“Es el tiempo de construir”

A la ganadería hay que mirarla con estrategias de largo plazo, para evitar que las alegrías del corto plazo se conviertan en grandes pérdidas, como ocurrió con el boom de las exportaciones hacia Venezuela.

“La de hoy no es una buena coyuntura para la ganadería bovina. En un entorno en que a otros sectores les está yendo bien, al ganadero no le sucede lo mismo, porque no se ha integrado con el consumidor”, advierte el presidente de Fedegán, José Félix Lafaurie Rivera, al analizar el futuro de la ganadería colombiana frente a los TLC y otros temas de esta actividad productiva.


“El sector nuestro sigue creyendo que con un novillo gordo o con un cántaro de leche está terminada la tarea, pero estoy convencido de que sólo en la medida en que avancemos, como lo hizo el sector agrícola, integrándose y elevando su competitividad, tendrá posibilidades de tener una respuesta importante del consumidor para que crezca el consumo interno y para que pueda responder a las expectativas del futuro.

“Lo que se nos viene con los TLC es muy difícil. El tema de admisibilidad sanitaria y los riesgos que tenemos con los acuerdos ya firmados, van a medir si la ganadería actual, tal y como está, es capaz de sobrevivir o no, al choque externo, poniéndola en el escenario de las grandes decisiones nacionales.

A esto se suma el preocupante deterioro del orden público y una coyuntura de economía ganadera difícil, en la que afloran intereses particulares esgrimiendo el argumento de la eliminación de los controles a las exportaciones como la tabla de salvación para superar los bajos precios, especialmente en la ganadería de cría, haciendo creer que con eso aportan al desarrollo ganadero. Lo que se requiere es construir y no destruir, y por eso me parece magnífico que lo hagan con el Gobierno, que, finalmente, es el que tiene que definir en qué dirección toma las decisiones en materia de política pública”, agrega el dirigente gremial de los ganaderos.

Preguntas y respuestas
¿Por qué Fedegán ha sido partidario del control a las exportaciones hacia Venezuela?

Hace más de un año, justamente al comienzo del Gobierno, a propósito de las aproximaciones que tuvo el presidente Santos con el presidente Chávez en las que le advertía las dificultades por las cuales atravesó la ganadería por el manejo indiscriminado y, en mi opinión, en algunos casos irregular, de las exportaciones hacia Venezuela, obligaba a implantar controles de carácter admi­nistrativo. Solo de esa manera el país podría te­ner una oferta interna válida para manejar unos precios al consumidor final que permitieran que el consumo interno creciera, como, en efecto, creció, y, al mismo tiempo, protegiera el hato y la seguridad alimentaria de los colombianos.


El contexto era muy claro. El boom de las exportaciones hacia Venezuela generó un desbordado optimismo cuyas consecuencias fueron oportunamente advertidas por Fedegán. En efecto, las alegrías del corto plazo se convertirían en un largo llanto que todavía estamos lamentando: Colombia perdió cuatro kilos en el consumo interno, se elevaron de una manera absolutamente absurda los costos de producción y al mismo tiempo, se perdió un 30 por ciento de ingreso de los productores que vendían ganado para sacrificio.


La responsabilidad del Presidente de Fedegán, tal como se hizo con los diferentes TLC negociados por el Gobierno, fue la de mirar el bosque y no las ramas,­ bajo el criterio de qué pasaría en el largo plazo. Se advirtió, también oportunamente, sobre la distorsión de los precios inducida por un negocio especulativo­ al amparo del control de cambios impuestos por el Gobierno venezolano. Se sabe, por ejemplo, de comercializadores de ropa interior que terminaron con licencia de importación de Cadivi para productos cárnicos y animales en pie. Esos exportadores, que muchas veces hicieron ventas irregulares, son los que hoy en día están afectando la posibilidad de volver a abrir ese mercado.


Hoy esos factores distorsionantes siguen vigentes: el cambio del dólar oficial es de 4,30 bolívares y el de mercado libre, de 10. Existe, por ende, un incentivo, de más del doble por tipo de cambio, que genera distorsiones de toda clase en el comercio.

¿Y en las exportaciones al Líbano?
Como lo he dicho en mis escritos, yo sí creo en las exportaciones al Líbano. Es un mercado al que se llega si el precio es competitivo. El de Venezuela no. Yo no creo que Colombia haya exportado en 2008 112 millones de dólares en pajillas, ni creo que haya exportado 362 millones de dólares en cuero. Y no sé si Colombia haya sido capaz de exportar 752 millones de dólares en carne.

¿Pero hay posibilidades de reactivar el comercio con Venezuela?
He conversado con el embajador de Venezuela en Colombia, Iván Rincón, para ver cómo logramos abrir ese mercado de manera reglada y ordenada. También lo he hecho, en este último mes, con el embajador de Colombia en Venezuela, Carlos Cure, para llevar a finales de septiembre una comisión de exportadores colombianos de ganado para revisar con las autoridades venezolanas este tema. En pasadas oportunidades, Venezuela ha señalado que requieren de vientres para adelantar una política de repoblamiento, mautes para terminarlos y sacrificarlos en sus plantas, y algo de carne despostada, bajo una negociación directamente con el Gobierno venezolano.

¿Tratarán el tema de la triangulación de leche en polvo y del contrabando de ganados en pie?
Son temas cruciales para nuestra ganadería y entendemos que hay una buena disposición del Gobierno venezolano. En los mercados externos hay que tener­ mucho cuidado en cuanto a cantidad, pero también en cuanto a admisibilidad sanitaria. El día en que Colombia exporte un animal que por alguna circunstancia tenga un problema de carácter sanitario, se nos cierran los mercados. Y ese es un problema latente en un mercado no controlado. A principios de septiembre se encontraron 36 a­nimales con problemas sanitarios, traídos de Venezuela para ser sacrificados en Colombia, y si esa carne se hubiera llevado a otro país, el cierre de los mercados del mundo para Colombia no se haría esperar y sus consecuencias serían devastadoras. Se perderían 500 millones de dólares que los ganaderos hemos invertido para erradicar la fiebre aftosa en todo el territorio nacional.

Por eso, una de los frentes en la tarea gremial­ es -en buenos términos- fustigar al Gobierno para que la institucionalidad pública se movilice y logre avances importantes en los protocolos sanitarios, al igual que solicitarle un mayor control de los precios de los insumos, porque de eso depende, en gran parte, el ingreso de los ganaderos.

Pero no nos engañemos: tenemos, en las cadenas productivas cárnica y láctea, unos pro­blemas estructurales que se traslucen en la informalidad y en el alto grado de intermedia­ción que no permiten transferirles a los consumidores los menores precios de los ganados. Afortunadamente, el buen desempeño general­ de la economía ha permitido que la demanda por los productos del sector se mantenga, lo cual hace que el consumo promedio por habitante haya crecido. No quiero pensar qué ocurriría en un escenario de franca depresión como el que se pronostica para las economías desar­rolladas y sus coletazos para economías como la nuestra en términos­ de desempleo y restricción de la demanda. Eso, y lo cedido en los TLC, nos auguran tiempos peores, en donde los productores ineficientes se verán obli­gados a salir del mercado. La solución es elevar la productividad para hacer frente a ese nuevo escenario que se vislumbra.

Desde Fedegán se ha venido promoviendo políticas que contribuyan a la modernización de la actividad productiva sobre la base de elevar la productividad, así como los temas que tienen que ver con la responsabilidad y la defensa del ganadero a través de la Fundación Colombia Ganadera, y ha construido mucho a lo largo de 50 años de existencia para que la ganadería se sienta bien representada, como se sienten otros miles de ganaderos que lo expresan a diario, en todas las regiones colombianas.

Vale la pena aclarar que las unanimidades nunca son buenas. Cuando hay un debate constructivo y asertivo, debate para decir cosas que mejoren el desempeño de la ganadería, soy el primero en derivar de allí conclusiones u opiniones que sirvan para seguir construyendo política ganadera, pero es el Gobierno el responsable de esa política. Afortunadamente, sentimos en esa tónica al ministro de Agricultura, doctor Juan Camilo Restrepo Salazar, quien se ha preocupado mucho por los problemas de nuestro sector.

Credito
EL NUEVO DIA

Comentarios