Ibagué también tuvo su época de fiesta brava

Crédito: Archivo / EL NUEVO DÍACésar Rincón tuvo faenas épicas en Ibagué y fue la primera plaza en despedirse.
Grandes toreros triunfaron en la plaza de toros Pepe Cáceres, César Rincón se despidió en este ruedo; y ‘El Juli’ también deleitó a los ibaguereños con sus faenas, en una arena que hoy está olvidada.
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La Plaza de Toros Pepe Cáceres tuvo su momento dorado en la década del 90, cuando en Ibagué se sentía con furor la fiesta brava. Destacados toreros desfilaron por el ruedo de este escenario inaugurado el 15 de diciembre de 1985 y bautizado en honor al ‘matador’ más importante del Tolima.

Las lidias en Ibagué se realizaban durante las fiestas del Folclor, los carteles de importantes exponentes de la tauromaquia eran pegados en los locales comerciales del centro, y la alta alcurnia y los amantes de los toros apoyaban la tradición heredada por los españoles.

También hubo corridas a fin y comienzo de año. Se facilitaban por la presencia de toreros españoles que participaban en la Feria de Cali, y las temporadas en Manizales, Cartagena, Bogotá y Medellín, amén de corridas en México, Venezuela y Perú.

EL NUEVO DÍA acudió en varias ocasiones a la arena ibaguereña, en la que estuvieron importantes diestros como César Rincón, César Camacho, Joselillo de Colombia, Gitanillo de América, Joselito Borda, Pepe Manrique y los españoles Manuel Díaz ‘El Cordobés’, José Ortega Cano y Julián López ‘El Juli’, entre otros.

En esas tardes también triunfaron ganaderías como las de Juan Bernardo Caicedo y las de las haciendas El Aceituno y los Laserna, toros de casta que en varias ocasiones lograron ser indultados.

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Tarde de toros

El periodista Carlos Blanco Botero tuvo la fortuna de escribir las mejores crónicas de la fiesta brava para esta casa editorial, y compartir con toreros importantes que dieron su paseíllo por el ruedo ibaguereño vistiendo con orgullo el traje de luces.

“Era majestuoso, salían los toreros elegantes con sus trajes, adelante y a caballo iba el alguacil ataviado a la usanza, saludaban y cada torero se iba a un burladero con su cuadrilla.

“De pronto, el toque de trompeta para llamar al primer toro. Algunos toreros arriesgados lo recibían de rodillas, pero eso era como un suicidio, porque el animal salía ciego y se encontraba en ese circo y con el trapo rojo”, narra Carlos Blanco.

Con los primeros capotazos, el torero comprobaba la fuerza y bravura del animal, el público se animaba. Luego salía el picador a pullar al toro con el fin de evitarle un infarto, ya que, al ser un toro de casta, tiene la sangre caliente y es necesario bajarle la bravura.

“La alegría de la gente era importante, los nervios a la salida de los banderilleros se sentía, luego llegaba el turno de la muleta y al final la suerte máxima en la que se mide al torero, pues tiene que saber estocar y dar una muerte fulminante. No puede dejar sufrir al astado”, explica.

 

Grandes corridas

Cuenta Blanco que la fiesta brava se vivía en la capital tolimense como un gran acontecimiento, pues llegaba gente de Cali, Bogotá y Manizales a ver los toros.

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“José Porras se destacó por traer buenos diestros y toros, además de rejoneadores como Dayro Chica. Recuerdo en una ocasión que la hija de Chica abrió la plaza, entró a caballo con una elegancia, y a sus nueve años recibió los aplausos del público.

“Del Tolima destacaron los astados de El Aceituno, toros de casta de los hermanos Rocha, la finca de los Laserna, reses de Cajamarca; animales que embestían bien al caballo, acudían a la banderilla y al capote, los toreros confiaban en que no iban a jadear o buscar las tablas.

“En una de las corridas a las que asistí, el ganadero Juan Bernardo Caicedo vendió una para Medellín y otra para acá; los toros que dejó acá fueron excelentes, pues indultaron tres. En muchas corridas salieron toreros con dos orejas y rabo y alzados en hombros por la puerta grande”, recuerda.

El periodista y cronista, quien entrevistó a César Rincón durante sus vacaciones en Chicoral, lo recuerda como un maestro total. “Cuando estuvo en Ibague ya había salido tres veces por la puerta grande en Madrid”.

Rememora las lidias que ofrecía Gitanillo de América, de quien dice, “era un torero tremendista, alegre. Se conectaba con el público, que se emocionaba, una maravilla. El hijo de ‘El Cordobés’ también era tremendista”.

Blanco Botero fue invitado a las tientas, pues José Porras lo tenía en cuenta en esas reuniones con los ganaderos y gente importante de los toros.

Tras 12 años de labores en EL NUEVO DÍA y escribir importantes crónicas sobre el Tolima, Carlos Blanco continuó su profesión en la academia. Dejó recuerdos de cuando en Ibagué se escuchaba el ‘olé’ y la sangre del toro o la del torero manchaba la arena del Pepe Cáceres.

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DATO

En octubre de 1981, Carlos Blanco vio torear al tolimense Pepe Cáceres, en una visita a España, y fue en la catedral del toreo, en Las Ventas, de Madrid.

 

DATO

Ibagué fue la ciudad donde César Rincón inició su temporada de despedida. La corrida, aunque no fue una de las mejores, debido al fuerte aguacero que cayó en la tarde del 16 de diciembre de 2007, siempre será recordada porque el ‘matador’ más importante que ha tenido Colombia tuvo en cuenta a la Capital Musical para decir adiós a su afición.

 

DATO

El 12 de febrero de 2000, el mejor torero del mundo, Julián López ‘El Juli’, hizo su única presentación en Ibagué. En esa época, él tenía 17 años y ya cobraba más de $180 millones por corrida, pero, gracias a una negociación con José Porras, el joven ‘Matador’ tuvo su tarde en la Musical. En esa temporada solo estuvo en Bogotá y no pudo ser llevado ni a Manizales ni Medellín, donde años después triunfó.

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