Sin oportunidades, los jóvenes no tienen campo

ARCHIVO - EL NUEVO DÍA
Cifras del Dane dan cuenta de que en 2020 en el campo colombiano solo vivirá el 22.9 % de los 41,2 millones de habitantes, cuando en 1960 rondaba el 48 %. Para los jóvenes, la nueva fuerza generacional del agro, la actual actividad agrícola no es atractiva y es de mucho riesgo, por lo que han preferido migrar a la ciudad en busca de oportunidades.

Es un secreto a voces: que el campo colombiano se está quedando solo debido a que los jóvenes migraron a las ciudades en búsqueda de mejores oportunidades.

Además, las 12 millones de personas que viven en el campo, en su mayoría, ya son personas adultas que se están envejeciendo.

¿Por qué se marchó esa generación que sería la fuerza de reemplazo en el campo?

La respuesta a la crítica situación la tiene el Departamento Nacional de Planeación, DNP, al concluir en un estudio que el panorama que se vive en el sector agropecuario no es el más esperanzador para que un joven se quede sembrando hortalizas.

Según la Misión para la Transformación del Campo Colombiano, coordinada por el DNP, “los ingresos de los pobladores rurales son significativamente más bajos que los urbanos, y los que menos ganan son los que se dedican a las actividades agropecuarias, siendo esta actividad la que más genera empleo”.

¿Cómo retenerlos para afrontar uno de los más graves problemas del sector agropecuario del país?

A juicio de Néstor Serrano Capacho, gerente de uno de los comités departamentales de Cafeteros, la solución es una sola: a los jóvenes hay que darles créditos de fomento a muy bajo costo y a más de 15 años de plazo, o de lo contrario no podrán subsistir ni pagar la finca, mientras esta llega a producir. De no ser así, el proyecto fracasa.

“Es cierto que un joven gana buen dinero en recolección; pero ésta solo dura tres meses y entonces... ¿qué hacemos con los otros nueve meses?”, indaga.

Según Serrano Capacho, cuando un joven se dedica a la recolección de café, en plena cosecha puede recolectar 20 arrobas. El kilo de café recolectado se paga a $320, lo que significa que la arroba (12,5 kilos) se paga a $4.000.

En esa jornada de trabajo el joven puede perfectamente “cosechar” $80 mil por día.

Para Heliodoro Campos Castillo, gerente de la Federación Nacional de Tabacaleros, Fedetabaco, mientras el campesinado no sea propietario de su tierra es muy difícil retener a las futuras generaciones en el campo.

“En el caso del tabaco, el 70% de los agricultores cultiva en tierras arrendadas y ese rubro significa el 30% de las pocas ganancias. Es terriblemente desmotivador para un joven campesino”, agrega.

Campos Castillo dice que si el Gobierno quiere que los muchachos se queden, hay que “diseñar líneas de crédito a bajo costo y largo tiempo.

“Un joven para vivir de la siembra de tabaco, mínimo necesita tres hectáreas para la siembra de la hoja y otra cantidad igual para rotación de cultivos; es decir, seis hectáreas”, explica.

Campos Castillo dice que en su gremio llevan 10 años pidiendo al Banco Agrario una línea de crédito especial para jóvenes tabacaleros, pero a la fecha solo se han obtenido cortapisas.

Agro sin política

Según Germán Pava Capacho, gerente de la Cooperativas de Paneleros de Santander, Coopanelas, el sector ha sentido con rigor cómo, por lo menos, el campo de Santander se quedó sin jóvenes.

De acuerdo con su visión, no se cuenta con mano de obra y la que queda es envejecida en su gran mayoría.

“La única forma de pretender que los jóvenes se queden trabajando en el sector agropecuario es que éste se convierta en un negocio atractivo o de lo contrario a nadie le interesa. Acá no se trata de subsidios, puesto que es atacar el problema inmediato. Se debe establecer proyectos productivos seguros y rentables, y con facilidades de pago”, dice.

Pava Capacho sostiene que en Estados Unidos los dueños de las fincas trabajan hasta altas horas de la noche preparando la tierra para sus siembras.

“Tienen un aliciente: un Estado que les compra la cosecha a un buen precio así llueva, truene o relampaguee, debido a que se cuenta con una política agropecuaria establecida y definida. Eso no es solo una motivación, sino un atractivo por la actividad”, declara el directivo.

Según Marta Ruth Velásquez Quintero, directora ejecutiva de la regional de la Federación Nacional de Avicultores, Fenavi, en una granja avícola es más fácil cambiar un directivo que un galponero, labor que la puede efectuar perfectamente un joven campesino de la región.

Sin embargo, es muy difícil encontrar mano de obra joven en las zonas de producción que hay a lo largo del Departamento.

“Le hemos propuesto al Sena una formación y capacitación, con el fin de darle profesionalización a esta actividad”, señala.

Velásquez Quintero detalla que el sector avícola colombiano, en cuanto al pago de los salarios, cumple con todos las exigencias de la Ley, sin embargo, la mano de obra nueva es bastante escasa.

“Cuando una pareja va a trabajar a una granja tiene muchas ventajas, desde vivienda gratis hasta porcentajes por producción. Pero eso no parece ser tan atractivo para los jóvenes que parece que siguen prefiriendo la vida en la ciudad”, concluye.

Nada atractivo

Según la Misión para la Transformación del Campo Colombiano, el campo afrontar seis barreras, que de paso, ahuyentan a los jóvenes de las regiones agrarias.

* Bajo rendimiento de la producción agropecuaria.
* Altos costos de producción.
* Escasez de bienes y servicios para el desarrollo del sector.
* Limitaciones en la comercialización y el acceso a mercados.
* Falta de financiación agropecuaria y la alta exposición al riesgo.

Y como si fuera poco, hay escaso acceso a los mercados y es pésima la infraestructura.

Igualmente, el valor agregado y la transformación no existe, lo que impide acceder a otros mercados.

No se cuenta con “recursos financieros de bajo costo ni a productos crediticios que se adapten a sus necesidades”.

Tienen que asumir todo el riesgo en su cosecha y, como si fuera poco, los afecta la volatilidad de los precios internacionales, el alza de los combustibles y hasta las variaciones que tiene el dólar.

Proyectos con cinco años muertos

Si se quiere que los jóvenes de las zonas palmeras se queden trabajando, hay que apalancarles ese desarrollo con un proyecto productivo.

Según un reconocido cultivador de Puerto Wilches, para que una familia viva de ese negocio agrícola se necesita 10 hectáreas, las cuales llevarlas a producción, incluyendo el valor de la tierra, tienen un valor de $20 millones cada una.

Y recalca, además, que hay que tener en cuenta que la palma dura cinco años sin producir un solo peso, sin incluir el año de vivero.

“Cuando se está en cosecha, tres meses del año y un pico en agosto, el corte, recolección y acarreo vale $37.000 la tonelada. Una cuadrilla de tres jóvenes perfectamente puede cortar en el día ocho toneladas en una jornada que va de 7 de la mañana a 4 de la tarde. Es decir, al final del día se ganan $296.000. Sin embargo, el resto de año, las labores no son tan abundantes y les dejan menos dividendos, lo que no es tan atractivo”, explica.

Para este curtido cultivador de palma, “hay que volver a los créditos de fomento; de lo contrario, esto queda solo”, sentencia.

Credito
MARCO A. RODRÍGUEZ PEÑA

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