La vida de Emir González era color de rosa, estaba disfrutando lo que más lo apasionaba: jugar al fútbol. Lo hacía con la camiseta del Deportes Tolima y no se cambiaba por nadie.

Sin embargo, un día, entrenando con el equipo llegó su calvario. A partir de entonces vivió un drama que aún al día de hoy recuerda con amargura, y fue gracias a un fuerte dolor en la espalda por el que “sentí que no podía caminar”, expresó.

Emir saltó por un balón y cuando cayó notó un fuerte dolor lumbar, trató de ponerse de pie, pero no podía sostenerse por sí mismo, una parte del cuerpo se le durmió y temió lo peor. Su lesión fue grave, al tener tres hernias discales y dos vértebras comprimidas.

Sin embargo, se operó y trató de recuperarse para volver al fútbol, pero fue imposible. Su espalda no daba más. “El neurocirujano me dijo que tenía que dejar el fútbol porque si seguía podía quedar inválido”, expresó.

Desde entonces, la vida de Emir no fue igual. En ese entonces, con 31 años de edad, “sentía que tenía mucho fútbol por jugar, siempre fui una persona juiciosa y eso fue un golpe duro de digerir”, aseguró.

Necesitó ayuda profesional

A partir de ese momento, Emir no podía creer que de un momento para otro su vida cambiara tan drásticamente, todo giraba en torno al fútbol y esa situación lo afectó mucho, a tal punto que tuvo que recurrir a buscar ayuda profesional para salir de esa depresión.

“Necesité ayuda psicológica para salir de esta situación, tanto el siquiatra como el psicólogo fueron vitales para ir poco a poco olvidando mi etapa como jugador. A día de hoy sigo asistiendo a algunas terapias, pero podría decir que ya lo he superado”, aseveró.

No obstante, en algunas ocasiones el exfutbolista asegura que “a veces sueño que estoy en un camerino con mis compañeros, jugando al fútbol y es complicado despertar y saber que no es real”.

Pero su familia ha sido pilar fundamental para su recuperación. Desde entonces se ha dedicado a ella y ha podido salir adelante sin problemas.

Su vida después del retiro

Tras su retiro prematuro del balompié, Emir decidió radicarse en la Capital Musical porque “me gusta la ciudad, la gente y quiero mucho al Tolima”.

Tiene unos negocios con su familia en Palmira y en ocasiones asiste a terapias para tratar su problema de columna.

Sin embargo, su pasión no lo abandona del todo y tiene un sueño por cumplir: ser director técnico de un equipo profesional.

Sus primeros pinitos ya los dio integrando el cuerpo técnico de la Selección Tolima Sub20, que es finalista del Campeonato Juvenil, en el que estuvo ligado por un año, pero debido al problema jurídico (ver recuadro) que tiene con el club, tras un año tuvo que renunciar.

Por ello esa corta experiencia fue suficiente para darse cuenta de que su vida puede coninuar ligada al fútbol.

“Me gustó mucho la experiencia de dirigir, era la primera vez que lo hacía y desde entonces he recibido algunos cursos y seminarios para prepararme bien y, por qué no, algún día dirigir un equipo profesional”.

Por último, Emir se sorprendió debido a la pobre campaña que tuvo el Deportes Tolima en este semestre.

Sin embargo, es partidario de que Carlos Castro continúe como técnico porque “es un tolimense que tiene experiencia de jugador, ha estado con divisiones menores y se ha capacitado, pienso que debería seguir y debemos apoyarlo”.

Su problema jurídico con el Tolima

A raíz de la lesión en su espalda que lo obligó a retirarse del fútbol, Emir González demandó al Deportes Tolima y a la ARP porque, al parecer, el club canceló el contrato del jugador. “Gracias a Dios ya se está llegando a un acuerdo con ellos y la idea es terminar bien. Ellos pelean los intereses de ellos y yo, los míos. Pero ahora se están teniendo unos acercamientos que antes parecían imposibles y esperemos que pronto podamos llegar a un acuerdo que conforme a las dos partes”, sentenció el exjugador.

Su trayectoria como jugador

 Emir González estuvo cerca de 15 años jugando como profesional y militó en los siguientes clubes: Tampa en la MLS, Real Cartagena, Bucaramanga, Santa Fe, Nacional, Pasto, Tuluá y en el Tolima duró cinco años.