Igual de desiguales

Con un nuevo método de medición, la pobreza­ en Colombia bajó un poco. Pero ni la magia estadística ni las políticas oficiales consiguen que disminuya la desigualdad.

“Cada país tiene los pobres que quiere tener”, dice un experto en el tema, con algo de humor. Quiere decir que las mediciones de pobreza son fruto de criterios relativamente arbitrarios de los gobiernos.
Por eso, cuando se cambia el método para calcular la pobreza -como acaba de hacer Colombia- y desciende, como resultado, el número de personas bajo la ­línea de pobreza, los críticos suelen sonreír con suspicacia.
Sin embargo, dos factores contribuyen a que sea más creíble el reciente cambio de técnica para saber cuántos colombianos son pobres.
Primero, el hecho de que la nueva metodología no fuera una decisión súbita y arbitraria del Gobierno, sino que, por el contrario, resultara de una Mesa de Expertos (Mesep) que tenía la difícil tarea de solucionar una crisis estadística de 2006, cuando se cambió, entonces sí sin aviso previo, la Encuesta Continua de Hogares por la Gran Encuesta Integrada. Por esto, los indicadores de ingreso, pobreza y desigualdad -que se calculan utilizando estas encuestas- no eran comparables.


La Mesep, conformada por estudiosos de la Cepal, el Banco Mundial, el Dane, Planeación Nacional y los investigadores Jorge Iván González, profesor de la Universidad Nacional, Manuel Ramírez del Rosario y Carlos Eduardo Vélez, desarrolló un empalme para lograr datos comparables desde 2002 hasta 2008. Y en una segunda fase, recalculó la línea de pobreza con base en datos más recientes de los alimentos que componen la canasta básica de los colombianos. Y además incluyó en los ingresos de los hogares, los subsidios estatales que reciben de programas como Familias en Acción.
Según varios expertos consultados por Semana, la nueva metodología es producto de un trabajo riguroso y abierto. Pero también hay críticas. Ricardo Bonilla, profesor de la Universidad Nacional, piensa que es un desacierto que la Mesep haya bajado el valor de la nueva canasta de alimentos.

En esto concuerda César Caballero, exdirector del Dane, quien, aunque afirma que es válida, pide que le expliquen cómo la calcularon. Otros como Jairo Núñez, investigador de Fedesarrollo, encuentra inconsistencias metodológicas y preferiría seguir utilizando la antigua línea para poder ver las tendencias a largo plazo.
A pesar de los cuestionamientos al cambio de método, el segundo factor que lo hace más confiable es el hecho de que el Gobierno no haya explotado políticamente el resultado, como suelen hacerlo los mandatarios cuando hacen cambios en las estadísticas oficiales que los benefician.
Y eso que el cambio fue particularmente favorable. Según las viejas cifras, el 45.5 por ciento de los colombianos estaban bajo la línea de pobreza en 2009, y en 2010 la cifra bajó a 44.1 por ciento. Con el método recién estrenado, el dato de 2009 bajó a 40.2 y el de 2010 a 37.2.
A pesar de que el presidente Juan Manuel Santos es un buen comunicador, trató con particular discreción la considerable caída matemática de la pobreza. Esta da para alegrarse, pues del dato que la gente tenía en mente de que casi cinco colombianos de cada 10 era pobre, ahora resulta que poco más de tres de cada 10 lo es.
En relación con la miseria, el dato es menos impactante, si con la anterior metodología daba que en 2010 el 14.8 por ciento de personas tenía ingresos de indigencia, la nueva muestra que los reciben el 12.3 por ciento. De todos modos, y siendo justos, con cualquier medición la pobreza en Colombia ha bajado.
Quizás una de las razones por las cuales Santos no hizo bombo es que la pobreza es igualmente demasiado alta dado el nivel de desarrollo y crecimiento económico que ha tenido Colombia en los últimos años. Y la otra es que la desigualdad es escandalosa. El coeficiente Gini, con el que suele medirse la distribución de la riqueza, según el cual cero es la igualdad total y 1 la absoluta desigualdad, este país tiene un coeficiente de 0.56, y con este se ubica entre las naciones más desiguales del continente y del mundo. Preocupa más aún que este indicador se resiste a bajar y no muestra siquiera una tendencia de ir en esa dirección.

¿Por qué ni la brecha entre pobres y ricos se cier­ra, ni la pobreza baja al ritmo de la bonanza económica?
Los expertos coinciden en que las razones son varias y profundas: la concentración de la tierra causada por el conflicto armado; el capital en pocas manos y el crédito difícil; políticas que promueven la informalidad como la repartición masiva de subsidios; un sistema educativo que perpetúa la desigualdad y uno pensional, que reparte mucha plata entre los pocos jubilados de privilegio y poca entre los muchos de a pie; y uno tributario que les permite a los más ricos evadir impuestos; y grandes distancias entre territorios de la geografía nacional.
Santos acogió la nueva metodología -y los críticos esperan que ya no se cambie más- y ratificó su compromiso de bajar la pobreza en cinco puntos (de 37 a 32 por ciento) y conseguir que el Gini del final de su mandato, en 2014, pase de 0.56 a 0.54.
Además, el Gobierno estrena otra metodología de medir la pobreza, el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), desarrol­lado por la Universidad de Oxford. Este, con un concepto integral de la pobreza que va más allá de los ingresos, mide 15 variables como analfabetismo, inasistencia escolar, acceso a servicio de salud, hacinamiento y desempleo de larga duración.
Esta medición le será más útil al Gobierno para enfocar las políticas públicas y hacerles seguimiento. La pobreza multidimensional se define cuando alguien no cumple las condiciones mínimas en cinco de las 15 variables. En Colombia hoy un 30.7 por ciento de sus familias son pobres multidimensionales. La meta de Santos es bajarla al 22 por ciento, lo que implica sacar a tres millones 200 mil familias de la pobreza estructural.
Para lograrlo tendrá que cambiar las políticas que tienen al país empantanado en materia de desarrollo social y demostrar una férrea voluntad política para tomar decisiones impopulares pero impostergables. Es la única forma de conseguir un quiebre definitivo en materia de pobreza. Porque es obvio que con cambiar las técnicas de medición no basta.

Credito
EL NUEVO DÍA

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