Si no suma, al menos no reste

Una cosa es una crítica constructiva, que nos ayuda a crecer; y otra muy distinta es esa opinión que pretende amilanarnos.

Si no suma, al menos no reste. Esta es una valiosa recomendación que deberían seguir, al pie de la letra, todos esos criticones que nos ganamos a diario.

Hago referencia a esos individuos que hablan de manera caprichosa y que dejan de un lado los juicios objetivos o racionales para ‘rajar’ de nosotros.

Son expertos en su particular habilidad para destilar veneno. Ellos siempre saben ‘qué debemos hacer’ o ‘qué no’ y destruyen nuestras acciones a sus antojos, sin contar que se sienten con autoridad para cortarnos las alas.

Muchos de esos detractores malintencionados siempre encuentran razones para cuestionarnos. Hagamos ‘bien’ o ‘mal’ las cosas, jamás dejarán de convertirnos en los blancos de sus respectivas ponzoñas.

No estoy diciendo que no atendamos sugerencias. Sería necio desconocer que un apunte constructivo actúa como una lima que nos pule. Además, todos podemos mejorar en algunos aspectos.

Pese a ello, hay que aprender a diferenciar entre aquellos que sí nos aportan cosas positivas, de los que nos quieren minimizar con sus desabridos apuntes.

Ha de saber que hay gente que nos ayuda a construir y a levantarnos cuando nos equivocamos; pero también hay otra que definitivamente solo emite opiniones para vernos disminuidos.

No podemos dejarnos avasallar por el primero que se sienta con autoridad para atropellarnos.

Nuestros defectos e imperfecciones no definen nuestra personalidad y, por ende, no debemos dejarles el poder de nuestras acciones a los que solo saben criticar.

Este texto, a decir verdad, solo pretende recordar que los comentarios que muchos emiten a veces se convierten en estrategias para no admirar a nadie.

Sin que tenga que mantener distancia con ellos, yo he aprendido a tenerles consideración a esos criticones. Todos los que pretenden pulverizarme, solo por sus intereses mezquinos, al final ‘mueren’ por su propia lengua.

Esas personas que viven pendientes de que uno falle o se equivoque, se comportan así porque no son capaces de construir sus propias historias ni tampoco se atreven a experimentar sus retos.

Muchas de esas personas se van lanza en ristre por todo y ni siquiera son capaces de dar ejemplo de tesón y decoro.

En conclusión, las personas que restan suelen contagiar con su mal humor, proyectan sus impotencias en lo que hacemos y, lo que es más grave, pretenden frenarnos.

No estoy invitando a odiar a alguien así, solo quiero que aprenda a identificarla para que, al menos, se cumpla el título de esta página: “Si no suma, que al menos no reste”.

Finalmente, quiero recordarles un consejo que me dio un gran amigo y que- según él- debemos poner en práctica cada vez que un juicio necio intente torpedearnos.

Él decía que cuando los demás pretendan avasallarnos con sus tonterías, debemos pronunciar las siguientes palabras: “No es mi circo, no son mis monos”.

Credito
EUCLIDES KILÔ ARDILA

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