Una ‘Vida de palabras’ de ‘El Gordo’ Benjumea que tolimenses registraron

Crédito: Suministrada / El Nuevo Día.
Como parte del homenaje que la Fundación Abrapalabra y la Universidad del Tolima rindieron a Carlos Julio Benjumea Guevara en el marco del Festival Mundopalabra en 2017, esta redacción extrae dos textos de ese libro - revista, que coincidencialmente escribieron dos periodistas, que hoy hacen parte de este rotativo. Primera parte.
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‘La Casa del Gordo: 25 años de risas y sueños’

A Carlos ‘El Gordo’ Benjumea lo conocen hasta los más jóvenes. Personajes como José, en El taxista millonario, la Reina Isabel, en la obra de teatro No me descubras, Cristóbal Nazario en la telenovela Allá te espero, entre tantas otras producciones que le aseguraron un lugar en la memoria de los colombianos.

Fue emocionante y al mismo tiempo un reto saber que escribiríamos sobre él, un magnífico personaje del cual mucho se ha escrito o contado. La admiración es tanta, que a veces las palabras se quedan cortas y suelen ser repetitivas. No obstante, conocerlo hizo que todos quisiéramos apropiarnos de sus historias, hiladas a través de relatos que incluso, solos, podrían ser una exitosa obra teatral.

‘El Gordo’ Benjumea nos recibió amablemente en su casa con una sonrisa. Su semblante irradia sencillez y toda una vida de trabajo. Sigue amando las cámaras tanto que el día de la entrevista convirtió su hogar en un estudio de grabación, demostrando el oficio y el profesionalismo que lo convirtió en un personaje icónico de la historia del cine, el teatro y la televisión colombiana.

Nos acomodamos en la sala de su casa y se dio inicio al diálogo. Parecía un abuelo contándoles las anécdotas de su juventud a sus nietos. Se sintió un clima de tranquilidad y confianza mientras las risas no dejaban de resonar.

Cada relato guardaba la esencia de Carlos Benjumea: la comedia. Así fue como, pasando por las picardías, el Ejército, los amores, el colegio, la familia, la actuación y cada parte de su vida, finalmente comprendimos que este bogotano le ha sacado una sonrisa a cada uno de los momentos de su historia.

Facetas.

Resulta sorprendente que, a sus 73 años, tiene infinidad de proyectos en su calendario, y que piense que la vida se le ha quedado corta para todo lo que tiene planeado hacer, como si no fuera suficiente todo lo que ya ha hecho y lo que ha aportado al desarrollo cultural del país.

Su vivacidad y tenacidad se sienten en sus palabras y en toda su presencia. Desde pequeño supo que quería ser actor y a pesar de no contar con el visto bueno de sus padres, construyó su sueño con tanto éxito que logró vivir de él toda su vida.

‘El Gordo’ Benjumea es un personaje polifacético y aguerrido: actor de teatro, cine y televisión, director, escritor, guionista y, sobre todas las cosas, un emprendedor. Su ‘berraquera’ y optimismo lo han convertido en todo un líder; su bastón ha sido la creatividad y el riesgo que lo han llevado a tomar grandes decisiones, siempre caracterizándose por mantener la calma y cuidar a su equipo de trabajo, generalmente constituido por su familia o amigos.

Este es el caso de Coestrellas, programadora de televisión que se mantuvo vigente desde 1981 hasta 2003, y de la que fue fundador junto a sus amigos Jorge Ospina, Gustavo Cárdenas, Bernardo Romero y Fernando González Pacheco.

Programas como Sabariedades, Siga la pista o Dejémonos de vainas no solo fueron exitosos sino que marcaron un momento memorable en la historia de la televisión del país. No obstante, como no todo lo que brilla es oro, llegó el tiempo de la libertad de canales y para obtener uno debían tener mínimo 98 millones de dólares. Eso era imposible; solamente las grandes chequeras del país lo podían tener. En ese momento la programadora salió del aire.

‘El Gordo’ Benjumea nunca se ha quedado con los brazos cruzados, por eso, la desilusión de Coestrellas no duró mucho tiempo y otro proyecto nacería de su alma inquieta.

Buen conversador, dicharachero, gracioso y agradable, así es ‘El Gordo’ Benjumea y por eso llamó la atención de las personas. Nos cuenta que tenía la costumbre de ir los viernes a un restaurante a comer y de paso se tomaba uno que otro aguardiente.

Poco a poco iba calentándose y el aguardientico cumplía con su función. ‘El Gordo’ comenzaba a hablar sobre lo que se le ocurriera y, tan interesante era lo que decía, que la gente, buscando una risa, empezaba a acercarse a la mesa, y sin darse cuenta ya estaba montando todo un show.

Facetas.

Fue así que alguien dijo:

Óyeme, ¿por qué no montamos un restaurante y tú hablas?

Bueno, pero yo no tengo plata -, dijo ‘El Gordo’.

¿Qué tienes?

Tengo un carro.

-Pues vendamos el carro y yo pongo otra plata.

Esta conversación daría nacimiento al Café Concert: El Circo, fundado en compañía de uno de sus grandes amigos, Pepe Sánchez. Se trataba de una propuesta que ofrecía teatro, al tiempo que los espectadores podían comer y beber. El género del Café Concert nació en la Belle Époque, expresión francesa para caracterizar un periodo de nostalgia en Francia luego de la Primera Guerra Mundial.

El Circo adoptó el concepto, pero tenía todo el sabor colombiano. Obras originales como No me descubras, Cristóbal, en la que interpretó a la Reina Isabel, o adaptaciones al estilo colombiano de Romeo y Julieta (con Pepe actuando de Julieta), obra que se identificó por el humor político narrado en verso, y en muchas más, tenían el maravilloso sello humorístico de ‘El Gordo’.

Después de dos años exitosos, infortunadamente, el proyecto se acabaría debido a una ley seca, que les afectó profundamente el bolsillo. Sin embargo, siempre perseverante, al día siguiente ‘El Gordo’ ya estaba creando un proyecto nuevo.

“Un señor me dijo: ‘anoche lo vi y me gustó mucho. Yo tengo un local, por qué no hacemos sociedad’” cuenta ‘El Gordo’, a lo que él respondió que sí, sin dudar. Así surgiría La Casa del Gordo, que se mantuvo vigente durante 25 años.

No me descubras, Cristóbal, una comedia musical atravesada por la sátira política, duró más de cinco años en temporada. “Tratábamos de imitar a la Corte Real y la Reina Isabel terminaba exponiendo los trapitos al sol.

“Destapaba la fanfarronería, chanchullería, bufonada y clientelismo de la situación política nacional del momento”, recuerda ‘El Gordo’ entre risas.

Facetas.

Cuando la actriz que encarnaría a la Reina Isabel comenzó a faltar a los ensayos, ‘El Gordo’ la reemplazó hasta que se quedó con el papel de manera definitiva. Pepe Sánchez, el director, reemplazaba a Colón en una jornada de improvisaciones que enriquecieron la obra.

‘El Gordo’ siempre quiso mantener la autenticidad colombiana. Con obras como Mozarteum Musicorum de Bogotá, una comedia de transformación de la música clásica en la que se afirmaba que la música había nacido en América y no en Europa, o Enrique VIII, nombrada Quique ocho, hacía una crítica al contexto colombiano, con nombres propios, que le causaron varios problemas y cierres. Pero ‘El Gordo’ no cedía y mantenía intacta su irreverencia.

Alegre y agradecido, ‘El Gordo’ nos cuenta lo asombroso que era ver como se agotaban las entradas. Los bogotanos y viajeros estaban respondiendo al fenómeno cultural que representaba La Casa del Gordo.

Todos querían asistir, obtener un lugar. La algarabía constante era sinónimo de un día de trabajo cotidiano. Como estrella de Hollywood, ‘El Gordo’ se convertía en ídolo. La admiración crecía y quienes iban una vez querían seguir yendo a verlo. No importaba cuántas veces habían visto la misma obra, la improvisación de cada día hacía que valiera la pena el dinero invertido en cada boleta.

El furor fue continuo, las entradas se agotaban por meses, el espacio diseñado para un público de máximo 120 personas, estaba albergando más de 200. Era una situación muy comprensible, ¿quién quería perderse los años más dorados del teatro colombiano? Nadie.

El solo hecho de ver a ‘El Gordo’ Benjumea con unas faldas, hacía que se les pusieran los pelos de punta a los amantes de la actuación. El don de la interpretación era suyo.

No obstante, empezaron a aparecer los problemas. Ya corría el tiempo de la Ley Seca, que arrancaba a partir de la una de la mañana, hora en la que se comenzaba a vender el licor que sostenía al lugar.

Y no faltó la experiencia cómica. Recuerda un día en el que un teniente se acercó a La Casa del Gordo a sacar a la gente: “Ese día había un borrachito que yo no había visto, y le dijo al teniente, quiere pelea, a lo que el teniente le dijo sí, y el borracho le dijo le tengo al tipo y me mostró a mí”.

‘El Gordo’ tuvo tres casas teatrales, abría de jueves a sábado, y se quedaba hasta altas horas de la madrugada trabajando. Su constancia lo llevó al éxito, tanto que la última casa ubicada en el barrio El Chicó, podía cubrir un cupo de hasta 800 personas.

Cada día llegaban más seguidores. Fueron años en los que el teatro pudo exhibirse en su máxima expresión, con libertad de crítica.

Sin embargo, también fueron tiempos difíciles para el país, en los que él recuerda con angustia las bombas que constantemente tenían como epicentro la capital, en plena guerra contra el narcotráfico.

Inclusive recuerda en una entrevista que una vez, alrededor de las nueve de la noche, le pusieron una bomba cerca de su establecimiento, por suerte no se les rompió ni un vidrio, pero el susto fue grande. La gente se desordenó, el pánico inundó el lugar y poco a poco lo abandonaron, dejando un montaje a medias, después de esto, ¿quién cobraría las cuentas?, ni idea.

Facetas.

Fueron tiempos de gran temor y silencio. La gente tenía miedo de salir y encontrarse con alguna embestida. Los aires eran densos y corrían rumores de supuestos puntos de ataque. El miedo hizo que las sonrisas se apagaran y cambiaran por el enclaustramiento de la gente en sus casas. Nadie quería saber de la frustrante situación que afrontaba el país.

Y este fue uno de los motivos del cierre de La Casa. La inseguridad generó pavor en los ciudadanos, quienes comenzaron a desertar de las salidas nocturnas. No siendo suficiente, La Casa llamó la atención de la mafia. Como el caso en el que varias veces trabajando se sorprendía al ver hombres armados observando el show, e inclusive sin darse cuenta, varias veces actuó para Pablo Escobar, quien se escondía dentro del público.

Ya no solamente peligraba la integridad de los clientes de La Casa del Gordo, sino la del mismo ‘Gordo’ Benjumea y su equipo de trabajo.

De esta manera, la tensión cada vez era más notable, y aquellos hombres armados querrían apoderarse del lugar. El ambiente de trabajo se volvía cada vez más hostil, y La Casa del Gordo perdía su esencia risueña, amena y calmada. Sin dudarlo, ‘El Gordo’ decidió cerrar, siempre pensando en tomar la mejor decisión para sí y su familia.

Sin embargo, siempre quedará el gran recuerdo de La Casa del Gordo, aquella en la que, por mucho tiempo, la gente pudo escaparse de la rutina y reírse un rato. Fue el lugar que vio nacer muchas obras magistrales, que aportarían a la historia nacional y se convertirían en el referente de la actuación colombiana. Un lugar en el que tuvieron cabida la creatividad, la autenticidad y el amor por el trabajo.

Aunque no deberíamos despedirnos totalmente de La Casa del Gordo, quién quita que La Casa vuelva a surgir. “La verdad es que me faltan tres vidas para hacer todo lo que yo quisiera”. La casa sigue allí, en una calle, con las carcajadas retumbando entre sus paredes resistiéndose a morir.

Ojalá sea así, seguramente estamos ansiosos en primera fila esperando comprar nuestros boletos de entrada. Como dicen, soñar no cuesta nada, y podríamos imaginarnos a las nuevas generaciones siendo parte de este fenómeno cultural que movió al país.

Ya llevamos varias horas dialogando con ‘El Gordo’, quien a ratos cuando se siente realmente seco toma algunos tragos de agua. No quiere que nos preocupemos por él, al contrario, él nos demuestra su dedicación e interés y sigue contestando las preguntas que llegan de todos lados, con el mismo ímpetu con el que ha construido sus sueños y los de millones de colombianos.

A lo largo de 58 años de carrera artística, nos demuestra que con perseverancia y trabajo duro se puede vivir de los sueños.

Credito
LINA FONSECA

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