Aló, ¿comandante?

Ernesto Yamhure había sido, durante los últimos 10 años y hasta el martes pasado, un columnista polémico y provocador.

Se convirtió en un defensor de posiciones ultraconservadoras con una pasión y un radicalismo que lo hicieron visible de la noche a la mañana. Varios medios de comunicación le abrieron sus puertas para contar con una voz representativa de la derecha y del uribismo cuando en el debate público y en el mundo periodístico eran mayoría las visiones críticas al gobierno Uribe y a sus tratos con los grupos paramilitares. Eso le permitió a Yamhure mantener una columna semanal en El Espectador, ser invitado habitual de Hora 20 en Caracol Radio y hacer un comentario hablado regular en esa misma cadena. También conducía el programa matinal La hora de la verdad, en la Cadena Super, dirigido por el exministro Fernando Londoño Hoyos.

Todos estos canales de expresión se cerraron para Yamhure la semana pasada. El periódico Un Pasquín, que dirige el caricaturista Vladdo, volvió a circular después de varios meses de inactividad con un artículo de portada que denuncia la existencia de estrechos lazos del columnista con Carlos Castaño y con las AUC. El artículo, escrito por la periodista Claudia Julieta Duque, revela apartes del contenido de una USB perteneciente a Castaño que el paramilitar desmovilizado Hebert Veloza García, alias H.H., entregó a la Fiscalía en julio de 2008.

El contenido es tan escandaloso que, en cuestión de horas, El Espectador le aceptó a Yamhure su renuncia a la columna, Caracol Radio anunció al aire que se suspendían sus comentarios, y La hora de la verdad notificó su retiro. La revelación más comprometedora tiene que ver con el borrador de una columna que Castaño recibió de Yamhure, titulada ‘¡Felicitémonos!’, que sería publicada en El Espectador el domingo primero de diciembre de 2002, en la que se daba la bienvenida al proceso de paz entre el Gobierno y las AUC, movimiento que a partir de ese día se declaraba en tregua. Tras leerla, Castaño pidió al columnista que hiciera varios cambios de forma y contenido. Le solicitó, incluso, que moderara sus referencias críticas y descalificadoras a Semana y al analista León Valencia. Yamhure modificó su texto, y fue publicado en El Espectador, con una defensa en términos más ecuánimes del proceso de desmovilización de los ­paras.

No es la primera vez que circulan versiones sobre los estrechos vínculos de Yamhure con Castaño. El portal verdadabierta.com había publicado un correo que el columnista había enviado al paramilitar en noviembre de 2002, en vísperas de la declaratoria del cese de hostilidades de las AUC, con sugerencias sobre cómo debía presentarse ante la opinión pública este primer paso del proceso. En el memorando -titulado ‘Consideraciones sobre el primero de diciembre’-, Yamhure asesora a Castaño sobre varios aspectos: “Es recomendable que el comunicado vaya acompañado por manifiesto de buena voluntad de todos y cada uno de los comandantes (de las AUC)”; “hay que hacer claridad, explicando que no se trata de un gesto político de corto plazo, sino que es el primer paso de muchos que se darán en busca de la reconciliación nacional”; “valdría la pena involucrar un poco al Gobierno sobre el éxito del cese de hostilidades”; “hay que hacer énfasis en el tema del acompañamiento y la veeduría internacional”, dice, entre otras sugerencias.

Yamhure, quien desde que estalló el escándalo no ha entregado declaración pública ni ha respondido las llamadas de los medios, ha dicho en otras ocasiones que sus contactos con las AUC formaron parte de su investigación para el trabajo de grado ‘El proceso de paz con las AUC: origen, desarrollo y eventual desenlace’, que terminó en 2003. Un Pasquín recoge también el testimonio de Juan Rodrigo García Fernández -hermano de Carlos Mauricio, el excomandante del bloque Metro de las Autodefensas asesinado en julio de 2004-, según el cual “en el sauna de la casa de Carlos Castaño, mientras yo tomaba café, ellos tomaban whisky y el doctor Yamhure fumaba su pipa”.

Con el artículo de Un Pasquín la situación de Yamhure pasó, literalmente, de castaño oscuro. El extinto jefe de las AUC dice al columnista: “Le pido un favor, inserte un párrafo (en su columna de El Espectador) donde alerta a las AUC sobre la importancia del cumplimiento de su palabra ante la opinión pública, de cumplir con el cese de hostilidades, que incluye abandonar definitivamente cualquier participación en actividades del narcotráfico, pues es lo que espera Estados Unidos. (…) Amigo, a mí me parece que así es más válido lo que usted escribe y muestra su línea crítica con todos los violentos”. Si en el pasado Yamhure había intentado presentar su correspondencia con las AUC como parte de la investigación para su tesis o como un esfuerzo para que la negociación con el gobierno Uribe funcionara, el tono de amistad y confianza que se revela ahora, y el hecho insólito de que una columna de El Espectador se prestara para que Carlos Castaño enviara mensajes políticos, deja aún peor parado a Yamhure.

De hecho, el artículo de Un Pasquín abre nuevos interrogantes. ¿Qué otros cor­reos tiene la Fiscalía, y por qué no ha hecho nada desde 2008, cuando H.H. hizo su declaración? ¿Qué más  aconsejó Yamhure a los comandantes? ¿Había otros asesores? Preguntas que hacen pensar que este capítulo, por más sorprendente y revelador que haya sido, no es todavía el fin de la historia.

Credito
EL NUEVO DÍA

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