“Yo me crié dentro de la música lírica pero sin quitarme las alpargatas”

Crédito: FOTOS: SUMINISTRADAS - EL NUEVO DÍA
Crecer en medio de bambucos, pasillos y sinfonías clásicas hizo de esta artista tolimense una de sus más reconocidas representantes que ve en la música el poder de transformación de las sociedades.
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Para mí la música es como respirar, no me veo en otra profesión. No soy sino músico 

Y con profunda entrega, convicción y disciplina, Rocío Ríos Angarita ha sido feliz a través de la música. Una ibaguereña que desde muy pequeña supo que su camino sería ese, en el que además ha tenido la pertinencia de compartir todos sus conocimientos.

Ríos cuenta que creció en un ambiente de arte, donde la música fue la base. Especialmente por parte de su padre, quien, con una herencia paisa y viviendo en el campo aprendió desde muy joven a interpretar la trompeta, integró la Banda Departamental del Batallón Rooke hasta sus últimos días, y dejó luego en los suyos esa herencia que aún permanece.

No obstante, entre sus nueve hermanos, Rocío fue esa designada especial del destino para convertirse en la única músico de la familia. De allí, que ingresara al Conservatorio del Tolima desde muy pequeña, donde fue acogida por los más grandes y destacados maestros.

Su carrera fue creciendo muy rápido, y con ella, llegaron muchos reconocimientos; por esa razón que este epicentro de arte se convirtiera como en su casa. "Considero que soy una mujer muy afortunada (...) ingresé a los 11 años y allí estudié violín, a los dos años entré a estudiar canto lírico, hice dos carreras, pertenecí a la Orquesta Sinfónica del Conservatorio (...) y me convertí en cantante solista con tan solo 14 años", anotó con detalle.

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Entre tarimas y aulas

Debido a las diversas oportunidades que se fueron presentando para Rocío, muchas experiencias resultan importantes y para destacar, pues, con profunda modestia narra de aquellos días en que estuvo en ciudades como Medellín y San Andrés, donde además de acrecentar su conocimiento también fue docente.

Creó un semillero de violín suzuki en la casa de la cultura en San Andrés. Parecerá un tanto extraño que los aires clásicos tomen tanta fuerza donde los ritmos del Caribe predominan. Aún así, esta iniciativa y otras fueron un éxito. Y así, con cada lugar donde dejó una imborrable huella.

"Siempre quise enseñar. La pedagogía como la música han sido y serán un trabajo en el que sido honesta y leal (...) esto se trata de ambición y disciplina porque muchos lo han logrado (...) creo que enseñaré hasta el último día en que tenga mis cinco sentidos completos", confesó.

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Por el mundo

Para esta soprano, a quien desde niña le fue muy importante la disciplina, su carrera como solista en grupos tan importantes como la Orquesta Sinfónica, de Cámara e incluso los mismos Coros del Tolima, le trajeron mucha satisfacción y la alegría de visitar muchos países del mundo.

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Sin embargo, ver que sus hijos -a como ella llama sus estudiantes- pisan los más destacados escenarios, y además llevar carreras destacadas en países de Europa y Estados Unidos, la llenan de satisfacción.

“Siempre se establece con el profesor de canto una relación muy profunda porque se trabaja también con el estado anímico de la persona. Entonces se crea una relación muy fuerte de afectos que hace que esto perdure en el tiempo; todavía mis alumnos que cantan en otros países llegan aquí con su maleta y se quedan conmigo unos días. Son unos seres lindos, y pues uno ha formado parte de la historia de ellos (...) es muy placenteros verlos llegar”, dijo.

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De la ciudad

Ríos afirma que la pedagogía tiene algo maravilloso y es haber dejado huella en otros, y de ese propósito surten historias como los diversos grupos que coordinó, entre ellos el Coro Cantoría que por 14 años entregó a Ibagué sus mejores repertorios.

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Y de estos, obras en beneficio de la ciudad. Por eso es que asevera que el arte resulta siendo político; y esto, más allá  de lo estatal, y enfocarse en la participación activa de las comunidades que ven en el arte una oportunidad de transformación.

No obstante, es agradecida con todos quienes permitieron que se llevaran a cabo tantas y tantas actividades en beneficio de la cultura de la ciudad y de toda la región. 

Entre amigos 

Desde hace varios años, Rocío vive en Ibagué porque asegura que no hay otra ciudad igual. “Para mí Ibagué es mi ciudad sagrada, es parte de mi esencia, no veo en otra vida y en otra parte”, agregó.

Por consiguiente que haya regresado y disfrute de la compañía y complicidad de sus amigos con quienes se reúne a menudo y disfrutan de la tertulia, la ópera, la literatura y el teatro, pues según ella pertenece a “un grupo de teatro y canto, donde los actores no cantan y los cantantes no actúan, pero se pasa delicioso (risas)”.

Además, continúa desde su casa recibiendo a sus alumnos en un número reducido de personas adultas con quienes se divierte. “Estoy dedicada al placer, ya no con la premura de alguien que esté en un concurso o compita para una beca; mis alumnos son adultos, grandes personas”.

Y finalizó: “He sido honesta desde la enseñanza del arte, eso creo que es lo que más me caracteriza (...) creo que es la base de todo, tú debes enseñar todo lo que sabes y no quedarte con nada”. 

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Una familia también de amigos

La también querida maestra Ríos además de gozar de su vida activa en las artes junto a sus estudiantes y amigos quienes la visitan en casa, también exalta a varias personas que se cruzaron por su camino.

Entre ellos grandes maestros en canto lírico y sus hijos, dos hombres que no dejan de darle alegrías, entre ellas la existencia de su nieto, un pequeño que vive en Medellín. Tanto Eduardo Antonio, quien es ingeniero industrial, y Ricardo Alberto, geólogo, siguen muy de cerca a su mamá.

 

Un cantante es, generalmente, el resultado de muchas voluntades pedagógicas.

 

Destacado

Para fortuna de la maestra Ríos, siempre ha sido bien recibida en el Conservatorio del Tolima, espacio que considera que fue, es y será su segundo hogar, donde fue recibida y protegida por Amina Melendro de Pulecio, gestora del bachillerato musical.

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Credito
ALEJANDRA CAVIEDES

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