Cuando nos hundimos en los problemas

SUMINISTRADA - EL NUEVO DÍA
Suele suceder que nos dejamos hundir en problemas que sí tienen soluciones. Si tenemos la voluntad de hacer un cambio en nuestra forma de pensar, podemos superar las presiones y enfrentar las vicisitudes con decisión y dignidad.

A veces nos llegan tantos problemas a la vez que, por obvias razones, desfallecemos. De repente afrontamos tempestades que parecen que van a hundirnos del todo: problemas económicos, una enfermedad repentina, alguna decepción amorosa, tal vez un imprevisto laboral, en fin... ¡Muchas cosas nos hacen pensar que vamos a tocar fondo!

En esos difíciles momentos, cuando nuestra fe flaquea, sentimos que Dios nos ha abandonado justo cuando más lo necesitamos.

Lo peor es que la tristeza comienza a dar lugar a nuevas angustias, que inmediatamente nos sumergen en la depresión y empezamos a dudar de todo.

Son momentos difíciles, entre otras cosas, porque pensamos que nuestro mundo se está derrumbando, y que no hay nada que podamos hacer para salir de ahí.

Las consecuencias a esta falta de fe surgen rápidamente: no dormimos bien, se nos daña el genio, perdemos el apetito y no faltan los que se dejan morir en el abandono.

En lugar de caer presos de ese tipo de desesperación, nos corresponde tomar la decisión de volver a la superficie lo más rápido posible.

Así las cosas, cada vez que afrontemos esos episodios de fuertes tensiones el remedio efectivo es una dosis de serenidad.

 

¿Cómo lograr calma en medio de tanta crisis?

Siempre he creído que debemos insistir en la oración, aunque nos parezca que ella no da frutos o que no nos resuelve nada. Nuestra seguridad no puede encontrar fundamentos más firmes que en nuestra voluntad y en una fuerte filiación divina.

Es como poner las cosas en manos de Dios, pero al mismo tiempo nadar lo suficiente como para salir a flote.

Es decir, no se trata solo de orar, sino también de tomar la iniciativa de actuar. Lo que quiero decir es que la solución a los problemas no están fuera de nuestro alcance, entre otras cosas porque somos nosotros mismos quienes debemos asumir la decisión de enfrentarlos con dignidad.

Confiar en Dios consiste en saber que Él va adelante. ¡Pero para eso necesitamos seguir nadando! Las promesas del Creador funcionan si tenemos fe.

Recuerde que toda situación debe incluir un análisis serio y objetivo. Cuando nos encontremos ante una situación difícil, debemos reflexionar para saber las razones que nos sumergieron en ese problema.

Si somos serios en ese diagnóstico, terminaremos aprendiendo la experiencia y encontrando la salida que nos ayudará a resolver esa vicisitud.

De esta forma, tendremos claro qué debemos hacer la próxima vez para evitar caer en una situación similar en el futuro.

Todo lo que nos pase, incluso lo que calificamos de ‘malo’, es un aprendizaje. Cada momento difícil nos enseña a crecer y nos sirve para comprobar de qué pasta estamos hechos.

Por último, siempre debemos recordar que son precisamente en las situaciones adversas en donde tenemos que dar lo mejor de nosotros.

Nos corresponde encontrar la motivación y las fuerzas necesarias para dejar atrás esas preocupaciones que no nos dejan ser felices.

Credito
EUCLIDES KILÔ ARDILA

Comentarios