Su cacería es despiadada

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Los pescadores vietnamitas creían que las ballenas habían sido enviadas por el Dios de las Aguas para proteger a los marinos y llevar a los náufragos en sus lomos a lugares más seguros. Ellos creían que cada vez que una ballena moría, la lluvia caería y los vientos aullarían por 3 días. Quizás esa sea la razón del mar huracanado que llega a tierra produciendo tantos estragos.

Las ballenas son grandes mamíferos cosmopolitas, dueños de un largo cráneo de hasta un tercio de la longitud de su cuerpo, con una característica cola dispuesta en un plano horizontal, que les facilita la ascensión a la superficie, donde tienen que subir a respirar cada hora, mediante orificios situados en la cima de la cabeza y por los que expulsan agua acompañada a menudo de mucosidades. Esas que no se reproducen hasta que tienen de 7 a 14 años de edad y cuya gestación dura unos 12 meses y quienes normalmente tienen un único ballenato cada 2 o 3 años. Esas gigantes que se comunican mediante una gama de hermosos sonidos, por eco-localización o bio-sonar. Esas que duermen con un lado de su cerebro a la vez y que por eso son capaces de descansar lo suficiente y aún así subir a la superficie para tomar aire. Hermosas criaturas que son excelentes padres con sus crías y que a menudo ponen en riesgo su propia supervivencia para permanecer con su manada. Tanto así, que si una ballena queda varada, las demás le siguen para estar con ella y acaban todas en la playa esperando la muerte. Ellas aún hoy, siguen siendo cazadas.

¿Érase una vez…?

La caza de la ballena comenzó en el siglo XI en el golfo de Vizcaya por pescadores vascos y hasta el siglo XIX se limitó a la “ballena franca” llamada así por la facilidad con que se capturaba, ya que sus movimientos son lentos y al tener mucha grasa flotaba una vez muerta y podía ser arrastrada fácilmente. La mejora tecnológica en las embarcaciones y el invento, en 1877 del arpón explosivo, dio lugar a una caza excesiva que llevó a muchas especies de cetáceos al borde de la extinción. En 1949 fue creada la “Comisión Ballenera Internacional” que intentó limitar las capturas y solo hasta 1985 se estableció la suspensión de la caza comercial. Japón abandonó la caza de ballenas en 1986 por la moratoria internacional, pero la retomó en 1987 bajo un programa con fines científicos autorizado por la Comisión Ballenera Internacional (CBI), entre el escepticismo de muchas asociaciones y países. La CBI nació con problemas de fondo ya que 3 países miembros poseen industria ballenera (Noruega, Japón e Islandia) que continúan con las matanzas a gran escala de ballenas. Japón se ha caracterizado por financiar económicamente a otros países miembros a cambio de su voto en la organización, por lo cual se hace imposible obtener la mayoría de los tres cuartos necesarios para introducir cambios significativos en las políticas actuales, generando una situación de parálisis.

Japón suspende caza por presión de ambientalistas

La caza de ballenas ha reportado a Tokio constantes críticas en todo el mundo y hasta una denuncia de Australia ante la Corte Penal Internacional de La Haya por esconder, bajo supuestos fines científicos, motivaciones meramente comerciales.

La presión de grupos ambientalistas no ha cesado, lo vemos en los sabotajes realizados por el barco estadounidense Sea Shepherd, que en las frías aguas antárticas frena las capturas del barco japonés Nisshin Maru, con prácticas como abordajes, lanzamiento de ácidos corrosivos o encadenamientos de sus activistas al ballenero, que han provocado irritación en Japón.

Y es que en Japón es común encontrar carne de ballena en sus restaurantes, si bien su consumo ha caído con fuerza en los últimos años hasta suponer en 2009 algo más de 4.200 toneladas, cuando en 1962 le alcanzaron a reportar un consumo de 230.000 toneladas de carne de ballena, ellos no dejan a las ballenas en paz.

Además de Japón, Islandia y Noruega son los únicos países que siguen pescando ballenas; práctica que en Tokio se defiende como una tradición cultural milenaria, nacida en la costa de Taiji en Wakayama, donde también se lleva a cabo una polémica caza de delfines.

Un portavoz de Greenpeace expresó su esperanza que este año, se haya cumplido la última campaña en la Antártida del Nisshin Maru (barco nipón), debido a que su actividad es cada vez menos rentable ante las elevadas reservas de carne de ballena almacenadas en Japón.

Para este ejercicio, la cuota anual era de 850 mamíferos pero, según el Sea Shepherd, los barcos nipones apenas han podido capturar entre 30 y 100 cetáceos en la que supone la peor campaña de su historia.

En el Pacífico colombiano

Durante el mes de julio se cumple el arribo anual de cientos de ballenas jorobadas, grandes cetáceos que han cumplido el recorrido de 8.500 kilómetros y que atraídos por los 25º C de temperatura del océano Pacífico en las costas colombianas, se les facilitará parir sus crías, alimentarlas y enseñarlas a respirar, mientras los machos cortejan hembras y continúan la multiplicación de la especie. Puede ser observada en Bahía Solano, Nuquí, el Parque Nacional Natural Gorgona y Bahía Málaga en Buenaventura, lugares con infraestructura adecuada para los viajeros atraídos por el inolvidable espectáculo que se prolongará hasta el mes de octubre, en el que regresarán a aguas frías acompañadas para entonces de sus destetados ballenatos.

Horrorosa matanza tradicional 

En un pequeño archipiélago en el Atlántico Norte llamado Feroe se lleva a cabo el festival sangriento llamado ‘Grindadráp’, en el que matan de la manera más brutal y cruel a cerca de mil calderones o ballenas piloto y delfines. Arrastrados a aguas poco profundas, son enganchados por el orificio nasal y luego les cortan la cabeza. Los participantes de la tradicional barbarie no hacen excepciones y exterminan familias completas, los isleños que siguen la tradición dicen: forma parte de sus raíces.

Algunos sostienen que un muchacho debe matar a un delfín o una ballena para iniciar la vida adulta. Desde el año 1985 la ONG Sea Shepherd para la conservación de la fauna marina, cuya misión es acabar con la destrucción del hábitat y la matanza de la fauna en los océanos del mundo, ha liderado campañas para oponerse a la masacre. Miles de personas han firmado peticiones, que han sido ignoradas por el Gobierno de Dinamarca.

Credito
GONZALO PALOMINO OBSERVATORIO AMBIENTAL DEL NUEVO DÍA

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