‘Melco’, un gran artista rovirense

Crédito: HELMER PARRA / EL NUEVO DÍA
A sus 51 años, ‘Melco’ tiene una producción de más de mil cuadros. Figuras grandes, sombreros y manos destacadas son algunas de las características de uno de los artistas más distinguidos de Rovira.
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El arte en Rovira se manifiesta en maestras de danza, pintores, escultores y artesanos. Algunos de sus exponentes han sabido salir de lo local y conseguir influencia nacional. Entre ellos, Melquisedec Coronado es uno de los más destacados.

 

Su historia

El interés de ‘Melco’ por el arte inició a sus 8 años. Comenzó a dibujar utilizando los carbones de la estufa de su casa en la vereda La Calichosa. Vivía con sus 4 hermanos: “Mi abuela descubrió que era inquieto para el dibujo y me incentivó como pudo en medio de las dificultades”.

Quemaba huesos, los cuales quedaban blancos, y los utilizaba como tiza. Sus primeros dibujos eran lo que tenía a su alrededor: gallinas, gatos, perros, montañas. Luego de unos años una tía lo llevó a vivir a Barrancabermeja, en donde no pasó buenos momentos. Huyó de su casa y su papá lo trajo de nuevo para la finca. Luego viajó con otra tía para Villavicencio, en donde aprendió de mecánica, pero en esa ocasión fue su abuela quien lo rescató y lo devolvió a la finca.

Ya un poco mayor, comenzó a trabajar como ayudante de un camionero y conoció la pintura primitivista: “Conocí a unos muralistas callejeros. Me dejaban preparar murales, pero eran personas con problemas de drogas. Lo que sí es que de esa época me quedó la tendencia a las figuras grandes”.

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El accidente que le cambió la vida

Se encontraban electrificando la finca de su familia cuando le pidieron que fuera a ayudarlos. En ese entonces, aún muy joven, iba a bañarse todos los días al río Cucuana: “Era la una de la tarde de un jueves cuando me lancé desde un puente, pero no sabía que el charco se había llenado de arena. El golpe fue tan fulminante que yo no sentí dolor, solo que el cuerpo se me durmió”, cuenta Melquisedec Coronado.

Su angustia creció porque se estaba ahogando en el asiento del charco. Sin embargo, la misma corriente lo sacó. “No morí de milagro, pero quedé totalmente cuadripléjico”, dijo. Tenía entonces 25 años.

 

La pintura profesional

Luego del accidente comenzó un proceso lento de recuperación. Primero pudo mover un poco los brazos, pero no las manos. Duró varios años antes de tener ese avance: “La misma doctora de las terapias me dijo que los dedos no los podría usar, pero ese movimiento de mi brazo me permite hacer lo que hago”.

Pensó en trabajar vendiendo lotería, pero no podía recibir el dinero. Se imaginó en otros oficios, pero recordó su talento y se convenció que el arte no está en las habilidades ni en la técnica, sino en otro sitio mucho más adentro de las personas.

“Comencé a recibir ayuda del padre de la iglesia, de las monjas y de más personas. Uno daba los colorines, el otro algún lienzo. Gracias a que recuperé una pequeña parte de la movilidad de mi brazo pude avanzar mucho. La gente me compraba pinturas o yo mismo las regalaba como agradecimiento”, agrega.

Se volvió un artista reconocido. Comercializaba con sus pinturas. En algunos casos las vendía directamente, en otras lograba canjearlas: “Llegué a cambiarlas por sillas de rueda”.

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Puliendo su arte

‘Melco’ pasó por las acuarelas, pasó a las tizas pastel, al carboncillo, los acrílicos, los vinilos. No obstante, su especialidad es el óleo, pues es con el que se siente mejor.

“Con el óleo me puedo demorar en pintar. Además, trabajo las veladuras: dibujo, lo tapo, saco luces, sombras, volúmenes, vuelvo y lo tapo y así hasta que termine”, contó.

Su estilo se basa en unos colores que expresan nostalgia, en figuras grandes, sombreros y manos proporcionadas: “Para mí el sombrero es humildad y las manos me agradan porque yo carezco de ellas”.

De formación netamente empírica, su mamá, gran compañera, le lee libros de grandes teóricos de la pintura, de los cuales siempre saca alguna enseñanza: Luis Caballero Holguín, Fernando Botero y los clásicos del Renacimiento, sobre todo.

Ahora aprovecha la tecnología y pasa horas mirando videos de teóricos que suben sus clases a YouTube. Tiene a muchos pintores consagrados como amigos. Menciona su especial admiración por el maestro Darío Ortiz.

 

El Museo de Arte del Tolima: un sueño

Luego de haber cumplido muchas metas, ‘Melco’ tiene otras más. Cada día, cuenta, se levanta con la intención clara de mejorar en su oficio. A futuro, quisiera llegar a diferentes núcleos del arte.

“Sueño con conocer París, ir al Museo del Louvre. Si se pudiera mostrar mi obra allá yo estaría inmensamente feliz. Ahora mismo quiero ir a Ibagué y ocupar un lugar en el Museo de Arte del Tolima. Conocer otros museos en la capital del país, conocer a grandes pintores”, finalizó.

 

Cuando estoy pintando se me olvida que tengo una limitación y me siento libre. Como dice Mercedes Sosa: ‘Si no creyera en lo que hiciera qué cosa fuera’. La pintura me da la oportunidad de salir de mí mismo

XLa felicidad mía es pintar la tristeza: el dolor, la melancolía, desesperanza y la angustia. Es como quitarme eso de encima. Es un escape para mí. También pinto muchas mujeres, porque ellas son las que sufren más en esta sociedad

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Credito
CAMILO JIMÉNEZ

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