95 años después:

Archivo  VANGUARDIA LIBERAL  - el nuevo día
En más de nueve décadas de existencia, este diario se ha enfrentado a hechos que han marcado su historia. Pese a que algunos han intentado acallarlo, ni un solo día ha dejado de circular.

XIOMARA K. MONTAÑEZ M.

Cuando se cuenta la historia de la persecución a Vanguardia Liberal en el siglo XX, generalmente se mencionan dos hechos que marcaron con sangre y tinta (pues todo lo ocurrido en aquella época está escrito) la historia de la región: el atentado del 10 de enero de 1953 y el del 16 de octubre de 1989.

Bien guardan las memorias del creador de esta casa periodística, Alejandro Galvis Galvis, y las páginas del periódico de las últimas décadas, detalles y hechos con los que quisieron acallar las voces que se rebelaban contra la represión y exigían libertad, igualdad y humanidad.

Para empezar, en el país se daba la lucha bipartidista, en la que los conservadores imponían la censura y la persecución a quien alzara su voz en la plaza pública. Como líder liberal, Alejandro Galvis Galvis conocía las pugnas entre ‘azules’ y ‘rojos’, incluso muchos años antes de que el periódico fuera blanco de sus opositores, ese trágico 10 de enero.

Cuatro meses antes del primer atentado contra el diario, Galvis Galvis conoció las trágicas noticias que provenían de la capital y temía que su empresa tuviera la misma suerte de periódicos de Bogotá como ‘El Espectador’ y ‘El Tiempo’, cuyas instalaciones fueron quemadas el 6 de septiembre de 1952, al igual que las casas de los líderes liberales Carlos Lleras Restrepo y Alfonso López Pumarejo, quienes no tuvieron más remedio que huir a México, para preservar su vida.

Sin embargo, no pudo detener los hostigamientos. En la noche del 6 de septiembre de 1952, los disturbios llegaron a Bucaramanga; la Policía interrumpió las labores de impresión del periódico con la pretensión de detener al líder liberal y desató una balacera, que dejó a tres trabajadores heridos: el linotipista, Rafael Castro; el fotograbador, Jorge Gómez, y un voceador que durante las noches era mensajero. El resto de empleados se salvaron, porque Don Roberto Franco, jefe de linotipistas, apagó las luces del salón donde estaba la prensa Dúplex, y los fustigadores no pudieron verlos.

Pese a que Galvis Galvis le había pedido protección al coronel Pioquinto Rengifo por lo acaecido en Bogotá, como lo recuerda en su libro ‘Memorias de un político’, éste se negó, “alegando que el gobernador conservador, Pedro Nel Rueda Uribe, se lo había prohibido”.

La noche del 10 de enero de 1953, llamada por el fundador de este periódico “un pequeño 9 de abril”, hombres armados irrumpieron de nuevo en las instalaciones del diario y activaron tres bombas, entre ellas algunas molotov, pero antes pasaron por la residencia de Galvis Galvis lanzando arengas: “Abajo los vanguardios, que los quemen”.

Lo que buscaban, recuerdan los testigos, era acabar con la imprenta, pero solo lograron detener las máquinas por un día, pues el 12 de enero Vanguardia volvió a circular. De este día quedó para el recuerdo del pueblo santandereano un titular que, hoy aún nos define: “¡Aquí estamos!”.

Los señalamientos por parte de la Iglesia tampoco se hicieron esperar en aquella primera mitad del siglo XX.

La historia habla de largas filas frente a los confesionarios, a donde los feligreses llegaban a contar sus pecados: “Acúsame padre, porque leo la Vanguardia”. Claro, no faltaban los que guardaban el diario bajo la ruana y hacían de su lectura todo un ritual a puerta cerrada, en las noches, frente a la luz de una vela.

Estos hechos traen a la memoria aquel clamor de justicia que entonces dirigiera en carta personal el fundador de este diario al presidente Roberto Urdaneta Arbeláez, en 1953: “Yo que no soy un desconocido, que desde elevadas posiciones de gobierno he prestado a la patria los servicios que ella me ha reclamado, y que por mi conducta pública, individual y social he merecido el respeto y el aprecio de las gentes de bien, me siento con la requerida autoridad para elevar mi voz en demanda de esa protección y de aquellas necesarias garantías”, se lee en la misiva.

Nada nos ha detenido

Se sobrevivió a la lucha bipartidista, a la presión de los gobiernos conservadores y de la Iglesia, pero tal vez el golpe más fuerte fue el dado por el narcotráfico.

En la historia de la ciudad quedó marcado el día en que 100 kilos de dinamita estallaron en la puerta de Vanguardia Liberal, en la calle 34 con carrera 14. Eran las 6 de la mañana del 16 de octubre de 1989.

Un Renault 4 amarillo contenía la carga explosiva. Un hombre lo abandonó frente al amplio portón principal y no le dio tiempo al vigilante de alertar lo ocurrido.

Tras la explosión del carro bomba quedaron tres personas muertas, siete heridas y el edificio donde hoy funciona este diario destruido casi en su totalidad.

De los escombros sacaron el cuerpo de uno de los empleados más queridos, el recién condecorado José Noé García, quien acababa de cumplir 37 años de labores en Vanguardia Liberal.

Al día siguiente, 17 de octubre, en medio de las ruinas dejadas por la bomba y la indignación de los reporteros, Vanguardia Liberal imprimió su edición y de nuevo les dijo a los santanderanos “¡Aquí estamos!

Los narcotraficantes, a quienes no les bastaba con masacrar a las autoridades, volar edificios del Estado y sacar droga al exterior, no habían logrado silenciar a la prensa, uno de sus principales enemigos, tras el anuncio del presidente de aquel entonces, Virgilio Barco Vargas, durante el discuso de celebración de las siete décadas de esta casa periodística: “Desde hoy le declaramos la guerra al narcotráfico”.

Han transcurrido más de nueve décadas y esta casa periodística sigue fiel a sus principios de informar con objetividad, con respeto por la libertad de prensa y con el único fin de servir a los ciudadanos.

Una historia en la que este diario ha dejado claro que jamás cederá a las presiones políticas, económicas ni de ninguna índole, que quieran acallar a esta voz, que ha sido la voz de los santandereanos durante 95 años de forma ininterrumpida.

Aquí estamos y aquí seguiremos.

Credito
EL NUEVO DÍA

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