Fiebre de oro

Cuatro megaproyectos de minería de este metal auguran enormes ingresos para Colombia, pero si no se manejan bien, pueden tener graves impactos sociales y ambientales.

Con los mejores índices de seguridad y el precio del oro que en el último mes superó el récord de los 1.800 dólares la onza troy, Colombia está viviendo un nuevo Dorado. De ahí el afán de que arranquen pronto la etapa de explotación del metal cuatro megaproyectos en ciernes en Santander, Caldas, Tolima y Vaupés. No obstante, darles vía libre no es una decisión fácil para el gobierno, pues a la vez que los cuatro sumados son un motor medular de la locomotora minera y, por ende, de la economía nacional, también tienen delicadas implicaciones sociales y ambientales. Y de cómo resulte el debate sobre su aprobación o rechazo dependerá la definición del modelo de desarrollo al que le está apostando Colombia.

Los cuatro emprendimientos de las multinacionales AngloGold Ashanti, Eco Oro (antes GreyStar), Cosigo y Gran Colombia Gold-Medoro Resources son indispensables para cumplir su meta de aumentar la producción de oro de las 53 toneladas anuales de hoy a 72 en 2014. Este logro contribuirá a hacer reales los optimistas cálculos que, según la investigación ‘La fiebre minera se apoderó a Colombia’, de Ciperchile.cl, proyectan aumentar las exportaciones del sector minero-energético colombiano de 21.000 millones de dólares en 2010 a 54.000 millones en 2021.

Pero así como son enormes las expectativas económicas también lo son los peligros. Todos los proyectos están en lugares ambientalmente estratégicos, como páramos o bosques. De ahí que la pregunta clave que tendrán que responder las autoridades es si sus beneficios económicos compensarán el daño ambiental. Además, todavía no hay una respuesta sobre cómo se manejarán esos megaproyectos con las comunidades de mineros tradicionales, pueblos indígenas y afrodescendientes de donde se desarrollan. Sin claridad sobre estos interrogantes, el camino a El Dorado todavía está cuesta arriba.

Carta premonitoria

El sociólogo Alfredo Correa De Andreis le suplicó en una misiva al presidente Álvaro Uribe que lo protegiera de los abusos del DAS. Tres meses después fue asesinado, crimen por el que acaba de ser condenado Jorge Noguera, entonces director de esa entidad. La carta fue revelada por Kien&Ke.

Soy Alfredo Correa De Andreis (…) Hace más de veintitrés años me dedico exclusivamente a la docencia e investigación universitarias. Mis dos recintos académicos han sido las Universidades del Norte de Barranquilla y Simón Bolívar también de Barranquilla (…).

Usted me conoce físicamente y acudo a su buena memoria al señalarle saludos de mano en una ocasión en el Centro de Convenciones de Santa Marta, tal vez también en la propia Universidad del Norte, sin embargo de esta segunda oportunidad no tengo certeza. Usted se dirigió a mí al momento del saludo diciéndome “profesor, cómo está”. No sé si esto tenga algo de importancia, pero según se comenta usted cuenta con una excelente memoria.

Soy casado formalmente mediante matrimonio civil hace ya quince años con Alba Lucía Glenn Díaz Granados y tenemos una hija, mi adorada Melissa Correa Glenn, con trece años de edad. Mi familia es ampliamente conocida en el Magdalena y específicamente en Ciénaga y Santa Marta, igualmente en la ciudad de Barranquilla y en otras capitales de los departamentos costeños. Nuestra familia se distingue por sus calidades humanas, por la decencia, las prácticas sociales éticas transparentes, orientada por la dignidad humana, actuaciones todas públicas. Las gentes de estas ciudades así lo reconocen. Podría extenderme en estos apartes, pero prefiero la brevedad antes que fatigarlo con la lectura.

El asunto concreto es que me han detenido bajo la sindicación de rebelión. El jueves 17 de junio de 2004, hace cuatro días, en mi apartamento (…) un grupo de agentes del DAS de Bolívar y con apoyo del DAS Atlántico-Barranquilla, me detienen mediante orden de captura por el delito de rebelión y emitida por el Fiscal 33 de Cartagena Demóstenes Camargo.

La impresión, la sorpresa, el impacto sobre mi hija Melissa, mi esposa Alba, la mía misma y las consecuencias sobre nuestra dignidad, nuestra condición humana, es un reflejo claro de una vida asistida por la rectitud, la decencia, la transparencia de nuestros actos, somos, respetado Presidente, ciudadanos de bien, mis actos todos son públicos, le anexo mi hoja de vida, advierta mis tiempos de ocupación al servicio de la docencia y la investigación y perdone, derive conclusiones. Soy un libro abierto, le pido su intervención directa en este atropello del que mi persona y toda mi familia somos víctimas (…).

No debo extenderme más. Señor Presidente, lo que estoy experimentando, el sufrimiento, la humillación, el sometimiento propio y de mi unidad familiar a este tipo de injusticia, a esta privación de la libertad, a una angustia que se dilata en indagatorias. Quedé perplejo, se me liquidó por completo mi capacidad de asombro frente a unos testimonios en mi contra que no solo riñen con la verdad, sino que parece obra demencial, fuera de toda lógica y razón humana. Señor Presidente, en su condición de Jefe de Estado le pido que intervenga para que afirme mi derecho a la libertad.

Esto es una pesadilla, incomparable como violación de todos mis derechos ciudadanos. Confío en que usted no solamente leerá esta carta sino que en perspectiva humana, orientará rumbos justos para que nadie más en este país sufra y de qué manera, como mi adorada y ejemplar familia.

Con sentimientos de un ciudadano que sufre los errores de otros, y espero una pronta y urgente justicia. Alfredo Correa De Andreis.

Credito
EL NUEVO DÍA

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