¡Cuidado: el recurso hídrico se agota!

ARCHIVO – EL NUEVO DÍA
Al hablar del cambio climático la primera y más dramática imagen que se nos viene es la de campos desolados por el efecto de la sequía y la falta de agua.

Esa percepción la vemos lejana en nuestro territorio, pues somos parte de una Nación que se precia de tener un balance hídrico que nos permite calificarnos como potencia en la producción de agua potable en el mundo.

Pero independiente de la percepción que tengamos, el cambio climático es una realidad que llegó al mundo para quedarse y que todos de una u otra manera lo hemos de soportar, al punto que ya se habla de nuestra adaptación y no de las posibilidades de evitarlo.

Dado los cambios ecosistémicos que se han producido en el ambiente natural y de los cuales nadie puede substraerse, es necesario preparar a la sociedad para adaptarse a tales cambios y mitigar sus efectos más pronunciados.

Un efecto evidente del cambio climático es el incremento de la vulnerabilidad hídrica de la comunidad.

Reflexionar sobre este fenómeno es esbozar los conflictos sobre la gestión de la oferta y uso del agua en el departamento y reflexionar sobre la seguridad hídrica del territorio, como una condición indispensable en una propuesta de desarrollo.

La riqueza hídrica de nuestro país, calculada en 57.000 m³ por persona, se reduce a la mitad en años secos, es decir, a 26.000 m³ y se vuelve más crítica en las zonas de los valles interandinos donde la disponibilidad del recurso hídrico depende casi, exclusivamente, de aguas superficiales que se ven sometidas a profundos cambios como resultado del cambio climático.

El Tolima se encuentra en condiciones de una vulnerabilidad media, con una disposición de agua que depende del régimen de lluvias de la zona andina y de las reservas hídricas acumuladas en los casquetes glaciares de los nevados del Huila, Tolima, Santa Isabel y Ruiz, que representan el 47 por ciento de estos ecosistemas en el país y que presentan un franco deterioro, pues la pérdida acumulada entre los años 1980 y 2009 es de 64 por ciento en el nevado de Santa Isabel, de 54 por ciento en el Ruiz, 50 por ciento en el Tolima y 32 por ciento en el del Huila, que permite sostener que, de mantenerse los actuales niveles de perdida de nieve, en no más de 40 años las nieves de éstos nevados han desaparecido, con los efectos que ello puede traer para la seguridad hídrica del Departamento.

Así mismo, el territorio tolimense no se caracteriza por tener importantes reservorios naturales de agua dulce – tipo humedales -, que permita suponer una acción desde esa posibilidad. Igualmente, no hay estudios suficientes sobre la existencia y gestión de aguas subterráneas, que pueden ser un importante activo para resolver cualquier situación de vulnerabilidad hídrica.

Excesivo uso agrícola 

Al revisar la demanda, se encuentra que el Tolima es el primer demandante de agua para uso agrícola en el país, pero tiene también el más alto nivel de ineficiencia en su uso, lo que pone en evidencia la importancia que este recurso tiene para la economía del territorio.

Esta situación se hace más crítica al comprobar que la totalidad de los acueductos municipales del departamento dependen de pequeñas fuentes abastecedoras de agua con altos niveles de degradación y alta vulnerabilidad, dada la reducción sistemática de sus aforos y el permanente riesgo de contaminación, tanto por usos domésticos como por residuos agrícolas.

En el análisis del deterioro de las fuentes hídricas por contaminación por uso doméstico, se encuentra que los ríos Combeima en Ibagué y Gualí en Honda, presentan altos niveles de contaminación que afectan su calidad para usos alternativos.

Por las razones anteriores, se hace imprescindible generar el conocimiento necesario sobre el balance hídrico del Tolima y establecer las condiciones para la adaptación y mitigación al cambio climático y establecer la vulnerabilidad del territorio frente a fenómenos de sequía, que afecten la calidad de vida y el desarrollo económico de los tolimenses.

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