Salvado por el fútbol

La pasión por Millonarios le permitió seguir con vida, pero por resentimientos patriotas tomó una mala decisión y ahora, 20 años después, se muestra como el más patriota de todos.

El lunes 11 de noviembre de 1985 un acérrimo hincha de Millonarios tomó la decisión de viajar a Bogotá para presenciar el clásico del fútbol colombiano el siguiente miércoles, pues en El Campín se enfrentaba el elenco azul contra el Deportivo Cali.

 

Estadio lleno, octogonal final, Millonarios se jugaba ante Cali continuar mano a mano en la punta con el América, y un tolimense, Juan Alirio Carvajal, cumplía el sueño, pero no se imaginaba que en su pueblo sus seres queridos vivían la peor pesadilla de sus vidas.

 

En El Campín rugió el ‘Búfalo’ Juan Gilberto Funes, marcó dos goles para el delirio de los aficionados azules, un triunfo 2-1 sobre Cali que los dejaba en carrera para buscar la estrella 12, pero en Armero, al Norte del Tolima, se escuchó otro rugido.

 

El volcán Nevado del Ruiz rugió más fuerte que el ‘Búfalo’ y mientras en Bogotá Juan Alirio celebraba, en el pueblo su gente gritaba desesperada, corría de un lado a otro y él no se daba por enterado. Había viajado desde Armero para la capital de la República, vestido de azul, con la ilusión de ver al equipo de sus amores y aunque le dijeron que no viajara porque el partido lo iban a televisar, Juan Alirio fue terco y se fue para Bogotá, donde el fútbol le permitió vivir.

 

La celebración y felicidad del triunfo millonario se extendió hasta altas horas de la madrugada en la fría Bogotá; alegría total en la vida de Juan Alirio, pero esa felicidad se borró de su rostro cuando recibió una, aún más fría, llamada de su mamá. “Mijo, Armero desapareció”.

 

Fueron las palabras que escuchó por teléfono sobre las 5:00 de la mañana del jueves 14 de noviembre. No lo podía creer, el papá, los hermanos, primos, tíos, tías, padrinos, amigos y conocidos sufrieron una trágica muerte, mientras él celebraba en Bogotá. Sentimientos encontrados en la vida de Juan Alirio.

 

Con la tristeza profunda por lo que había sucedido en su tierra, pero a la vez agradecido con Dios porque junto con su mamá se había salvado, de inmediato emprendió viaje para Armero a confirmar los hechos y ‘buscar’ a su gente. Sin embargo, las medidas de seguridad del país no le dejaron ir más allá de Villeta, así que se tuvo que resignar y regresar a Bogotá a ver la televisión y esperar alguna noticia alentadora, que nunca llegó.

 

“Sólo se salvaron los primos de la tía Pola, la que vendía la lechona ahí en la plaza de mercado de Armero; quedaron tres de ellos”, recordó Juan Alirio.

 

Pero la vida del ‘Gordito’ no terminó allí, a la semana siguiente pudo ir a las ruinas, para caminar, llorar, recordar y buscar con una última esperanza a alguien cercano, pero nada, no encontró a nadie, por eso se radicó en Bogotá. Volvía cada semana, cada 15 días a Armero, pero “se fueron acabando las ayudas, y en Bogotá fue una miseria, me tocaba pedir y me cansé de poner las manos y nada, hasta que un día me invitaron a cumplir el sueño americano”.

 


Otra pesadilla Cinco años después de la tragedia, empezando la década de los 90, Juan Alirio tomó la decisión de abandonar a su familia, señora, hijo y su mamá, quienes quedaron en Bogotá, mientras se alistaba para cumplir el sueño americano: ir por el hueco, atravesar México y como polisón llegar a los Estados Unidos.

 

La tristeza de lo perdido en Armero, sumado a la rabia que le nació en el corazón contra Colombia, “por la falta de solidaridad con los armeritas”, alimentaron las ganas de Juan Alirio para aceptar la invitación y buscar una nueva vida, llena de los placeres americanos, el sueño de los jóvenes de la época.

 

Y con esa ilusión emprendió el viaje, pasó dificultades en el trayecto, pero logró coronar el sueño, ese que muchos intentaron y no alcanzaron, para despertar en otro país y mirar con sus propios ojos la fantasía que le contaron, esa belleza de vida que podía empezar en otra cultura, una que sí valiera la pena.

 

Sin embargo, a su llegada a suelo norteamericano el castillo se le derrumbó, todo lo que le dijeron sobre el sueño americano fue sólo eso, un sueño, una ilusión que nunca se le cumplió y empezó a generar algo diferente en su corazón, algo que cumple aquel viejo dicho que dice: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”.

 

Juan Alirio no valoró a su Colombia, la cambió por otra patria y lo único que ahora puede decir es que “yo no le aconsejo a nadie que se vaya a buscar un mejor rumbo a Estados Unidos, el sueño americano ya pasó, no existe, ahora es el insomnio americano y Colombia es linda”.

 

El sufrimiento en Estados Unidos y la humillación que recibió de los norteamericanos fue casi como vivir una tragedia, esa que vivieron sus familiares y amigos aquel 13 de noviembre.

 

Las bondades que le pintaron en Colombia se nublaron, nunca aparecieron, pero ya no podía hacer nada, tenía que afrontar la decisión tomada y aguantarse el que ahora llamaba ‘insomnio americano’. “Allá comencé a lavar carros, fue duro, pero luego me hice conocer como cocinero y panadero, siempre con dificultades por mi condición de ‘colombiano’; todo fue muy duro, prefiero no recordarlo”.

 


Amor especial

 

Y fue allí cuando empezó a valorar las cosas lindas de Colombia, su geografía, su gente, su cultura, el calor humano y a sus seres queridos, aquellos que Dios se los permitió tener y que no se fueron en la avalancha, pero a quienes él no les dio la verdadera importancia y prefirió su ‘beneficio propio’.

 

Así que para empezar a enmendar sus rencores injustos contra el país de sus amores, Colombia, sumado a su pasión por el fútbol, esa que le permitió ser futbolista por allá a principios de los 70, Juan Alirio decidió crear un particular personaje y acompañar a la Selección Colombia en diferentes lugares de América.

 

“Fui futbolista en el 72 y hubo muchos tropiezos que no me dejaron progresar, pero luego, por todo lo vivido, me animé a hacer esta representación, llevo 20 años y me dicen que soy loco, pero nada, yo he andado por varias partes del mundo detrás de esta Selección, llevando la tricolor en el corazón, con el lema ‘Viva la paz en Colombia’”.

 

Y luego de 20 años de soportar el insomnio americano, al que poco a poco se acostumbró, ya con un buen ahorro y pesando 155 kilogramos, decidió realizarse la operación del bypass (quedó pesando 85 kilos) y buscar el retorno a su patria, para empezar a recuperar el tiempo perdido.

 

Hace seis meses regresó a Colombia, se reencontró con su hijo, vive en Bogotá y aún es hincha de Millonarios, aunque “le hago fuerza a Tolima” y en el Mundial Sub-20 de Fútbol de la FIFA Colombia 2011 se roba todas las miradas de los aficionados, por su particular atuendo, ese que lo llevó por Estados Unidos, Venezuela, Ecuador, Costa Rica, Guatemala, El Salvador y México.

 

A las afueras de El Campín todos buscan una foto con Juan Alirio, se refieren a él como un loco, les causa gracia, pero lo que pocos saben es que en su pasado reposa esta historia tan particular.

 

Y lo que Dios y el fútbol no le permitieron sufrir en Armero, “me tocó sufrirlo allá”, quizá como si la vida le cobrara que por ese resentimiento patriota dejó botada a su familia, en una decisión que no se la aconseja a nadie, por eso ahora quiere recuperar el tiempo perdido, con la nueva consigna: “Duré 20 años allá (Estados Unidos), cambié media vida y no, Colombia es un país muy lindo, sigamos cuidándolo y amándolo”.

Credito
FILIBERTO ROJAS FERRO

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