducción sostenida, para el 2013 habíamos dejado de ser el principal productor de coca y el país con más narcocultivos: teníamos solo 48.000 h de coca y se producían 290 ton de cocaína. La curva de descenso se frenó en el 2014, año de la firma del componente de narcotráfico con las Farc. Desde entonces los narcocultivos y la producción de cocaína se dispararon. Hoy tenemos tres veces más narcocultivos y se producen 4,5 veces más cocaína. Lo que ha fracasado no es la guerra contra las drogas en general. Es el “histórico nuevo enfoque”, como también lo llamaron, lo que ha resultado un desastre.

El discurso de Petro lo ratifica: vamos camino a la narcocracia.

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RAFAEL NIETO LOAIZA

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