¿Por qué nos cuesta cambiar en inversiones?

Muchas veces elaboramos planes de inversión que son susceptibles de cambiar, por algunas condiciones. Sin embargo, muchas personas no se sienten bien con los cambios que implican, en no pocas ocasiones, liquidar activos que tengan alguna pérdida o los que hayan recibido ganancias.

El cerebro humano es el resultado de tres etapas de evolución, lo cual ha llevado, en términos sencillos, a que no sea uno solo, sino la sumatoria de tres: el reptil, que controla las funciones básicas como la respiración; el mamífero, que controla las emociones, y la corteza cerebral, que nos hace lo que somos, seres racionales.

Cada uno tiene una función determinada, aunque operan de maneras bien distintas y consumen diferente cantidad de energía. En general, la corteza cerebral consume mucha energía -presentar un examen es un claro ejemplo de lo cansado que puede terminar el cerebro- y nos desgasta. Por eso, tomar decisiones lógicas y racionales es lo que menos hace el cerebro. Casi todo son decisiones automáticas, una vez las aprendemos.

Como inversionistas racionales, a veces sabemos que cambiar es necesario y vemos la lógica de hacerlo. Pero entra a funcionar, también, el cerebro del ‘status quo’, es decir, el mamífero, al que le gusta lo conocido y que todo siga igual. El miedo es una función típica de este cerebro, lo cual tiene su explicación: nuestros antepasados sobrevivieron cuando su cerebro, sin pensarlo, los obligaba a salir corriendo antes de que el peligro apareciera. Eso lo tenemos interiorizado y, como tal, preferimos dejar las cosas como están y tratar de no cambiarlas.

Por definición, lo desconocido es evitado por el cerebro. Y los efectos de un cambio en inversiones son totalmente desconocidos ‘a priori’, lo que lleva a que sea evitado por algunos de nuestros cerebros. Cambiar los planes financieros y, específicamente, la planeación de inversiones genera confusión. No es fácil de asimilar y, aunque sea necesario, en no pocas ocasiones, se posponen o nunca se cumplen.

Si esto lo unimos con otros sesgos mentales que todos tenemos, en mayor o menor medida, entenderemos la causa por la cual los cambios financieros son tan difíciles de llevar a cabo. No existe solución a nuestros sesgos, ni al hecho de que nuestro cerebro procesa algunas cosas de manera automática. Pero lo que sí puede ayudar a que logremos tomar mejores decisiones es reconocer que tenemos los sesgos y que, a veces, debemos pensar las cosas con algún detenimiento, para poder tomar mejores decisiones con nuestras inversiones.

Comentarios