La autosuficiencia energética asegura las condiciones macroeconómicas

Crédito: Colprensa
En temas de desarrollo económico, Bruce Mac Master, presidente de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia, Andi, es un referente nacional e internacional. Colombia, como muchos países, ha iniciado un proceso de transición energética y plantea nuevas alternativas para la explotación de hidrocarburos; sin embargo, la guerra entre Rusia y Ucrania prendió las alarmas a nivel global sobre el autoabastecimiento energético. Esta es la visión que ofrece este experto sobre el tema que tiene en vilo a las economías del planeta.
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Preguntas y respuestas


 

Usted ha ubicado a Colombia como uno de los ‘grandes protagonistas’ durante la transición energética. ¿Cómo podría convertirse el país en un competidor del mercado mundial de energía?

 

Colombia tiene una de las matrices de generación más limpias del mundo, dado que el 70 % es generación hidráulica y esta matriz se irá convirtiendo en más limpia con la entrada de los proyectos de Fuentes No Convencionales de Energía, que representarán en un par de años el 12 % de la generación y seguirá aumentando su participación en los siguientes años. 

 

Todas las proyecciones indican que la energía eólica y solar supondrán el 50 % y 60 % de la generación eléctrica mundial a mediados de siglo y también indican que, en términos tanto de generación eléctrica como de consumo de energía, el carbón, el gas y el petróleo seguirán teniendo una participación importante. 

Colombia tiene los recursos para seguir atendiendo esta demanda de carbón, hidrocarburos y gas que aún tendrá participación en 2050 y, además, esta transición traerá una nueva demanda de minerales metálicos para la implementación de estas nuevas tecnologías con un crecimiento de más del 500 % para minerales como el litio, 400 % para el cobalto o grafito, 84 % en el caso del níquel y más del 10 % para el cobre y aluminio en donde Colombia tiene oportunidades especialmente en níquel y cobre.

Para llegar a esta economía energética baja en carbono se deben suministrar 100.000 TWh de electricidad limpia para 2050. Esto es cinco veces toda la electricidad producida en el mundo hoy y se requiere un sistema de energía de seis a ocho veces más grande en términos de capacidad total. Dos tercios de esta energía se destinarían al suministro directo de electricidad en el transporte, los edificios y la industria, y el tercio restante a la fabricación de hidrógeno. Este ciclo genera oportunidades para la diversificación, generación de valor agregado y sofisticación de nuestra economía. 

La transición energética en el país avanza a buen ritmo, ha afirmado usted en varias  oportunidades. ¿Cómo sustenta esta afirmación y cuáles serían esas nuevas alternativas que se abren para la industria del petróleo, la minería y el gas?

Se puede sustentar de varias formas. Lo primero a través de las subastas de energía, donde se adjudicó 100 veces la capacidad que había en 2018 lo cual permitirá pasar de menos de 50MW en 2018 a 2.500 MW en los próximos años, la construcción de más de 25 granjas solares que ya están en operación y más de 2.500 proyectos solares de autogeneración a pequeña escala, el desarrollo del primer parque eólico en 17 años y la ruta de hidrógeno y los proyectos piloto de hidrógeno verde y azul así como la hoja de ruta para el desarrollo del primer parque eólico Off Shore.

De otra parte, los sistemas de transporte masivo del país y la flota de servicio público cuentan ya con 36 buses eléctricos prestando sus servicios en el Sistema Masivo Integrado de Occidente (MIO), de Cali; 69 buses en el Metroplús de Medellín y 1.061 en Transmilenio de Bogotá. 

En Cartagena, 329 buses de Transcaribe funcionan a gas natural y 130 en Valledupar. Colombia superó la meta de 6.600 vehículos eléctricos e híbridos y ya tiene más de siete mil vehículos registrados en el Runt lo que lo convierte en líder en América Latina, en el segundo con la flota de buses más grande de Latinoamérica. En materia de carga más de 4.000 vehículos pesados funcionan con gas natural. Adicional, el país ya cuenta con seis estaciones de AutoGLP -combustible alternativo a la gasolina y el diésel-  y en materia de combustibles ya contamos con combustibles de estándar europeo que permiten una mejora del 80 % en la calidad del aire si se moderniza el parque automotor.

Usted ha afirmado que Colombia tiene el potencial para aumentar su autonomía energética por 12 veces en cuanto a petróleo y por 20 en cuanto a gas ¿Cómo sustenta esta afirmación? 

Colombia cuenta hoy con unas reservas de gas para ocho años y de 7,6 años para el caso de petróleo. Hoy nos encontramos frente a la decisión de si debemos o no acudir al uso de tecnologías alternativas para acceder a gas y petróleo que se encuentran atrapados en nuestro subsuelo. Se han expresado preocupaciones sobre cuáles podrían ser los impactos en términos de sostenibilidad en caso de que se decida en favor de hacerlo.

La ventaja es que para solucionar estas dudas existe la ciencia. La ciencia nos puede decir si, por ejemplo, al hacer ‘fracking’ se afectará en forma irreparable e insostenible acuíferos vitales para la vida. Nos podrá decir si representa o no un riesgo sísmico para algunas comunidades. Nos podrá decir también si se requiere de medidas de mitigación en caso de haber afectaciones.

Como todas las actividades humanas, por supuesto esta tendrá efectos sobre el medioambiente. Igual pasa con viajar, alimentarse, construir una casa y hasta con tener un dispositivo para trinar. 

Démosle la oportunidad a la ciencia de decirnos cuáles son los riesgos; conociéndolos, pongámoslos en la balanza. Tomemos la decisión sabiendo cuáles son los impactos, los mecanismos de mitigación. Resulta que con los yacimientos no convencionales esas reservas pueden subir incluso en más de estas cifras. 

¿Qué pueden significar estos 20 años adicionales de hidrocarburos para las próximas generaciones?

Las cifras son contundentes. En el frente fiscal, el denominado ingreso petrolero para la Nación ha llegado a ser de $23 billones, equivalentes a casi 3 % del PIB, que en ese año sirvieron para financiar la mitad de la inversión pública o la totalidad de los programas de lucha contra la pobreza, atención a infancia, a víctimas y vivienda.

Se estima que las inversiones para estos proyectos podrían superar los US$40.000 millones, algo así como tres o cuatro años de inversión de la Nación. 

¿Cuál sería el costo social y económico para el país y el Estado si se frena la explotación de hidrocarburos?

Se dice que al no firmar nuevos contratos se encontrarían hidrocarburos para 12 años, pero la inversión en el sector no se comporta así. Los proyectos de exploración y explotación de hidrocarburos requieren de inversiones a largo plazo y están rodeados de riesgos regulatorios, operativos, comerciales, de certidumbre jurídica en lo tributario, en lo socioambiental y finalmente también existen riesgos técnicos y geológicos que conllevan a que no siempre la exploración sea exitosa. 

Los países compiten por la inversión y este no es un sector que esté exento de dicha competencia, por lo que sin duda un porcentaje de la inversión en el país se trasladaría a otros países que ofrezcan mejores condiciones y en este momento todos los países del mundo están por el contrario mejorando estas condiciones para aumentar sus inversiones en exploración y explotación por los problemas de seguridad energética que se han acentuado con la invasión de Rusia a Ucrania. 

Es por ello que con una decisión como esta empezaríamos a bajar la producción rápidamente, puesto que es la exploración y la inversión la que permite nuevos hallazgos y sostener el nivel de producción, por lo que en cuatro o cinco años no tendríamos los hidrocarburos necesarios para cargar nuestras refinerías y tendríamos que ir aumentando las importaciones para producir los energéticos que consumimos.

Perder esta autonomía para tener que importar estos productos implica que necesitaríamos conseguir recursos equivalentes a $30 billones para poder producir los combustibles que necesitamos y tendríamos que importar el gas por aproximadamente US$3 billones al año, lo que generaría unos aumentos de mínimo el doble en los precios de los combustibles y de casi tres veces en las cuentas de gas de los hogares y de las empresas con lo que se perdería rápidamente competitividad en aquellos sectores que son grandes consumidores de energía y sus cadenas.

Esto en materia de seguridad energética, pero a esto hay que sumar otros efectos acumulativos como el riesgo de perder $18 billones de aportes fiscales entre 2022 y 2026 ($13 billones de ingresos de la Nación y $6 billones las regiones, por menor recaudo de regalías que equivalen a más del 40 % de los programas solidarios que actualmente benefician a cuatro millones de familias colombianas), es decir, perjudicaría a las personas más pobres, que dependen del Estado para subsistir.

Pero dado que no exportaríamos hidrocarburos que en 2020 significaron sumados a los productos de minería US$20 billones de un total exportado de US$41 billones, por lo que tendríamos un efecto importante en la tasa de cambio y por lo tanto en el encarecimiento de nuestras importaciones y la inflación en muchos de los productos que consumimos y en sus cadenas de producción que tienen componentes importados. También se encarecería el servicio de nuestra deuda externa. Y no podemos olvidar el alto déficit en cuenta corriente que difícilmente sería sostenible en el tiempo.

Al final, estos desajustes macroeconómicos terminan aumentando el costo de vida de la población.

Si este impacto lo ubicamos en el tiempo, en cuestión de cinco años ¿cómo estaría compitiendo Colombia frente a otras economías emergentes del continente?

Usualmente cuando analizamos a Colombia en el contexto regional, encontramos que se trata de una de las economías más promisorias. 

Si perdemos este activo que hemos construido durante años, al no garantizar la seguridad energética, al cambiar las reglas de juego y generar incertidumbre jurídica, al incrementar significativamente nuestros déficit gemelos, dejaríamos de ser una de las economías sólidas de la región y estaríamos entonces reduciendo de forma importante nuestra capacidad de competir como plataforma de inversión en la región.

¿Cuál es el mayor reto y oportunidad que se observa desde la Andi para la exploración y explotación de Yacimientos No Convencionales en Colombia?  

El reto en el corto plazo es llevar a cabo los pilotos, solo con los resultados que arrojen el país podrá tomar una decisión informada, con un sustento científico y no con emociones, polarización y campañas en redes sociales. En el mediano plazo y dependiendo de los resultados, será necesario trabajar con las comunidades aledañas para que ellas se beneficien de estos proyectos a través del desarrollo de diferentes sectores.

Las oportunidades son inmensas y más en un momento coyuntural como está viviendo el mundo, en el que se ha demostrado la importancia de que un país tenga seguridad energética. Asegurar el abastecimiento por un tiempo prolongado generará inversiones en nuevas líneas de producción de varios sectores que hoy frente a un panorama de ocho años de reservas no se pueden hacer.  

Finalmente, ¿cómo ha afectado la invasión de Rusia a Ucrania el abastecimiento de petróleo y sus derivados al mundo y específicamente a Colombia?

Basta con ver los precios del petróleo y del gas para darse cuenta del impacto que ha tenido la guerra en Ucrania, en primer caso el precio por barril de la referencia Brent es de US$120 y en el segundo caso dependiendo el indicador y la zona sus precios están $8,15/mmbtu Henry Hub y $28/mmbtu TTF (Precios promedio de mayo). Esto sin contar que el carbón ha vuelto a tener protagonismo y por eso su precio también se ha incrementado.

En el caso de Europa donde ha visto reflejado una disminución importante en los flujos de gas desde Rusia, excepto España cuyo gas proviene mayoritariamente de Argelia. Esta zona se ha visto profundamente golpeada por el incremento de precios en la energía, perdiendo así competitividad en varios de sus sectores. Por supuesto, esto también ha impactado la inflación del viejo continente y del mundo. 

En el caso de Colombia, gracias a la seguridad energética con la que cuenta el país no ha tenido el mismo impacto que otras zonas, por el contrario, se ha visto beneficiado en algunos aspectos gracias a los altos precios de las materias primas. 

 

Credito
Redacción Nacional

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