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Las cadenas de pollo frito que lideran este mercado son Frisby, KFC y Kokoriko, con 21%, 7,2% y 11,4% de participación, respectivamente. El top cinco lo completan Buffalo Wings, con 3,2%; y finaliza Piko Riko, con 2,4%. En total, las grandes cadenas que venden este producto suman una participación de 50,4%.
A pesar de ello, las pollerías independientes o de barrio dan la pelea y no se quedan atrás, pues en conjunto tienen 49,6% del mercado.
En términos reales, mientras las cadenas de pollo frito facturaron durante el año pasado US$246,6 millones, las independientes vendieron US$242,6 millones. Frente a 2015, los restaurantes de barrio perdieron 7,4% de mercado.
El rey, Frisby, tiene una trayectoria de 45 años, cuenta con 200 restaurantes directos y 65 franquicias en 57 cabeceras municipales. En datos operativos, sus ventas fueron de $592.671 millones el año pasado y emplea a 4.500 personas.
El liderazgo de la categoría radica en cuatro factores principales, según explica la gerente de Frisby, Liliana Restrepo: “nuestra trayectoria en el mercado nos ha permitido generar una confianza importante del cliente hacia la marca”. La cadena planea inaugurar siete restaurantes más en lo que queda de 2022 y proyecta abrir entre 10 y 15 para 2023.
Según Euromonitor International, se evidenció que las cadenas de pollo frito crecieron 18,9% desde 2016 hasta 2021, mientras que los restaurantes independientes registraron un incremento de 3,6%. Estas cifras de crecimiento se hacen evidentes contemplando los cambios en participación en el mercado, pues en 2015 las pollerías independientes contaban con 57% de la torta, mientras el restante fue para las grandes cadenas (43,6%). Esto significa que las participaciones se invirtieron en seis años, principalmente por el impulso de los domicilios en la pandemia.
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