Indígenas Pijaos, más que cultura y tradición oral

ARCHIVO - EL NUEVO DÍA
Los pueblos indígenas guardan misterios y sus creencias están encaminadas a la tradición oral y a la alabanza de los dioses que aún deambulan por los cerros de Pacandé y los Avechucos. Natagaima, Coyaima y Ortega, tienen en su mayoría la población indígena en el Departamento

Tolima, ‘La Tierra Firme’ de Colombia, conserva raíces ancestrales de los indios Pijaos, los cuales están distribuidos en su mayoría en el sur del Departamento.

En 13 municipios están asentados, de ellos, Coyaima, Natagaima y Ortega tienen el 80 por ciento de la población.

Pero aparte de los ancestros guerreros, el Tolima también acoge a otras comunidades como los Nasa o Paez, oriundos del Cauca y radicados en Rioblanco y Planadas.

En Cajamarca existe la comunidad Quechua, originaria de Perú, y en Líbano, Espinal e Ibagué están asentados indígenas desplazados de Caldas y Risaralda, conocidos como los Embera Chamí.

Las llamadas comunidades son aquellas familias que tienen tierras propias, reciben transferencias del Gobierno y otras ayudas; los resguardos son pueblos que no se han constituido.

Los grupos Pijaos, cuyo origen al parecer es del Caribe (antes de la conquista), están conformados por los Coyaimas, Natagaimas, Yaporogos, Poincos, Tairas, Ambeimas, Matoras, Ibanascas y Tuamos.

Estas comunidades tienen por supuesto sus propias costumbres religiosas, culturales y gastronómicas, y una amplia tradición oral en cuanto a mitología, infortunadamente la lengua Pijao desapareció y apenas se ha logrado rescatar unas 400 palabras.

Según informó César Culma Yara, miembro del Crit, algo muy grave en el tema cultural fue la pérdida de la lengua nativa y solamente quedan vocablos como Arco, Irco, Erco, Chenche y Meche.

“Tenemos el proyecto para viajar a España, donde hay manuscritos que hacían los frailes o pacificadores, ellos sí transcribieron la lengua Pijao. Estamos buscando ayuda del Gobierno para que nos permita viajar y buscar

el dialecto.

“Solo que parece que no les interesa el rescate de este dialecto, diferente a otros pueblos donde se busca rescatar las lenguas como el caso del Palenque”, afirmó Culma Yara.

El Mohán y El Tunjo,

“He tenido la posibilidad de sentir a El Mohán” -cuenta Nelsy Vega, originaria del resguardo Yaco Molana en Natagaima-.

“Hace dos años en Painima, en Anchique, Natagaima, me metí al lago con un traje de dos piezas cuando sentí el pelerío, de una vez me puse a rezar el Padre Nuestro, acercándome a la orilla volví a sentirlo en las piernas.

“Él no es malo si lo tratan bien, no es visible con todos, hay que dejarle chicha, aguardiente o tabaco, porque sale a calentarse a mediodía o al atardecer, con esto se portan bien y deja pescar. Si ataca es porque hay quienes causan daños a los ríos”.

“A mi padre se le apareció El Tunjo de Oro, un niño mono de ojos azules. Se apareció donde estaban jugando varios niños; se le hacía extraño cómo un menor con esas características podía estar en el resguardo; entonces, cayó en cuenta que la abuela le dijo que al Tunjo le gustaba jugar con niños.

“Este espíritu aparece porque ayuda a conservar los tesoros, en mi resguardo hay bóvedas donde los antepasados dejaron riquezas, varios guaqueros han sido guiados por El Tunjo, quien los lleva adonde están los tesoros. También existe una oración para que se les caiga el caparazón de oro que llevan”.

Tradición oral

El pueblo Pijao tiene muchas creencias en la mitología, especialmente en los espíritus del monte, el agua y la tierra.

Según la creencia, los espíritus están dentro de las siete capas del mundo, ubicados en el tercer escalón Chiri, o frío.

Según cuenta Nelsy Vega Oyola, profesora indígena, entre las ánimas del viento se encuentran el ‘Chilacó de Viento’, ‘El Pollo de Viento’, ‘Burro de Viento’, ‘Culebra de Viento’, ‘El Burro sin Cabeza’, entre otros, estos tienen un significado dependiendo del canto.

“El Chilacó anuncia desgracias o muerte, si el canto es grueso, es porque va a morir un hombre y si es delgado, fallecerá una mujer.

“Por su parte, ‘El Pollo de Viento’, anuncia invierno o verano; tenemos también que si ‘El Guaco’ canta sobre un árbol frondoso, es porque va a llover, pero si se posa sobre un árbol seco, se aproximan días de sequía”.

El silbido de la ‘Culebra de Viento’ también anuncia lluvias (leer otros mitos).

Dioses                                                            

Los ancestros Pijaos dejaron a sus pueblos la creencia de dioses que en la actualidad siguen representados en las comunidades y resguardos, los cuatro principales son: Lulumoy, es el Dios de la Justicia y la Sabiduría, está revestido de un cuerpo con tres cabezas, seis brazos y seis piernas.

La diosa Ibamaca, representa la Protección; la diosa Locomboo, el tiempo y la prosperidad; y el Dios de la Guerra, Guimbales, utiliza una macana para espantar a los enemigos.  

Ellos tienen sus aposentos y emergen en los cerros de Los Avechucos, se comunican a través de una viga de oro que de Los Avechucos conduce al Cerro de Pacandé, donde habita la Diosa de la tormenta Ibanasca, dueña de los vientos del Sur, la viga de oro al pasar por el río Saldaña (Yanki). 
El territorio de Coyaima se bifurca en un ramal que parte hacia la serranía de Calarma, donde habita el Arcoíris (Chucuy) y donde están enterradas las vestiduras de oro de Calarcá entre la laguna verde. 

El ramal mayor es el que pasa por Coyaima, construido sobre una gran laguna seca que se prolonga hasta el Salto del Guaguarco. 

La tradición cuenta que si se explora la viga de oro, volverán a gobernar los espíritus fríos inundando la tierra y desaparecerá Coyaima y el gran territorio Pijao. 

La Sierpe Taya Mola y el Diablo

En el resguardo indígena Yaco Molana donde vive Nelsy Vega, existe una culebra de piedra que, según la historia, en el año de 1935 y tras la creciente del río Magdalena bajó una empalizada y en ella una culebra enrollada. 

“Mi abuela que murió a los 96 años, cuenta que cuando creció el río apareció ese animal del grosor de una palma y tenía cresta. 
“Esto sucedió en 1935 cuando estaban construyendo la iglesia de Natagaima, la gente se reunió porque la culebra, como representa el agua y el frío, se dirigía al cerro de Pacandé, luego todos se preocuparon de que si llegaba, convertiría el cerro en nevado y todos morirían de frío.

“Decidieron hablar con el sacerdote, pero por bastante tiempo el animal se perdió y cuando lo encontraron, el padre le rezó, le echó agua bendita y lo conjuró; el animal quedó convertido en piedra. Los restos fueron llamados Sierpe Taya Mola y están en el resguardo indígena”.

Los Pijaos creen que el diablo no está ni en el infierno ni en otra parte, sino en la misma tierra y ello se debe a que en varias ocasiones lo han visto. Casi siempre que aparece es para dar una enseñanza a las personas que actúan de mala manera.

“En el antiguo Camino Real, por donde cruzaban las personas en mula para Natagaima y por su cercanía con el río Magdalena, en donde viven de la pesca, cuenta mi papá que Octavio Hernández Delgado y Eusebio Vera se fueron a pescar y uno de ellos era mujeriego y le daba ‘planeras’ y patadas a las mujeres; pero, cuando estaban en el río y a media noche, les cantó el ‘Chilacó de Viento’, pero no hicieron caso y continuaron, entonces volvió a cantar y tampoco atendieron al Chilacó.

“La tercera vez fue de frente y decidieron recoger las cosas. Cuando iban por el camino escucharon que se abría un portón metálico, cuando sintieron que a su lado iba ‘el amigo de la mula’ y cuando lo saludaron, sintieron como si la mano fuera de espinas; empezaron a hablar y miraban de reojo, porque a la mula le brillaban las herraduras, frenos, jáquima, montura, todos los accesorios, y vieron que los ojos eran rojos, como si echaran candela.


“El tipo vestido de negro, con un sombrero grande y botas con espuelas, les preguntó  dónde quedaba Montefrío en Natagaima y los hombres le respondieron que a dos horas, entonces dijo que iba para la finca de Benjamín Cáceres, a lo que respondieron que sí lo conocían. Al llegar al caserío se volvieron a despedir y sintieron otra vez la mano, pero esta vez tranquilos, porque el hombre se fue.


“Entonces cuando uno de ellos fue a abrir el portón de lata, lo tomó de la mano y lo montó en el anca de la mula y lo dejó en unos arbustos llenos de espinas; cuentan que el tipo le dijo que era una enseñanza para que no fuera corrompido, ni maltratador con las mujeres”. 

Asegura Nelsy Vega, que el diablo todavía se siente por el resguardo y que cuando lo hace, los perros lloran y quedan privados, además el olor a tabaco y azufre inunda el aire. 

“Mi padre, a veces dice, ‘ahí viene el capataz’, y como duerme en una hamaca, le toca entrarse y cerrar bien las puertas. Ahora en Semana Santa el diablo va a estar suelto”. 

Cosmovisión del  Pueblo Indígena Pijao

La cosmovisión indígena del pueblo Pijao, de acuerdo con lo informado por César Culma y Nelsy Vega, está estructurada en las siete capas del mundo, están distribuidas en el Chiri o frío o Chaguán que es calor (el mismo camino que deben recorrer los difuntos, estas se encuentran en lo subterráneo y por encima de la tierra. Los humanos, animales, plantas y minerales están en el nivel intermedio para mantener el equilibrio entre el Chirí y el Chaguán.

En la parte superior está la morada del padre sol (Ta) y las estrellas (Atiesia), representa nuestro otro yo. Sigue la luna (Taiba), reina procreadora, el trueno, el arcoíris y la constelación de espíritus que navegan en las nubes (Tolaima), la otra capa es el territorio Pijao donde se concentra el equilibrio del mundo.

Los niveles subterráneos están dominados por El Mohán, La Mohana, la Madre de Agua, El Poira, La Madre Monte, La Candileja, La Llorona, la Sombrerona, ‘El Tunjo de Oro’. Siguen los enanitos sin rabo que viven del aroma de la comida, de los suspiros de los enamorados y las alamas de los difuntos que emprenden el camino sin regreso. Finalmente los Dioses ancestrales (ver recuadro). 

Bohíos ancestrales indígenas

Los bohíos ancestrales, cuenta César Culma, fueron construidos cuando terminó la confrontación entre indígenas y españoles en Matora de Maito, Chaparral, y decidieron concertar llegando a acuerdos de paz y convivencia; desde Chaparral se desplazaron hasta Anchique en Natagaima y cerca al río destinaron espacios para la construcción de los pueblos, puesto que los guerrero Pijaos quemaban las casas que los conquistadores construían en Coyaima, Natagaima y Ortega, tras las concertaciones, los indígenas permitieron poblar esos territorios.

Por supuesto, señaló Culma Yara, en la actualidad y para fortalecer la cultura, el Crit construyó ocho bohíos de sabiduría indígena, que están en los resguardos de Paso Ancho y Guatavita Tua en Ortega; Lomas de Hilarco y Santa Marta Diamante en Coyaima; Yaco Molana y Anchique en Natagaima; Castilla, y en Purificación en el resguardo Poincos Taira.

“Los bohíos están construidos en forma de cucurucho y representan las capas de la tierra, desde abajo hasta el sol, el material es de la región como palmas, ataderos tocayá, chicható, guadua, madera de iguá, barro, oniquero y en la parte superior se instaló una tinaja de barro.

“En el centro, donde los médicos ancestrales hacen sus rituales con la comunidad, hay un espacio sin pavimentar; el techo está sostenido por cuatro columnas que representan a los dioses”, contó Culma Yara.

Los terrenos donde fueron construidos los bohíos fueron expuestos a un rito de limpieza y armonización, se demarcó la entrada que es por el oriente y la salida hacia el occidente.

Los bohíos representan toda la sabiduría ancestral de la cultura, su diseño está acondicionado para efectuar rituales, formación, capacitación y liderazgo indígena.

Credito
ANTONIO GUZMÁN OLIVEROS

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