El debate de Ciudad Perdida

TOMADA DE INTERNET - EL NUEVO DÍA
La propuesta de Jean-Claude Bessudo de llevar en helicóptero a los turistas a este santuario arqueológico generó polémica. Sin embargo, este puede ser uno de los dilemas esenciales sobre el rol del turismo en el posconflicto.

Para cualquier amante de la naturaleza y de la historia no hay mejor viaje en el país que Ciudad Perdida. Anclado en la mitad de un espeso bosque, es un retrato vivo del más asombroso pasado y de lo más bello del presente. Caños y ríos cristalinos, árboles gigantes, imponentes montañas enmarcadas en un refugio sagrado para milenarias culturas indígenas.

Por eso, no es extraño que la propuesta del presidente de Aviatur, Jean-Claude Bessudo, de permitir que turistas puedan llegar en helicóptero genere al mismo tiempo júbilo entre los turistas y críticas entre los ambientalistas.

La Sierra Nevada es un ícono mundial. Sus 5.700 metros de altura le dan el título de la montaña más alta al nivel del mar. Alberga todos los ecosistemas, desde las playas coralinas hasta las nieves perpetuas, y por esa razón es el hábitat de cientos de especies, de las que casi el 50 por ciento no está en otro lugar. “Eso no existe en otra parte del planeta. Es único”, señala Bessudo.

El empresario está convencido de que este lugar podría ser el arquetipo turístico de Colombia, así como las islas Galápagos en Ecuador y Machu Picchu en Perú. Agrega que su ubicación, en el corazón del Caribe, podría convertir a esa región (Cartagena, Mompox, Valledupar y el Cabo de la Vela) en un polo de desarrollo para que Colombia pueda vivir de dar a conocer sus bellezas naturales.

Muchos países del mundo han tomado la decisión de compartir sus riquezas históricas con la humanidad. México tiene Chichén Itzá y Teotihuacán; Egipto, sus pirámides; Grecia, su Acrópolis; Italia, sus coliseos, y Jordania, su ciudad de piedra de Petra. Algunos de estos sitios son considerados las nuevas maravillas del mundo moderno y lejos de destruirlos, el turismo ha permitido conservarlos.

Ciudad Perdida es aún más extraordinaria, puesto que es el único lugar de este tipo en el que todavía viven sus milenarios habitantes. Y esa es precisamente la principal razón de la polémica. La Sierra Nevada es compartida por cuatro comunidades indígenas (kogui, wiwa, arhuaco y kankuamo). Para ellas esas montañas no solamente son sagradas, sino también la fuente misma del universo.

Los koguis son, quizá, una de las etnias más emblemáticas de Colombia. Incluso Juan Manuel Santos se posesionó con ellos en un acto simbólico. Esa comunidad tiene una cosmogonía compleja y maravillosa. Creen que los occidentales son sus ‘hermanos menores’ y están seguros que de la montaña depende el equilibrio del planeta.

Quienes critican la propuesta de Bessudo consideran que el turismo puede poner en riesgo su cultura y amenazar uno de los escenarios más espectaculares con que cuenta el país.

Sin embargo, lo que está en debate no es si debería existir turismo en Ciudad Perdida. El lugar construido por los teyunas, probablemente en 1650 a. de C., fue abierto al público después de ser descubierto en 1976. Anualmente van 15 mil personas, la mitad de las cuales son extranjeras.

El viaje es hoy una verdadera odisea a pie que dura una semana. El sendero está claramente marcado, no obstante, hay pedazos como para Indiana Jones. Se debe caminar por abismos al borde de los ríos, trepar piedras, subir enormes montañas empinadas. Eso hace que hoy solo aventureros atléticos y con gusto por lo extremo puedan conocer ese tesoro.

La propuesta del empresario Bessudo no tiene nada de novedoso pues hasta 1988 los colombianos podían ir a ese refugio en helicóptero. El servicio se canceló porque en medio del tupido bosque el único lugar para aterrizar eran sus icónicas terrazas.

La construcción del helipuerto es realmente una necesidad, así no se permita usarlo para el turismo. Hoy en Ciudad Perdida aterrizan helicópteros militares y oficiales, pero se siguen utilizando las terrazas, un patrimonio arqueológico inigualable, como pista. El Instituto Colombiano de Antropología reconoce que esto es un problema real que puede llegar a desplomarlas.

A eso se suma que si algún turista o indígena se enferma de gravedad, el trayecto para salir a pie o en mula dura mínimo dos días. La infraestructura de un helipuerto tiene mínimo impacto ambiental, pues no mide más que una cancha de baloncesto. El tema es urgente y no debería levantar ampolla, salvo en los ambientalistas más radicales.

Sin embargo, el debate no es el helipuerto, sino la urgencia de tener una política clara para conservar lugares como la Sierra Nevada. Los peligros que se ciernen sobre esta no vienen del turismo. Un estudio del Cefe, el centro de investigación sobre ecología más importante de Francia, catalogó este escenario como el lugar más amenazado e irreemplazable del planeta. Según el Ideam, su glaciar se ha perdido un 90 por ciento y en 20 años ya no quedará nada. Quienes hacen el trayecto a pie a Ciudad Perdida no solo ven bellezas, sino también las quemas y la deforestación que han menguado sus paisajes.

A eso se suma que esas montañas fueron durante años el epicentro de las múltiples guerras que se viven en Colombia. Se las han disputado la guerrilla y los paramilitares. Ciudad Perdida no solo ha sido noticia en el mundo por sus riquezas, sino también porque en 2003 el ELN secuestró a una decena de turistas extranjeros que intentaron conocerla. Carlos Castaño y Hernán Giraldo controlaron durante años sus caminos.

Por tal motivo, en la región muchos agradecen la consolidación del turismo. En estos lugares aplica esa ley de la física que señala que si un objeto abandona un espacio otro siempre llegará a ocuparlo.

La propuesta de Bessudo es hasta ahora incipiente. El empresario la lanzó en un congreso de Anato celebrado la semana pasada. La ministra de Comercio y Turismo, Cecilia Álvarez, contestó que el tema era una decisión de país que ameritaba una reunión en Presidencia. Aunque es muy poco probable que suceda, pues para construir un helipuerto se necesita hacer una consulta previa con los grupos indígenas y lograr una licencia ambiental, un proceso largo y complejo. Y de todas formas, siempre los indígenas tendrán la última palabra porque esa es su tierra.

Durante décadas se ha hablado del turismo en Ciudad Perdida. En los años 80 se propuso un teleférico y hace pocos años un experto peruano intentó diseñar un sendero como el que lleva a Machu Picchu. Y nada se ha podido conseguir. Lo grave no es que existan dudas, controversias o intereses, como sucede en cualquier parte del mundo. Lo realmente grave es que en Colombia no se ha hecho casi nada en infraestructura turística, más allá de la proliferación de hoteles en las ciudades.

Pero, tal vez, ahora que el país está cerca de la firma de la paz y, seguramente, esto hará que Colombia despierte interés entre los viajeros del mundo, es necesario pasar de la discusión a la acción.

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