Comercialización de agro en el país es aún informal

ARCHIVO - EL NUEVO DÍA
La inmensa mayoría de productores agropecuarios del país no tienen los medios para mercadeo y almacenamiento de productos. Ante esa grave falencia, quedan en manos de la cadena de intermediación.

En 2016, los arroceros lograron que el país fuese autosuficiente por primera vez en la historia de ese cultivo en Colombia.

Sin embargo, en la cosecha siguiente (primer semestre de 2017) se arruinaron debido a bajos precios en el mercado interno, soportados en los serios problemas de comercialización.

Por ejemplo, las mandarinas en Lebrija y Rionegro, Santander, se tienen que quedar en los árboles, pues es más costoso pagar por bajarlas que vender una canastilla en pico de cosecha.

Recientemente, unos campesinos de Montes de María, Bolívar, publicaron un video en la red social YouTube en que imploran el consumo de ñame para no perder una cosecha de cuatro mil hectáreas que comenzaron a recolectar y que no pueden vender.

El cacao en 2016 se cotizó por encima de los $8.000 el kilo y hoy se vende por tan solo $4.700. La caída de precios fue dramática, mientras los costos de producción subieron un 30% anual. Muchos campesinos de ese sector están, literalmente, afectados económicamente.

Entonces, ¿qué pasa con la comercialización de productos agropecuarios en Colombia?, problema que, paradójicamente, se acrecienta cuando hay más área de siembra en el país.

 

Práctica obsoleta

De acuerdo con Henry Vanegas Angarita, presidente ejecutivo de la Federación Nacional de Cerealistas y Leguminosas, Fenalce, la comercialización de productos agropecuarios en el país es aún informal, porque se maneja a través de intermediarios y, además, el agricultor es lejano de las prácticas bursátiles, contrario a como ocurre en otros países, donde los mayores compradoras son las grandes comercializadoras que formalizan esa transacción a través de la bolsa; además, poseen el mecanismo de arbitramento para avalar la calidad de los productos que se transan.

“No ha habido una amplia difusión y diversificación de productos que puedan ser comercializados a través de las bolsas, ni siquiera están algunos commodities que son reconocidos internacionalmente. Acá lo que estamos haciendo son unas operaciones de registro de facturas”, explica.

El directivo de Fenalce estima que se está acordando y se debería impulsar la iniciativa de que un día a la semana (sería el jueves) en la Bolsa Nacional Agropecuaria solamente se oferte y se demanden granos (maíz, soya, fríjol y arroz) y a partir de ahí, ampliar a más productos agrícolas. Vanegas Angarita complementa que se debe ofertar, mínimo, una tractomula; de ahí, la importancia de que los pequeños productores se asocien para poder cumplir con las posibles demandas.

“Es una salida inmediata para los agricultores más formales (medianos y grandes), que pueden acceder a corredores de bolsa y para que estén organizados en materia tributaria”, añade.

 

Ni crédito, ni política

Para Rafael Hernández Lozano, gerente de la Federación Nacional de Arroceros, Fedearroz, es un problema cultural que aleja a los cultivadores del país de una comercialización que se puede efectuar a través de las bolsas (agropecuaria y mercantil en Colombia).

“Además, los productores no están acostumbrados a efectuar ese tipo de mecanismos de venta; y en el caso de los arroceros, prefieren ir a los intermediarios, ya que muchos financian las cosechas, tal y como acontece en todas las centrales de abastos del país, donde hay patrocinadores que amarran las cosechas y precios”, agrega Hernández.

Además, para el representante de los arroceros del país, no hay un libre mercado y claridad en la comercialización.

“Si el agricultor tuviera financiación de los bancos (que la ofrece Finagro), sería más independiente; no obstante, la mayoría de campesinos pequeños y medianos están reportados en las centrales de riesgo y no son sujeto de crédito, por lo que se ven obligados a entregarles al intermediario”, advierte.

Hernández Lozano señala que la salida sería poder acceder a la bolsa, tal y como lo hacen los países productores de la región; pero en Colombia se carece de política agropecuaria y ahí comienzan todos los problemas.

“Se debe propender por que el agricultor sea dueño del producto para que pueda disponer a quién vendérselo a mejor precio”, puntualiza el Gerente de Fedearroz.

 

Rezago y mínima condición empresarial

Si bien un número pequeño de agricultores hace operaciones en bolsa en el país, esa sustancial herramienta está muy lejana del grueso de los productores, debido a que el país en esa materia tiene un rezago de años; además, los campesinos no han sido formados para ser empresarios, contrario a lo que ocurre, por ejemplo, en Brasil, Argentina y Uruguay.

En Colombia es muy normal ver campesinos sin cuenta corriente, ni Internet, ni créditos, sustanciales para acceder a una bolsa agropecuaria; muchos menos, podrán efectuar una transacción cuando éstas se triangulan con bancos para que puedan recibir sus dineros de la cosecha.

“Es muy complicado que un campesino raso en Colombia acceda a la transacción en bolsa, pues no existe la plataforma que lo facilite”, señala.

Hernández Peñaloza afirma que si el país quiere unos campesinos competitivos, deben abrir las puertas la modernidad. Estimó que lo primero que hay que hacer es, al menos, hacerlos usuarios bancarios.

“En la página de la Bolsa Mercantil del país están los productos focalizados para hacer operaciones, pero son muy pocos. Ese menú debe ser ampliado, pero ellos nos argumentan que no hay operaciones. Por ejemplo, con el aguacate, que está muy de moda, no hay posibilidad de venderlo; sin embargo, si se entra a bolsa de México y se quiere comprar un contenedor, lo puede adquirir”, agrega el Presidente de la SAS.

El directivo añade que para poder ser proveedor de la bolsa, lo primero por hacer es registrarse y ofertar productos de calidad y cantidad.

 

El sinfín de una venta

Don Fernando, recio campesino, es dueño de un predio con un cultivo de cítricos (el de mandarina ocupa la mayor área de su parcela).

Su experiencia y forma de comercializar sus frutos es muy singular:

“Por la vereda pasa un señor tres veces a la semana con un camión a recoger productos que los campesinos le sacamos en cada punto de la vía principal que nos quede más cerca de la parcela. Temprano le preguntamos a cómo paga la canastilla. Él nos dice, por ejemplo, a $15.000 la grande y $10.000 la pequeña. No tenemos otra opción de venta o de lo contrario, nos toca dejarlas en los árboles.

Hacia el mediodía baja recogiendo, pero en muchas ocasiones nos dice que ese precio no lo puede mantener porque bajó. De todas maneras hay que venderla. Nosotros sabemos que esos productos los lleva a la plaza de mercado y allí se los vende a otro comprador, que, a su vez, los comercializa con los que tienen puestos en ese lugar. Esa canastilla que nos pagó a $15.000 la vende a $25.000, sin ningún riesgo. Ellos son los que realmente le sacan las ganancias al campo; los que lo trabajamos poco vemos el fruto. Lo mismo ocurre con la naranja, los aguacates, tangelos y huevos criollos y hasta con el marrano que se cría en la parcela”.

 

Cifra

20 productos del sector agropecuario pasan, por lo menos, por manos de  5 intermediarios antes de llegar al consumidor final.

 

Dato

Según el Censo Agropecuario, en Colombia hay 2,7 millones de productores agrícolas, de los que  725 mil son residentes y solo un 21% menores de  35 años. Lo anterior significa que 79% de la po- blación rural envejecerá en 15 años.

 

Cifra

1 kilo de plátano en la vereda Llano de Palmas puede valer $500 al productor, pero ese mismo kilo se le vende al consumidor en $2.000.

Credito
REDACCIÓN ECONOMÍA

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