Bullying, matoneo, acoso escolar… ¿algo nuevo?

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“Sólo haremos felices a los demás en la medida en que nosotros lo seamos. La única manera de amar realmente al prójimo es reconciliándonos con nosotros mismos, aceptándonos, amándonos serenamente”. Ignacio Larrañaga

Los términos bullying, matoneo y acoso escolar son relativamente nuevos; lo que no sucede con las actitudes intrínsecas en ellos, que son tan sincrónicos como lo son los sentimientos que acompañan al hombre dada su naturaleza humana.

Hoy en día, el matoneo se ha incrementado sobre todo en los países de América Latina, y Colombia se ubica como uno de los que evidencian alto grado de agresividad, violencia y suicidio en su población juvenil, dejando ver que es en los colegios y escuelas donde se acrecienta dicho problema.

Ante esto, el Gobierno dispuso la Ley 1620 del presente año, como una alternativa para combatir este fenómeno social que ha llegado a ser una gran preocupación de todos los estamentos educativos. Las causas de este factor pueden ser variadas. Cada día se evidencian crisis al interior familiar que reflejan problemas matrimoniales, desorganización del hogar, soledad, mala situación económica del país, en donde esta última ha generado desempleo y una descomposición social que, como vemos a diario en los medios de comunicación, refleja una sociedad deteriorada y enferma.

En el acoso escolar intervienen actores activos como el bully (agresor o “montador”), y pasivos como la víctima y el espectador. En el primero encontramos que, en su mayoría, son jóvenes que provienen de hogares disfuncionales que se caracterizan por alta agresividad y falta de cariño, en donde ha habido patrones de violencia de alguno de los padres y su estilo de crianza ha sido enmarcado por el maltrato familiar; así mismo no tiene respeto por las normas ni el reconocimiento de la autoridad, ni de jerarquías y por ende, no respetan a sus padres y profesores. Sobre la víctima, vemos cómo también manifiesta su problema; niños y jóvenes con una baja autoestima, desconocedores de su propia valía, que soportan lo que les hacen, posiblemente receptores de maltrato en su hogar, ya sea de padres o hermanos y en otros casos pueden ser menores aquejados de sobreprotección. Igual de problemático es el panorama del espectador; un joven poco solidario que alberga sentimientos de culpabilidad sin o con poca empatía, sumiso y con miedo a denunciar y que al hacerlo, lo rechacen y lo que es peor, le suceda lo mismo que a la víctima.

El agresor se gesta en su propio hogar; en el que casi siempre es objeto o espectador de maltrato, y ese ejemplo, después lo replicará en el colegio; es por ello que el “mal” debe ser atacado desde el seno familiar; es allí en donde se tiene que enfatizar que la violencia no se combate con más violencia sino con valores y estos se inculcan en el hogar, ya que es en donde se forma la institución clave en la socialización de los niños, dado su papel transmisor de hábitos, reglas, normas, etc, y el ejemplo es determinante a la hora de configurar comportamientos pues los menores aprenden por imitación.

Actualmente se enfatiza mucho en la “pérdida” de valores; es imperativo apuntar hacia la familia, cuando se piensa en prevención. Ella es la comunidad donde además de valores, se enseña también el uso adecuado de la libertad, de la fraternidad, de los deberes y derechos en la formación de una sociedad, es decir, en ella el niño se inicia a la vida social, pues entre los miembros de la familia se tejen relaciones personales en donde hay afinidad de afectos, de sentimientos, de intereses; todos ellos basados en el respeto mutuo, y esos valores allí aprendidos se sustentarán en la vida en sociedad y en su interacción con los demás.

Todas las falencias mencionadas, lastimosamente inciden en la formación de niños y jóvenes, en su relación consigo mismos y con los integrantes del entorno con los cuales comparte la mayoría del tiempo fuera de su hogar; el colegio o la escuela.

Por todo lo anterior, cabe reiterar que las estrategias propuestas con el fin de prevenir y disminuir el acoso estudiantil deben ser en su mayoría, dirigidas al seno familiar, ya que lo que allí se aprehenda será sustento para su comportamiento, y la familia bajo ninguna circunstancia debe concebir la violencia como un estilo de vida. El camino se vislumbra largo y difícil porque mientras nuestra sociedad esté afectada por todos los problemas socioeconómicos y políticos generadores de pobreza, existirán el resentimiento, la inconformidad, la amargura, que de alguna manera redundarán en violencia.

Credito
MARÍA LIZBETH CÁRDENAS OLIVEROS

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