‘Relatos de guerra y reconciliación: Una experiencia de escritura académica’

Crédito: Suministrada / EL NUEVO DÍAPortada del libro, que se lanzó de manera digital este año.
Este libro, producto de un proceso en el aula que registra el trabajo de estudiantes de la Unibagué, y que fue lanzado este año en la Feria Internacional del Libro, culmina este domingo una serie de entregas para los lectores del ‘Diario de los tolimenses’.
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Volver a empezar

 

Por: Juliana Garay Duque

Estudiante de Ingeniería Civil

Tengo 23 años y mi historia comienza cuando tan solo tenía diez. Vivía con toda mi familia en la casa de mi abuela materna en Lejanías (Meta); teníamos una buena vida, nunca nos faltó nada debido a los negocios de mi abuela. Sin embargo, hubo un momento en que la felicidad se derrumbó por completo; en el año de 1999, el presidente Pastrana ordenó la creación de algunas zonas de distensión y, desde entonces, la guerrilla se apoderó del pueblo: cerraron la iglesia, bombardearon escuelas, tumbaron el único Cai y mataban personas por cualquier insignificancia.

Recuerdo que me tocaba salir corriendo desde la escuela hasta mi casa porque llegaba la guerrilla amenazándonos con matarnos si no nos íbamos inmediatamente de ahí. Las Farc vigilaban todo el pueblo, no permitían que nadie tratara con el Ejército porque para ellos este gesto significaba traición y por esto se debería morir. Por ese motivo fue torturada y asesinada mi prima, quien manejaba el café internet más importante del pueblo. Ese lugar era muy frecuentado por los miembros del Ejército, debido a eso los milicianos de las Farc asumieron que allí había una oposición y que ella era informante.

Mi abuela tenía en su casa un negocio de venta y compra de ganado así como un puesto de helados donde mantenían los miembros del Ejército, motivo por el cual éramos objetivo militar por parte de las Farc. A diferencia de mi prima, ellos lograron salir del pueblo antes de que atentaran contra sus vidas, gracias a la información suministrada por un miembro de ese grupo, quien había sido criado por mi abuela años atrás, y en gratitud por este hecho decidió exponer su vida al hacerles esta advertencia.

También fue muy duro ver cómo mataron a mi tío con una metralleta sin razón alguna, así como enterarme que asesinaron a uno de mis mejores amigos y entregaron el cuerpo completamente lleno de dinamita en su ataúd y en su organismo. Recuerdo que en el colegio manteníamos preparados para cuando la guerrilla apareciera. Un día llegaron de sorpresa con un camión lleno de dinamita y con el objetivo de destruir el pueblo; cuando empezaron a sonar las bombas nos encerraron en los salones, nos tiramos al piso y todo esto me marcó para el resto de mi vida.

Actualmente resido con mi familia en Ibagué, trabajo en construcción y vivo muy acomplejado por lo que tuve que pasar a tan corta edad. Tuvimos que dejar absolutamente todo, solo sacamos un poco de ropa y dinero que teníamos ahorrado para sobrevivir. Aunque han pasado varios años desde lo sucedido, ha sido difícil olvidar y sobre todo perdonar a este grupo al margen de la ley que ha sembrado tanta violencia en nuestro país; para mí, aunque entreguen las armas nunca dejarán de ser unos terroristas.

 

¿Por qué decidí escribir sobre esta historia?

El protagonista es mi amigo desde hace varios años. Él me había narrado hace un tiempo su pasado, por qué había sido desplazado y me parecieron muy impresionantes las consecuencias de este hecho. Del relato aprendí a ser tolerante, ser agradecida con lo que nos da la vida, en especial la familia. A veces nos derrumbamos porque tenemos problemas, pero hay personas que han pasado por experiencias peores y sin solución alguna.

 

DATO

El libro fue editado y coordinado por la docente Fadhia Sánchez Marroquín, con el aval de la sello editorial de la Unibagué.

 

 

Maestros en medio del conflicto

Por: José Alejandro Riaño

Estudiante de Ingeniería Civil

Soy un veterano docente rural de primaria y me desempeñé desde 1993 hasta 2009 en la vereda Casetas Mesas de San Juan, del municipio de Coyaima (Tolima). Tuve que lidiar con la presión por parte de las Farc y del Ejército Nacional de Colombia. El grupo guerrillero al margen de la ley que operaba en esa zona era denominado el frente 21, a veces ellos dormían y descansaban en la estructura de la escuela. Ellos casi siempre eran respetuosos y dejaban todo limpio y ordenado; sin embargo, toda esa amabilidad acabaría poco a poco.

Todo empezó a cambiar desde las elecciones del expresidente Andrés Pastrana, realizadas un domingo de julio de 1998, de las cuales fuimos jurados de votación, sin saber qué sucedería después. Al finalizar las elecciones, los docentes nos dirigimos al casco urbano junto con las urnas cuando fuimos interceptados por los guerrilleros que operaban en la zona. En ese momento, mis compañeros y yo fuimos agredidos física y verbalmente, además despojados de nuestras pertenecías, según alegaban, por no estar de acuerdo con las elecciones.

Meses después, el entorno se volvió más peligroso. Un grupo de reinsertados de las Farc comenzaron a delinquir en la zona y extorsionaban a ganaderos y habitantes en general. Incluso, un integrante de esta organización me amenazó con asesinar a mis hijos si no les daba una alta suma de dinero. Por ese motivo, junto a mi esposa, decidimos acudir al Gaula de la Policía y preparar un operativo para dar con su captura; al principio dudamos, pero todo salió bien, no como lo planeado, pero bien.

Un operativo en conjunto con la policía y el apoyo de la comunidad resultaría ser vital para lograr su detención. Todo estaba planeado y el paquete chileno era la gran sorpresa, pero todo cambió cuando el extorsionista llegó un día antes de lo esperado generando mucho miedo entre la población. Sin embargo, algunas personas de la comunidad decidieron tomar justicia por su propia cuenta dejándolo entre la vida y la muerte, pensamos que lo asesinarían, pero no fue así. Meses después, logró salir de la cárcel pero una víctima de aquel malhechor se encargó de ponerle punto final a tanta barbarie y acabó con su vida.

Hubo otras personas que siguieron extorsionando y haciendo de las suyas, cartas donde se cobraban elevadas sumas de dinero a la comunidad por parte de supuestos integrantes del frente 21 de la Farc no paraban de llegar. Entonces, dicho frente hizo presencia pocos meses después argumentando que no eran ellos quienes estaban delinquiendo en la zona, pero que tomarían medidas en el asunto. Todos nos asombramos que los cobradores no habían vuelto y que el ambiente estuviese tan cambiado, pensábamos en un principio que solo nos estaban dando tiempo para conseguir el dinero, pero nunca volvieron.

Finalmente, a pesar de tantas vulneraciones que viví, preferí insistir en cumplir a cabalidad con mi labor. Al igual que yo, muchos docentes y personas de la sociedad civil, tanto de las zonas rurales como urbanas, tuvieron que vivir y laborar en las denominadas zonas rojas, debido a la presencia guerrillera, y aun así no se daban por vencidos. Sin embargo, con la esperanza de la desmovilización existirán menos obstáculos y problemas generados por la presencia del conflicto para las generaciones futuras.

 

¿Por qué decidí escribir sobre esta historia?

Considero que la labor más valiosa dentro de las profesiones es la de la docencia. Conocer la historia de alguien que ha servido para educar y generar progreso en el país en una época en la cual muchos no tenían esperanzas ha sido una gran experiencia a nivel personal.

 

Dato

Estos textos hacen parte del Capítulo 3: ‘Abandonaron todo para volver a empezar’: Relatos de víctimas de extorsión, amenazas, asesinatos y desplazamiento forzado.

 

Credito
EL NUEVO DÍA

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