Tolima: El eco de la tierra y la nieve

ARCHIVO - EL NUEVO DÍA
Talaima, Dulima, Tulima... Son varias las teorías históricas sobre el devenir del nombre de nuestro Departamento, pero sobre todo fundamentadas en el culto a la divinidad existente en el territorio.

Desde el culto al gran nevado hasta el reconocimiento de una divinidad de antaño han motivado a que nuestro departamento lleve el nombre Tolima; esto, de acuerdo con los testimonios que sobre esta historia permanecen en el imaginario popular.Y más que todo era la interpretación de los indígenas de entonces la que influía en si la base de esta denominación era Tulima, Talaima o Dulima, según han acuñado los cronistas al paso de los años, tras su nacimiento como Estado Soberano en 1861.

Posibles orígenesEn primera medida, según cita María Yolanda Jaramillo en el libro ‘Los colores de la historia’, se habla de que los indígenas usaban ese nombre mucho antes de la Conquista, y luego entraron los conceptos de Fray Pedro de Aguado, Luis López de Mesa y el padre Ramírez Sendoya.

“Fray Pedro de Aguado afirmó que los indígenas denominaban a la nieve Tolima refiriéndose al gran nevado; según Luis López de Mesa, los indígenas veneraban al nevado como la divinidad de las nieves, y que, al implorar sus favores en su dialecto, la nombraban Dulima (río de nieve).No obstante, cita José Ignacio Arciniegas Herrán, en el libro ‘Así es el Tolima’, que a pesar de lo poético de la etimología allí inmersa, la apreciación de López de Mesa (hecha además con Julio Cesar García) carecería de total fundamento.Entre tanto, de acuerdo con el padre e investigador Pedro José Ramírez Sendoya, “en el diccionario Indio del Gran Tolima la terminación Ima es voz Caribe, y traduce ‘Tierra’ (usado de manera profusa en varios sectores: Natagaima, Coyaima, Anaima, Combeima, Ambeima, etc.)”.

Cercana a esta conclusión, la más aceptada, está la del bogotano Carlos Cuervo Márquez, quien en sus denominados estudios arqueológicos y etnográficos enuncia que la terminación Ima fue traída por las tribus caribes del Alto Magdalena.“Introdujeron en esta región el vocablo imaginario de la Guayana, utilizándolo profusamente en los nombres de pueblos, principalmente entre los Panches, Pijaos, Coyaimas y Natagaimas”, según es citado por Arciniegas Herrán.

De esta manera, continúa Cuervo, se registraría el paso de esa tribu “invasora” por este territorio, donde “la encontró la Conquista y cuyos restos fueron la base sobre la que se desarrolló la población de las tierras calientes de Cundinamarca y todo el Tolima”.Por su parte, el historiador Hermes Tovar determina que “el vocablo Tolima fue una interpretación de Talaima, como llamaban los indios a las tierras donde fue fundada Mariquita.

Esto obedece a que los españoles cronistas documentaron en su lengua los sonidos que escuchaban.“Es por ello que encontramos muchas veces la misma palabra escrita en formas diferentes, lo que por supuesto impide mayor comprensión y estudio de estas lenguas precolombinas”, cita Yolanda Jaramillo sobre Tovar, en el libro en mención.

Amalgama de idiosincrasias y razas

En la idiosincrasia del tolimense se reconoce la variedad fundamentada en una geografía como centro minero de gran importancia, con yacimientos de plata que abastecieron durante la Colonia el mercado de España, adonde el metal era transportado desde el puerto de Honda en champanes por el Magdalena, y desde Cartagena en buques a Europa.

Lo señala Reinel Salas Vargas, citado por Jaramillo, y reconoce también que ser sede de la Expedición Botánica de 1783 a 1792 “remontó las fronteras de Europa como Centro de Investigación Naturalista más importante de Hispanoamérica, con gran trascendencia mundial”.En la unidad político-administrativa (provincia de Neiva) conocida como Alto Magdalena, se originó “un tipo de hombre particular, cuyas características culturales se definieron a partir de la hacienda ganadera propia de tierra caliente”.Confluían las disponibilidades propias de la geografiía de la región, caracterizada por “temperaturas altas y medias, llanuras y montañas, praderas naturales y aguas abundantes, pastos y bosques, oro de aluvión y mano de obra indígena y de concertados”.

El poblador del campo, según el autor, se dedicó a la ganadería, la agricultura de pancoger y el cultivo de cacao, y los citadinos ejercían el comercio, el expendio de carne, la artesanía y los servicios, aunque los grandes latifundistas tenían su residencia en Santafé y Popayán.

Más lo anterior, Arciniegas Herrán da cuenta de tres tipos de habitantes establecidos en la región: raíz tolimense (tierra caliente y parte de la templada), cepa antioqueña (tierra fría y parte de la templada) y sangre antioqueña y boyacense (tierra templada y páramos).También se menciona lo señalado por Blanca Álvarez de Parra en ‘Bajo el cielo hechizado del Tolima’ (1986), sobre un campesino soportado en lo mitológico y rico en la tradición oral, como manera de relacionarse con el paisaje -recuérdese La patasola, La llorona, La madremonte, El mohán o Poira-.

Credito
HERNÁN CAMILO YEPES VÁSQUEZ

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