La selva talada en Amazonía es equivalente al área total del Chocó

COLPRENSA - EL NUEVO DÍA
Los 4,8 millones de hectáreas que se han talado en la selva amazónica equivalen a haber talado todo el departamento del Chocó, reveló la última medición del Instituto Sinchi: la pérdida representa el 10 % de la región.

El avance de la frontera agropecuaria a un ritmo de 112 mil hectáreas anuales en promedio ha llevado a que, en solo 14 años, de 2002 a 2016, se hayan deforestado 1,5 millones de hectáreas.

La selva que ha perdido este pulmón es similar al área de Chocó o, si se quiere, a la suma de Atlántico, Caldas, Huila, Quindío, Risaralda, San Andrés y Sucre, y podría tener consecuencias serias sobre el clima (ver recuadro) al desestabilizar la precipitación.

La medición del Sistema de Información Ambiental Territorial de la Amazonia Colombiana, del Sinchi, mostró que en 2002 se había talado tres millones 286 mil 798 hectáreas, y el año pasado había subido a cuatro millones 865 mil 503.

Una pérdida sobre todo por la ampliación de la frontera agropecuaria, explicó Uriel Murcia, investigador de esa institución. El fenómeno es más sentido en el arco noroccidental del sur del Meta a la pequeña franja amazónica de Nariño.

“La frontera agropecuaria es hasta donde la población va entrando, haciendo tumba del bosque y plantando coberturas distintas, básicamente pastos. Este es un fenómeno que crece, pues todos los años hay nuevas áreas de bosques que son añadidos a esa frontera. Áreas transformadas interconectadas con el interior del país”, explicó Murcia.

Son diferentes a los enclaves, esas áreas no conectadas con el resto del país que corresponden a las poblaciones más grandes, como Leticia, Miraflores, Inírida, Araracuara, La Chorrera y El Encanto.

En estas la deforestación ha sido menor: de unas 820 mil hectáreas transformadas en 2002 a 964 mil en 2016.

Con su extenso bosque tropical lluvioso, la región es una de las más biodiversas del país, junto al Chocó biogeográfico, albergando 8101 especies de plantas identificadas hasta ahora, pertenecientes a 334 familias y más de dos mil 500 especies de fauna.

Coincidencia

No es de extrañar lo que acontece. En la última alerta de deforestación, el Ideam había revelado el año pasado que Caquetá, Meta, Guaviare y Putumayo estaban en el top 5 de los más deforestadores (junto a Antioquia, segundo). Los cuatro tenían 46 % de la deforestación nacional, teniendo cinco de sus municipios las tasas más altas: Cartagena del Chairá, con 10 mil 822 hectáreas; San Vicente del Caguán, nueve mil 755; San José del Guaviare, cinco mil 447, y La Macarena, cuatro mil 99.

La historia viene de muy atrás, cuando a finales de los años 60 y comienzos de los 70 se incentivó la colonización, auspiciada por la Presidencia, y se empezó a abrir la frontera. Desde los 90 se deforestan más de 100 mil hectáreas año, dijo Murcia.

El Sinchi ha hecho cinco evaluaciones. De 2002 a 2007 el promedio de tala fue de 153 mil hectáreas año; 76 mil entre 2007 y 2012; subió a 158 mil del 12 al 14; y entre este y 2016 fue de 133 mil hectáreas de selva talada cada año.

El problema no ha sido controlado. “Las vías tienen un impacto fuerte y sobre todo las interconectadas entre sí con el interior del país, porque es el principal mecanismo para acceder al territorio”, comentó.

“La infraestructura mal planeada es motivo de deforestación, es abrir boca a la frontera agropecuaria”, expresó Luz Marina Mantilla, directora del instituto Sinchi.

De hecho, contó Murcia, uno de los focos de deforestación entre San José de Guaviare y San Vicente obedece a una expectativa de la marginal de la selva, “se manifiesta a través de las mediciones de deforestación y de coberturas. Lo mismo ese corredor vial de Calamar a Miraflores. La sola expectativa de que están mejorando una vía ha hecho que la gente en sus predios tumbe para ampliar los pastizales”.

Existen otros factores, como las expectativas que generan los hidrocarburos, la minería y los cultivos ilícitos, que inciden para que la población amplíe frontera.

Algunos porque quieren tener tierras propias, otros para acaparar. “Se identificó el fenómeno de capitalistas de lo rural, que teniendo recursos apropian o por terceras personas hacen ocupar zonas boscosas, por ejemplo de reserva de Ley 2a y luego presionan para generar la sustracción y se incluya en el mercado de tierras”.

En Caquetá, Guaviare y Meta se da el proceso de concentración de tierra.

El modelo ganadero extensivo presiona más que la frontera se amplíe cada año, precisó el investigador. Es un modelo ineficiente con dos vacas por hectárea, en el que por la reducida fertilidad de las tierras a los 10 años o antes se debe readecuar para soportar otro proceso productivo.

Una ocupación que no se ha reflejado en mejor calidad de vida de los pobladores.

Los mapas revelan que contrario a lo que se cree, los cultivos ilícitos no tienen el peso de antaño.

Problemas

La Directora del Sinchi enfatizó que “si se sigue ampliando, se perderán funciones de los ecosistemas, como la conectividad de Los Andes con la planicie amazónica”, algo que sería grave como demuestran estudios (recuadros).

La deforestación incide en el clima y los microclimas locales. Esteban Álvarez Dávila, investigador de la Unad y miembro de la Red de Inventarios Forestales de la Amazonia, dijo que “en la Amazonia se presentan sequías cada vez más severas y frecuentes que afectan gravemente los bosques. Por las sequías hay mayor mortalidad de árboles y los sobrevivientes crecen menos. Nuestros estudios en el medio Caquetá nos muestran que la sequía de 2014 duplicó la tasa de mortalidad de árboles y redujo el crecimiento en 30%. Como resultado, el bosque pasó de ser un sumidero de carbono a ser una fuente de CO2. Esto puede tener grandes implicaciones”.

Mantilla cree que se necesitan decisiones desde lo local para mitigar la presión. “El rol de las comunidades es importante”, resaltando las Juntas de Acción Comunal, que son receptivas. No sucede igual con los funcionarios municipales y departamentales. No todos muestran su disposición, dijo.

Detener la deforestación no es una tarea sencilla, como tampoco restaurar lo perdido, que se hace con estrategias que involucran acuerdos con los campesinos para que no toquen lo no talado en sus predios, o restauración ecológica de sitios intervenidos, para que queden lo más parecido a como era antes.

Credito
COLPRENSA

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