“Es deber de esta generación salvar las orquestas sinfónicas”: Nathaly Ossa

Crédito: Suministrada - EL NUEVO DÍA
Giras y conciertos cancelados, orquestas en bancarrota, y festivales aplazados por el coronavirus. Para sobrevivir, el regreso a los escenarios es inminente. Pero, ¿cómo volver a hacer música en medio de una pandemia?
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Por primera vez en la historia los escenarios del mundo están en silencio. Ni las guerras, ni la peste habían interrumpido los conciertos, las orquestas, los teatros. La música siempre estuvo ahí. Pero 2020 ha traído consigo lo que los directores británicos Simon Rattle y Mark Elder llamaron una “catástrofe cultural”. Aún no hay cifras exactas para cuantificarla: las pérdidas ocasionadas con el coronavirus en el sector musical se siguen sumando. “Las orquestas pueden no sobrevivir, y si lo hacen, pueden enfrentar obstáculos insuperables para permanecer solventes en nuestra nueva realidad”, explicaron Rattle y Elder en una carta abierta publicada en el diario inglés The Guardian, en la que pidieron claridad a su gobierno sobre cómo y cuándo podrían volver a tocar.

La situación no solo es incierta, sino única y diferente en cada país y cada orquesta. Mientras algunas agrupaciones han decidido cancelar o aplazar sus temporadas, otras han optado por volver paulatinamente a los escenarios. La Sinfónica de Nashville, una de las capitales musicales de Estados Unidos, ha cancelado sus presentaciones hasta julio de 2021; la Ópera Metropolitana de Nueva York espera empezar su temporada tres meses después de lo habitual. La Sinfónica Nacional de Colombia tampoco reanudará sus conciertos hasta el próximo año. Pero en Italia, Riccardo Muti inauguró con éxito el Festival de Música de Rávena; en Granada, el Festival Internacional de Música y Danza agotó entradas en cuestión de horas para su concierto de apertura en el que se interpretará el Réquiem de Mozart; y el Gran Teatre del Liceu en Barcelona también tuvo su primer concierto, pero en lugar de público, llenó el teatro con plantas. En Colombia, algunas orquestas intentan mantenerse a través de donaciones, como es el caso de la Filarmónica de Medellín, que lanzó la campaña “Regala Música”.

Mientras tanto, miles de músicos en el mundo se han volcado con sus instrumentos a las redes sociales para hacerse escuchar.

Pero la sostenibilidad financiera a través de conciertos digitales no es viable por el momento, lo que hace que el regreso a los escenarios sea cada vez más un imperativo. Por eso, las principales instituciones europeas dedicadas a la formación musical y a la producción de conciertos y festivales han unido fuerzas para calibrar los riesgos y las implicaciones que tiene hacer música en medio de la pandemia. Como resultado, han publicado protocolos avalados por distintos gobiernos, en los que se establecen recomendaciones según las cuales, por ahora, los conciertos no serán como los recordamos.

La colombiana Nathaly Ossa hace parte del grupo de autoridades globales que lidera el proceso de adaptación del sector musical. Abogada y gestora musical, es la actual coordinadora de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas, e hizo parte del Global Leaders Program de la Orquesta de las Américas, un programa que impulsa el emprendimiento social a través de la música. Estas dos instituciones, junto a Classical Next y la Fundación BBVA, encabezan el debate sobre la situación de la música en Europa y comparten sus hallazgos con las orquestas del mundo a través de (Re)Setting The Stage: una serie de Webinars con expertos internacionales sobre la música en este nuevo escenario.

En conversación con ARCADIA, Ossa adelantó que próximamente lanzarán su versión en español con el fin de generar un diálogo transatlántico entre las orquestas de la comunidad hispana de Estados Unidos, las orquestas de América Latina y las de España. Y aseguró que, aunque hay incertidumbre, salvar a las orquestas sólo será posible con un trabajo conjunto entre instituciones, empresas y comunidades locales.

¿Cómo se plantea Europa el regreso de las orquestas a los escenarios?

Es un proceso que hemos llevado con cabeza fría, intentando ser estratégicos y justos, y escuchando la voz científica de lo que está pasando. Creo que es deber de nuestra generación salvar a las orquestas sinfónicas. Son instituciones muy difíciles de mantener, pero que siguen probando su necesidad de quedarse entre nosotros. La crisis que hoy enfrentan los músicos y las orquestas puede significar que desaparezcan, que queden como recuerdos, que en un futuro veamos solo grabaciones que muestren lo que alguna vez fue posible en el escenario.

¿Qué necesitan las orquestas en medio de la pandemia para sobrevivir?

Buscar patrocinios y apoyos internacionales en este momento no es una opción. Cada uno va a salvar su casa. Los gobiernos están volcados a otros sectores y las reducciones en los presupuestos para la cultura son inminentes. Aunque vivimos el momento más globalizado de la música y de los streamings, solo se van a salvar aquellas orquestas que tengan apoyo local. Y cuando digo local no me refiero solo a las instituciones y a las empresas, sino también a los individuos, a la gente común y corriente que puede hacer una donación, o apoyarlas con lo que necesiten. El valor estético de las orquestas no las va a salvar. Las comunidades hoy apoyan a las instituciones que tienen un proyecto que va mucho más allá de lo musical.  Si los ciudadanos no defienden a sus instituciones artísticas, esas instituciones van a morir.

Hemos visto a las orquestas tocar para las redes sociales y cientos de músicos las han convertido en su nuevo escenario, ¿Qué hay más allá de esa adaptación?

En el mundo sinfónico nuestro valor ha sido y será el concierto en vivo, pero en este momento las redes son una oportunidad para explorar formatos, acercarnos a nuevos públicos y replantearnos los modelos tradicionales. La respuesta inicial del sector fue una avalancha de producciones caseras grabadas con celulares desde las casas de los músicos. Fue una respuesta empática y solidaria. Sin embargo, hubo una saturación de oferta y en muchos casos, de muy baja calidad técnica. Por otro lado, la adaptación de las orquestas al mundo digital ha sido veloz y es una fortaleza que seguirá aprovechándose. Algunas ya habían invertido en ese costoso proceso para la retransmisión de conciertos en vivo, como la London Symphony Orchestra o el Digital Concert Hall de la Filarmónica de Berlín. Sin embargo, para la mayoría de las orquestas en el mundo, esa es una transición financieramente inviable. Esto debe cambiar, y por eso el sector ahora dirige su mirada hacia la posibilidad de generar ingresos a través de plataformas digitales y en busca de un modelo de negocio sostenible.  

Las guías que se han publicado para este nuevo escenario sugieren cambios que nunca se habían planteado en la historia de las orquestas, como conciertos sin público o músicos distantes entre sí. ¿En qué consisten estas recomendaciones?

La primera sugerencia es la que se ha convertido en la regla número uno para evitar el contagio: el distanciamiento social. Al principio se creía que los instrumentos de viento representaban un riesgo mayor por la exhalación constante de aire, pero después de varios estudios, se ha concluido que no es así, y la recomendación es tener entre 1.5 y 2 metros de distancia, y si es posible, usar pantallas de metacrilato entre los músicos. También se ha propuesto una desinfección constante de los teatros y el uso individualizado de instrumentos, atriles y partituras –algo que era tan común como que los percusionistas intercambiaran sus instrumentos durante la ejecución de la obra, dejará de existir por ahora; y lo normal será que haya una sola persona por atril—. Sin embargo, estas recomendaciones están sujetas a la legislación de cada país. La Filarmónica de Viena, por ejemplo, solo tiene como medida de prevención hacer el test a sus integrantes.

El protocolo dentro del escenario también cambia: el director y el concertino ya no se saludan de mano, y los músicos que acostumbraban abrazarse después de tocar, ya no podrán hacerlo. Además, los conciertos serán más cortos para que no hayan intermedios, y se evitará que la gente se quede en los pasillos. Nada de esto había sido así desde la creación de las orquestas sinfónicas. Por eso es histórico: ni siquiera durante las Guerras Mundiales las orquestas dejaron de hacer música. Así, en medio de este momento tan particular, lo que hemos hecho a través de (Re)Setting The Stage es recopilar información de todas las investigaciones que se han adelantado en Europa para guiar a las orquestas que lo necesiten en su regreso a los escenarios.

Estos cambios implican también una revisión del repertorio...

Se está recomendando a las orquestas iniciar su actividad a través de formatos pequeños. Esta es una decisión que atiende más a la normativa de salud pública que a decisiones de tipo artístico, y que se reduce al tamaño del escenario: aquellas orquestas que tengan espacios lo suficientemente grandes, podrán acomodar a una orquesta sinfónica completa, pero aquellas que no, deberán reducir el número de músicos en escena.

La tendencia en los próximos meses será de repertorio clásico, sinfoniettas, música barroca y música de cámara que facilite esta distribución. También, óperas con movimientos escénicos controlados o en versión concierto, y evitando el uso de fosos. Pero creo que no será un asunto permanente y que sólo es cuestión de tiempo que vuelvan las interpretaciones con formatos más grandes.

¿Cómo ve el panorama en América Latina?

En América Latina todavía no hay un plan de regreso a los escenarios. Y eso es entendible, porque la evolución de la curva del virus es distinta a la de Europa y los picos de contagio apenas están comenzando. Hasta que no pase lo peor, no es posible pensar en abrir o no. Sin embargo, sugerencias como las que se hacen hoy desde las orquestas europeas que ya regresan a los escenarios, son un referente y un primer acercamiento a la posibilidad de volver. Hay esperanza. 

Credito
TOMADA DE REVISTAARCADIA.COM

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