Llanto y recuerdos tras el cierre del Almacén Tía

HÉLMER PARRA - EL NUEVO DÍA
Muchas personas construyeron sus hogares durante los 40 años que funcionó el Tía en Ibagué. Tras el cierre definitivo de sus puertas, los empleados rememoran lo que significó para ellos el establecimiento comercial más querido de algunos tolimenses.

Con nostalgia y pensando en el futuro, varios empleados del Almacén Tía se agruparon frente a una de las puertas de la sede en Ibagué y recordaron las anécdotas y los momentos felices que vivieron durante el tiempo que laboraron en una de las instituciones más antiguas de Colombia y que llegó a su fin.

De los 77 años que funcionó el establecimiento en el país, el de Ibagué había cumplido este año cuatro décadas de atención al público y contaba con una nómina cercana a los 50 empleados directos, sin contar los indirectos.

Afuera, y mirando tras los cristales su antiguo sitio de labores, está Dora Astrid Riaño, una chaparraluna quien ingresó a trabajar al Tía en 1989. Mientras se abraza con sus compañeros de trabajo y comparte algunas palabras, las lágrimas empiezan a resbalar por sus mejillas, todo porque hoy no desempeñará lo que más le gustaba hacer.

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Dora Astrid rememora el día en que pasó su hoja de vida, cuando la administradora recibió su curriculum y una hoja blanca, que era para la prueba de ingreso, tenía que resolver varias preguntas, entre ellas resolver multiplicaciones, divisiones, sumas, y saber las medidas de peso, cuántos gramos contiene una libra.

“Me recibió la señora Flor, pasé el examen y me dijeron que el trabajo era solo por dos meses, entonces dije ‘voy a trabajar por un tiempo, sabía que acá dejaban a los más aguerridos y trabajadores’ y con el pasar de los días me quedé.

“En ese tiempo había mucho movimiento, clientes y el almacén era muy surtido. Acá el pago siempre fue puntual; teníamos nuestro sindicato que nos enseñó a trabajar con amor y cariño por la empresa, pues nos daba todo para vivir”.


El sueño de la casita

 Con el amor y la dedicación que tuvo durante 26 años por la empresa, Dora Astrid agradece lo que Tía le dio para su crecimiento personal y familiar. Cuenta que obtuvo el ansiado subsidio de vivienda con el que pagó su casa y, además, dio estudio a sus hijas.

“También me formé, pues nos daban permiso para estudiar, el Sena me capacitó en ventas y exhibición comercial, y logré un técnico en Administración Empresarial. Con la mayoría de compañeras obtuvimos nuestra casa”, narra.

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Ayer en la mañana todo fue nostalgia en la edificación de la carrera Tercera número 13A - 09, pero también había rabia, como contó Dora Astrid, quien culpa de esta y otras quiebras que han sufrido las empresas colombianas a los malos manejos del Gobierno tras la firma del TLC.

“Esto se veía venir, por eso sí nosotros como colombianos no tomamos la decisión de cambiar este gobierno, de sacar a esos ladrones de cuello blanco, porque la economía en general está afectada. Fábricas de zapatos, pequeñas y medianas empresas acabadas, y esto gracias al señor Uribe y a su TLC. Gracias a ellos ahora somos desempleados”, puntualizó la hoy desempleada.

El Tía llegó a su última generación, tras 19 almacenes en 10 ciudades y el primero en crear las tiendas por departamentos, además con productos marca propia. Muchos añoran el regreso a clases con los cuadernos Pilísimos y los paquetes escolares; ahora solo quedará el recuerdo.

Julio Ernesto Parrales, quien llevaba 21 años trabajando en el Tía, cuenta que en ese año, 1996, trabajaba en el Supermercado Centrales mediante una bolsa de empleo; luego, al quedar desempleado, su padre le contó que había escuchado que en el Tía estaban recibiendo hojas de vida, la pasó, y fue seleccionado como locutor a ofertar productos, dos meses después fue trasladado a la bodega.

“Me acuerdo de que me recibió la hoja de vida el señor Acevedo; así empezó mi vida en mi segundo hogar, con este trabajo tuve mi casa y mi familia; es que a la semana de haber entrado a trabajar acá, nació mi hija Kelly. Es un recuerdo para siempre.

El exempleado rememora los días en que la gente llenaba los pasillos del almacén durante las temporadas navideña y escolar. “En diciembre se llenaban los pasillos; yo era el encargado de surtir lo de navidad y la dulcería y tiquetear la mercancía”, narra.

 

Solo agradecimientos

Julio Ernesto Parrales, quien llevaba 21 años trabajando en el Tía, cuenta que en ese año, 1996, trabajaba en el Supermercado Centrales mediante una bolsa de empleo; luego, al quedar desempleado, su padre le contó que había escuchado que en el Tía estaban recibiendo hojas de vida, la pasó, y fue seleccionado como locutor a ofertar productos, dos meses después fue trasladado a la bodega.

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“Me acuerdo de que me recibió la hoja de vida el señor Acevedo; así empezó mi vida en mi segundo hogar, con este trabajo tuve mi casa y mi familia; es que a la semana de haber entrado a trabajar acá, nació mi hija Kelly. Es un recuerdo para siempre.

El exempleado rememora los días en que la gente llenaba los pasillos del almacén durante las temporadas navideña y escolar. “En diciembre se llenaban los pasillos; yo era el encargado de surtir lo de navidad y la dulcería y tiquetear la mercancía”, narra.

 

Frase

"El Tía fue nuestro segundo hogar, a veces teníamos nuestros inconvenientes, pero siempre nos enseñaron a tratar al cliente, nos decían ‘vendan con el corazón como si fuera para ustedes, no engañen a los clientes’. Teníamos un buen ambiente de trabajo", Dora Astrid Riaño.

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Credito
ANTONIO GUZMÁN OLIVEROS

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