Ingrata 'fiesta' azul

Luego del reconfortante triunfo del holgado equipo de los Millonarios el domingo anterior en Ibagué, quedó plasmado otra vez el duro hueso de roer en que se ha convertido el onceno albiazul, que hasta fiesta montó al unísono del odioso ‘olé’ en las mismas graderías del vetusto estadio local.

Luego del reconfortante triunfo del holgado equipo de los Millonarios el domingo anterior en Ibagué, quedó plasmado otra vez el duro hueso de roer en que se ha convertido el onceno albiazul, que hasta fiesta montó al unísono del odioso ‘olé’ en las mismas graderías del vetusto estadio local. 

Y no es para menos, pero el espectáculo futbolero lo hizo el Vinotinto y oro, que no supo liquidar en las primeras de cambio y con un grueso error defensivo, permitió ver crecer al enano y recibir un nuevo desconsuelo para su escaza pero fiel afición Tolimense. 

Tal como sucedió ante el Deportivo Cali hace unos 20 días, el equipo ‘Pijao’ no supo administrar el dominio inicial y con un solo descuido, permitió el lucimiento de los atacantes contrarios, que en un abrir y cerrar de ojos le cambió la cara al partido y el resultado final de la contienda. 

Queda en la retina el espectáculo las barras capitalinas, que desde tempranas horas llegaron a la capital Tolimense a tomarse el ambiente del partido y generar hasta pánico en los sectores donde merodearon hasta la finalización del juego. 

Parece increíble, pero el fútbol pasó a ser un espectáculo de miedo y terror, con el ir y venir de personajes mal trajeados, olorosos todo menos a bueno, idos y elevados por sustancias psicoactivas y que se auto denominan dizque ‘Barras Bravas’ con el propósito de seguir a su escuadra y generar el más temible de los actos, producto de su desadaptada condición social.

No hablo solo de los famosos ‘Comandos Azules’ sino, en general, de todos esos acompañantes modernos que tiene los equipos colombianos, con mañas aprendidas y calcadas de las peores enseñanzas de los seguidores de los equipos del sur del continente. 

Porque nosotros no aprendimos la estructura de sus clubes, el compromiso de algunos directivos encaminados a generar dividendos generosos para sus escuadras, sino el fatídico terror, que se vive cuando uno de esos equipos grandes nos visita, acompañados de la mayoría de seguidores envalentonados por la furia y el desorden pasional. 

Es repudiable este hecho, hasta lo ejecutado por las barras locales, que el miércoles anterior asistieron a apoyar a los ‘Pijaos’ en su juego con el Deportivo Pereira por la Copa Postobón e hicieron desacomodar a cuatro ‘pelagatos’, que trataban de hacer las veces de seguidores del equipo de la ‘Perla del Otún’, con arengas igualmente difamantes y provocativas a los escasos asistentes en la tribuna occidental. 

Estos ambiente provocativos hacen que cada vez más los aficionados desaparezcan de los estadios, que en forma triste y lánguida ven como la fiesta del fútbol, pase a ser un espectáculo de terror, de miedo y de mucho frenesí, cuando se advierte la presencia de estos malhechores, llámense como se llamen. 

Lo más triste es que en el anterior juego del sábado hace 10 días frente a la Alianza Petrolera, mi nieto Juan Camilo escondía su camiseta Vinotinto y oro en respuesta a estas lamentables circunstancias, que por obvias razones no le permitió asistir a ver a su equipo del alma ante los embajadores de la capital colombiana.

Credito
JUAN CARLOS LOPERA

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