El libro 14 de Malagón, sobre Dewey y Stenhouse

SUMINISTRADA - EL NUEVO DÍA
No hay duda, en la Universidad del Tolima tenemos a uno de los curriculistas colombianos del momento, al lado de otros como Mario Díaz Ávila, Nelson Ernesto López Jiménez, Alberto Martínez Boom, Ramiro Galeano Londoño, Magnolia Aristizábal y José Santiago Correa Uribe.

Se trata de Luis Alberto Malagón Plata, natural del Socorro Santander pero en ejercicio de la docencia en la UT desde 1975 (42 años).

Malagón Plata se ha ganado el reconocimiento como constructor de conceptos y teorizaciones sobre el Campo teórico del currículo porque es el autor de 14 libros que tienen relación con la Pedagogía y el currículo y, en consecuencia, es un referente teórico para los investigadores de la pertinencia curricular en la Educación Superior, de las relaciones entre universidad y sociedad, principalmente. Ha combinado el ejercicio de la docencia con la gestión directiva en la Secretaría de Educación del Tolima y su desempeño en cargos directivos de la Universidad del Tolima, entre ellos la Dirección del Instituto de Educación a Distancia y la decanatura de Educación. Ha consolidado saberes sobre el currículo a través de investigaciones, docencia sobre los temas correspondientes y las producciones escritas de su autoría que facilitan el análisis hermenéutico sobre sus aportes a la disciplina curricular.

El concepto de currículo ha sido incorporado al discurso estatal a través de normas y documentos que expide el Ministerio de Educación pero, al respecto a situaciones problemáticas que emergen de su implantación en el sistema escolar. Lo primero a decir es que el currículo como concepto y disciplina científica, crea dilemas al tratar de establecer una definición. Porque al hacerlo, confluyen otras disciplinas, que van desde el “nivel teórico formal” en torno a la formación humana que se pretende en las instituciones escolares. Ahí están los principios y teorías pedagógicas; según Rafael Flórez Ochoa (1.994, p.123), seguiría el nivel teórico de intermediación y, finalmente el nivel de aplicación donde está el currículo, después de pasar por conceptos y teorías didácticas.

Uno de los problemas que afronta la implementación del currículo, entendido como plan de estudios es que no todos los docentes han sido formados para construir currículo y se encuentran aprisionados por normas que afectan la autonomía curricular que debieran tener los establecimientos educativos. Al respecto Malagón dice: “Es difícil poder hablar de autonomía curricular en la educación básica y media, ya que los docentes trabajan con un currículo (plan de estudios) predeterminado y las posibilidades de flexibilización, contextualización e incluso de reformulación son muy mínimas, ya que existen múltiples controles que buscan establecer si esa predeterminación se ha cumplido o no. Este hecho sin duda dificulta una formación pertinente y con pensamiento crítico. Sí el currículo o plan de estudios, es una camisa de fuerza, las posibilidades de una formación creativa, son muy limitadas”.

La estandarización curricular (estándares curriculares básicos) el modelo de educación por competencias, las pruebas Saber y otras prácticas pedagógicas y curriculares, está condicionando lo que se enseña en las aulas (contenidos), el cómo se enseña (las metodologías de enseñanza), los medios de formación que se utilizan (apoyos didácticos) y las estrategias y técnicas de evaluación del aprendizaje de los estudiantes. Impera un currículo de interés técnico y pocas veces lo es de interés práctico, mucho menos de interés emancipador, si nos acogemos a la categorización de Shirley Grundy (1994).

En síntesis, se puede afirmar que hay un gran problema de pertinencia curricular que ha generado poco interés por la educación formal. De ahí la importancia de poner la mirada a los resultados de las investigaciones y a la producción intelectual de Malagón, expresada en sus libros.

 

El nuevo libro de Malagón y Tamayo

Bajo el sello editorial Universidad del Tolima, ha comenzado a circular un nuevo libro de Luis Alberto Malagón Plata en coautoría con Humberto Tamayo Cubillos que lleva por título “Convergencias y divergencias en el pensamiento pedagógico de John Dewey y Laurence Stenhouse” (2017).

“El libro es el resultado de una investigación que busca dar una respuesta a la pregunta: ¿Qué similitudes y diferencias existen entre la teoría curricular de John Dewey y Laurence Stenhouse?”, pregunta que Malagón responde la siguiente manera para EL NUEVO DÍA: “J. Dewey y L. Stenhouse, objeto de estudio en el libro en referencia, constituyen sistemas de pensamiento pedagógico con aportes significativos a la teoría y la práctica educativa. En el primero (Dewey), se refiere a la búsqueda de una escuela democrática, capaz de integrar los procesos sociales de tal manera que las distancias entre la escuela y la sociedad, sean mínimas y tanto la escuela como la sociedad interaccionen y se alimenten mutuamente.

Para Stenhouse, sus trabajos estuvieron centrados en el currículo (plan de estudios) y sus estudiosos consideran que su legado más importante, lo constituye una reformulación del concepto y la práctica del currículo a partir de involucrar la investigación como un elemento esencial en el desarrollo del currículo. Para Stenhouse el currículo no está predeterminado, se construye en el proceso formativo, es dinámico, flexible y pertinente”.

Dewey (1859-1952) es estadounidense, filósofo, pedagogo y psicólogo, uno de los fundadores del pragmatismo y en pedagogía, es representante de la pedagogía progresista, iniciador del método del problema, de la metodología de los proyectos en el que la enseñanza y el aprendizaje parte de la identificación de una experiencia de la vida real y de la identificación de problemas en torno a los cuales se desarrolla el proceso curricular.

“Las ideas progresistas de Dewey especialmente para estudiantes de primaria, implican una perspectiva curricular diferente a la teoría de Stenhouse con el proyecto de Humanidades para secundaria (…) En cuanto a la democracia, tanto Dewey como Stenhouse fueron defensores de la inclusión democrática en la educación”, dicen los autores en su libro (p.147-155).

Los dos autores objeto de estudio coinciden en la importancia que tiene la investigación hasta el punto de que estudiantes y docentes asuman este rol dirigido a la producción de conocimientos y no solo ser receptores de los ya existentes y acumulados en los textos de estudio. “En la Escuela de Dewey cada niño de cierta manera se convertía en un investigador cuya tarea era descubrir y satisfacer sus propias capacidades y necesidades y luego, también, descubrir cómo se había logrado” (p.53).

 

El maestro investigador

Stenhouse es británico, más conocido por su modelo de investigación para el desarrollo del currículo y su idea de que el profesor actúe como investigador en el aula. Su modelo de currículo es el del currículo por procesos. “A diferencia del modelo de objetivos , Stenhouse defendía un modelo de proceso para el diseño y desarrollo del currículo, basado en el establecimiento de principios para la selección de contenido, desarrollo de apropiadas estrategias de enseñanza, y evaluación del proceso del docente y los estudiantes (…) para Stenhouse, el objetivo de la investigación educativa es apoyar las acciones educativas (…) sin lugar a dudas, una de las más grandes contribuciones que Stenhouse hizo a la educación fue establecer una clara justificación para la enseñanza basada en la investigación y defender la idea del docente como investigador”, dice Malagón y Tamayo en su libro.

Surge este interrogante: ¿Los docentes del Tolima han tenido formación inicial para ser docentes investigadores? La mayoría de quienes están en servicio a la docencia, son egresados de la Universidad del Tolima en la Facultad de Educación y en el Instituto de Educación a Distancia. Durante sus pregrados, para la titulación como Licenciados en Educación han tenido una escasísima formación para la investigación y la del diseño y desarrollo del currículo, dos horas semanales de investigación durante un semestre, e igual en Currículo, no son suficientes.

luiseduardochamorro10@gmail.com

Credito
Luis Eduardo Chamorro Rodríguez - Especial para El Nuevo Día

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