¡Ya es hora de dar el salto!

TOMADA DE INTERNET - EL NUEVO DÍA
Si quiere que su futuro le ofrezca horizontes más despejados, debe hacer lo que le corresponda ejecutar. ¡Es preciso cambiar y tomar la decisión de saltar hacia un entorno mejor!

La vida siempre nos brinda posibilidades de transformación. Lo que sucede es que no somos capaces de dejar esa fea costumbre de quedarnos en el mismo sitio, viviendo encerrados en ciclos insulsos que se repiten una y otra vez.

La rutina jamás nos permite enfocarnos en nuestros anhelos y, peor aún, nos ata y nos impide dar el crucial paso del cambio. Por alguna extraña razón nos mantenemos atornillados con nuestras debilidades, sin pensar que todas ellas atraen más limitaciones.

Si decidimos renunciar al tedio, si ahuyentamos el temor y si dejamos el falso ‘confort’ en el que nos la pasamos todo el tiempo, nos vamos a liberar y podremos dar el gran salto hacia la renovación.

Claro está que dar ese paso, que muchas veces es desconocido, nos llena de miedo. No obstante, ese brinco siempre será necesario, pues de esta forma aceptaremos que dentro de nosotros existe el pálpito de mejorar. Es decir, sabemos que debemos crecer para experimentar una vida maravillosa.

Si despejamos nuestras mentes, si dejamos atrás los feos recuerdos del ayer y si tachamos de entrada las ansiedades por el futuro, podremos apuntarles de una forma más armoniosa a nuestros proyectos.

En el fondo, el temido salto no es más que un paso hacia el frente, el cual nos enriquecerá la vida misma.

Ojo: ¡El éxito llega cuando se hacen las cosas! No basta con desear que se puede llegar lejos, cuando ni siquiera nos levantamos a caminar.

Las personas prósperas son las que están en constante renovación. Ellas echan de sus pensamientos las excusas, porque sencillamente no las dejan actuar. No podemos perder las 24 horas, ni los 60 minutos que cada una de ellas nos regala hoy.

¡No saquemos excusas para no trabajar!

Debemos hacer lo que la vida nos está pidiendo; es decir, dar el gran salto al cambio.

Jamás olvidemos que quienes atraviesan la eterna calle del ‘después’, derechito llegan a la calle del ‘nunca jamás’.

Sobre la esperanza

 Por muy atormentados que hoy estemos, no debemos olvidar que a todos nos abriga al menos un pedazo de cielo.

La esperanza es como cualquiera de esas sustancias que se toman como medicina: nos socorre una necesidad, nos libra de un riesgo o peligro y, casi siempre, repara ese daño que causa en nosotros el desánimo.

Mientras existan ganas de luchar, hay esperanzas de vencer. Muchos estamos amarrados, aterrados y paralizados por la falta de fe para continuar.

Vivimos renegando porque nuestro camino está lleno de piedras; pero no hacemos nada para conseguir un buen calzado que nos proteja de los traspiés que a veces nos trae la vida. Aún las personas famosas y acaudaladas, en algún momento han soportado épocas de humillaciones o de fracasos.

Le llegó la hora de trabajar por su porvenir y de mirar la vida con más ganas. Haga como la hormiga, que se llena de alimentos y los amontona, para cuando llegue la época dura tener el remedio preciso para sobrellevar su vida con más calma. ¡Llénese de valor y dé el salto! 

1 + 1 = 2... ¡Claro que sí, pero...!

Uno más uno da como resultado dos y si le añade otro, pues da tres. ¡Bueno, eso es cierto y todo suma!

Sin embargo esa suma, así como las estadísticas o las encuestas, tan frecuentes en estas épocas de campañas políticas, siempre nos reducen el mundo a una escueta cifra o a un promedio.

Y más allá de entrar en una discusión sin final en torno a las bondades o los perjuicios de medir los alcances de algo, parece que lo más apropiado es reconocer la naturaleza dual de los números; al menos cuando de medir la felicidad se trata.

Lo decimos porque muchos vivimos preguntándonos cosas tales como: ¿En cuántos casos de cada diez nos ha ido mal en ‘esto’ o ‘aquello’? ¿Si hoy tengo diez, entonces mañana debo tener veinte? ¿Cuánto tiempo más debo esperar para alcanzar tal propósito?

Y lo peor es que así planeamos nuestra agenda.

Es como si la vida fuera una regla de tres simple, de esas que aprendimos en las clases de matemáticas de la escuela.

¡No!, no es que la estadística sea mala, ni mucho menos que sea errado fijarse objetivos. Si eso fuera así, en esta página no nos la pasaríamos diciéndole que planee su futuro, ni saldríamos a la calle a elaborar sondeos de opinión.

Lo perjudicial es convertir la vida en una fría estadística. No hay que pensar que nuestra realidad es una especie de ciencia, que agrupa de manera metódica todo lo que nos ocurre, como si a la vida se le pudiera hacer algún tipo de valoración numérica.

Es por eso que pensamos que si el promedio de vida del colombiano común y corriente es de 73 años, no podemos morirnos hoy que solo tengo 37 o un poco más.

No haga lo que hace el matemático de vocación, que no ve probable su muerte, porque la estadística demográfica; es decir, la cifra escueta le revela que jamás una persona ‘muere de amor’.

El mundo no es tan cuadriculado como se piensa. No obstante, cualquier vicisitud que nos afecte o que se nos presente en la vida, así sea la más complicada, sí se puede resolver, siempre y cuando tengamos fe. 

Lo dicen las Sagradas Escrituras

En uno de los salmosbíblicos se lee lo siguiente:

“Si alguien carece de sabiduría, que le pida a Dios y Él se la dará”. Por eso, a todos, ricos o pobres, nos conviene encomendarle a Jesús nuestros proyectos porque, con seguridad, se nos cumplirán los buenos deseos.

Lo anterior lo han comprobado millones de personas: desde el Rey Salomón, quien le pidió al Altísimo que lo iluminara para llegar a ser un buen gobernante; hasta el embolador de nuestros días, que antes de empezar el día le pide al Creador que le dé clientes para poder lustrarles bien sus zapatos. 

Una luz

Orar es como tener una vela encendida muy cerca del corazón. Lo ‘peligroso’ en nuestra oración radica en querer obtener, de manera inmediata, lo que se pide. A Dios no les damos consejos, ni mucho menos órdenes. Él es quien manda y el que sabe. El Señor no necesita de nuestros consejos para saber cuándo y cómo debe ayudarnos. Sin embargo, si le oramos con fe, podemos lograr nuestras metas. 

Credito
EL NUEVO DÍA

Comentarios