Los ‘Primíparos’

Centro Democrático cumple dos meses como oposición en el Congreso. Disciplinados, estudiosos, buenos comunicadores e inexpertos en las marañas legislativas, los uribistas no han pasado desapercibidos.

Esta semana la bancada de Centro Democrático aprendió una de las lecciones más duras: en el Congreso por más disciplinados, juiciosos y madrugadores que sean, nada vale tanto como la experiencia legislativa. Ser nuevos les salió tan caro, que terminaron aprobando la eliminación de la reelección, medida que no comparten. Los senadores uribistas de la Comisión Primera Paloma Valencia, Alfredo Rangel, Jaime Amín y José Obdulio Gaviria creyeron que la que estaba sometida a votación era su propuesta y no la del Gobierno y terminaron enredados por los curtidos parlamentarios santistas. Aunque al final lograron enmendar el error, aprendieron que no basta saberse la letra menuda del reglamento. Hay que conocer la selva para esquivar sus peligros.

Hasta ahora ser los ‘primíparos’ más populares del Congreso había sido una ventaja. Centro Democrático se convirtió en el partido más joven del Capitolio, fundado oficialmente cinco días antes de la inauguración del Congreso, el 20 de julio, y llegó como bloque opositor a la derecha del espectro ideológico y a competir con las hasta ahora solitarias voces críticas del Polo. Pero el pasado martes confirmaron que necesitan mucho más que los consejos de Uribe para domar la vorágine del Legislativo. La disciplina y la organización importan, pero la ‘cancha’ y la intuición también.

Su bancada, compuesta por 20 senadores y 19 representantes, trabaja siempre alineada. No hay ‘ruedas sueltas’ ni sorpresas. Todo está perfectamente planeado. “Somos como el Barcelona. Sabemos cómo juega cada uno y hasta qué va a decir” le dijo a Semana el senador Iván Duque, una de las nuevas voces del partido.

Esa disciplina era de esperarse ya que ha sido una de las características más destacadas de la forma de hacer política de Álvaro Uribe. Las expectativas alrededor de la histórica llegada del expresidente al Capitolio se combinaron con el respaldo de unos siete millones de colombianos que votaron por Óscar Iván Zuluaga. “La bancada trabaja bajo dos principios: ser coherente con las ideas que se defendieron en la campaña y mantener la confianza en los electores”, le confirmó el excandidato presidencial a esta revista.

Por eso su estrategia opositora en el Congreso ha calcado el estilo Uribe. Desde hace un año los hoy electos congresistas vienen visitando hasta el último pueblo del país con sus bautizados ‘Talleres Democráticos’ para contar sus propuestas. Esto les ha permitido conservar el apoyo de las presidenciales y abonar terreno para las elecciones regionales de 2015. Dentro del Capitolio, las tácticas, además de los debates de control político, han sido dos temas que Uribe repite en las reuniones de bancada: la importancia de la comunicación política y el liderazgo. Tanto así que les recomienda a sus pupilos libros norteamericanos y tesis doctorales sobre la relevancia de las ideas y de los símbolos para llegarle a la gente y trasmitirle los mensajes políticos. De ahí los famosos carteles que llevan a los debates con mensajes como: ‘¿Esta paz como pa’cuando?’ y ‘Soy opositor no criminal’.

Como saben que son minoría en el Congreso y que sus proyectos terminarán empantanados, se han convertido en los maestros de las redes sociales, en especial Twitter. Su página oficial tiene 117 mil seguidores, el doble de los registrados por toda la Unidad Nacional, que entre La U, el Partido Liberal y Cambio Radical suman 58 mil 200. “Hay una directriz general de darle mucha importancia a las redes. Es un instrumento esencial de la política moderna en los sectores urbanos y en la clase media” señaló el senador Alfredo Rangel. Uribe martillea las mismas recomendaciones: ser concretos, generar titulares de prensa y mantener una relación cauta con los medios. Y aunque hay trinos que llevan esos consejos al extremo como los polémicos mensajes de la representante María Fernanda Cabal, el escándalo generado por sus comentarios le ha servido para crear titulares y atraer cubrimiento periodístico.

Hacer una oposición diferente es la obsesión del expresidente. Y a esta meta aplica su conocida disciplina. Todos los lunes sagradamente y a veces los martes después de plenaria, la bancada se reúne a evaluar la semana anterior y planear la siguiente. “Cada congresista paga su sánduche y su gaseosa, con una cuota entre 40 mil y 60 mil pesos para costear los encuentros”, le contó un representante a Semana. “Uno sabe a qué horas entra pero nunca a qué horas termina”, añadió. Las reuniones pueden llegar hasta la media noche. Miran punto por punto la agenda y discuten qué posición adoptar en cada tema. Nada se vota de manera individual y todos los proyectos y decisiones, incluidas las alianzas con otros partidos, se toman con el respaldo de al menos el 60 por ciento de la bancada. Esa coherencia ideológica se debe también a que fueron elegidos por lista cerrada que los obliga a ser leales a Uribe porque sin él no estarían sentados en sus curules.

Tan sinérgico es el trabajo, que las Unidades de Trabajo Legislativo (UTL), un ejército de abogados, politólogos y periodistas, se reúnen con la misma periodicidad a compartir los avances de cada congresista para que toda la bancada tenga la misma información. “Ahí hablamos de lo bueno y lo malo de cada proyecto y mantenemos al tanto a los de la Cámara para que imiten el trabajo del senado” le dijo un miembro de una UTL a Semana.

Y por si a los congresistas les queda alguna duda, tienen además un equipo de prensa dedicado exclusivamente a enviarles correos con el resumen de cada plenaria y de lo que dicen los medios.

Dentro de la bancada hay tres grupos definidos. Primero están los ideológicos y de bajo perfil, encabezados por José Obdulio Gaviria, el tradicional escudero de Uribe, con Paola Holguín, Alfredo Rangel y Everth Bustamante. Luego vienen los costeños, liderados por María del Rosario Guerra, que siempre actúan en bloque unidos por sus intereses regionales, y por último está la llamada ‘Generación del 14’. Así la apoda el mismo Uribe y la conforman voces jóvenes que han sorprendido por su liderazgo en las comisiones y porque chocan con la manera tradicional de hacer política.

Ahí están personajes como Paloma Valencia e Iván Duque en el Senado y Samuel Hoyos junto a Federico Hoyos, en la Cámara. La diferencia generacional, de trayectorias profesionales y de origen regional hace que el partido parezca un consejo comunitario más que una bancada.

Otro ingrediente es que cada tema tiene su vocero. Óscar Iván Zuluaga es el director del partido y está al tanto de que todos estén coordinados. Paloma se encarga de la reforma de pesos y contrapesos. Rangel maneja los asuntos de seguridad y está detrás de la propuesta del fuero militar. María del Rosario es la vocera.

Duque el líder en temas económicos y Ramos trabaja el presupuesto regionalizado. Esto les permite concentrarse en cada asunto, pero la regla general es que todos sepan de lo mismo. Y Uribe, en la cabecera de la mesa, sigue con sus aires de presidente tirando línea en la mayoría de temas.

“Uribe es el rey del ‘Principito’. No nos da órdenes. Su poder es el del ejemplo”, le dijo Paloma a Semana. Pero la metida de pata de estos días dejó claro que el ejemplo no va a ser suficiente y que la estrategia de aquí en adelante será cogerle el tiro al Congreso para tapar goles como el de aprobar la reelección.

A él no se le olvidan sus tiempos en la Casa de Nariño. En las eternas reuniones con su equipo, que a veces parecen más un concejo de ministros, sus crocs negros pasan desapercibidos. Saca su bloc amarillo inconfundible, donde anota palabra por palabra lo que va a decir, y comienza a contar sus historias. Desde sus anécdotas en el Ubérrimo hasta su paso por la Universidad de Harvard. Esta vez la reunión es en el Club de Banqueros, mañana puede ser en su oficina y nunca más se encontrarán en la sede del partido porque el riesgo de que sufra un atentado ahí es muy alto.

Habla y los demás también. A ratos lo interrumpen y pide opiniones, pero el mensaje siempre es el mismo: hacer oposición no solo a punta de debates, sino de fina sincronización y simbología. Ese es el juego de Centro Democrático, el nuevo bloque opositor del Congreso, cuyo estilo de trabajo es reconocido por sus contradictores y hasta el propio gobierno.

Credito
EL NUEVO DÍA

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