Tolima Grande

ARCHIVO - EL NUEVO DÍA
La justicia colombiana está hoy en manos de tolimenses. El fiscal, el ministro de Justicia y los presidentes de la Corte Suprema y el Consejo de Estado son de este departamento.

Esta semana, el nombramiento de Danilo Rojas Betancourth como presidente del Consejo de Estado produjo un fenómeno que ha dado mucho de qué hablar. Lo más curioso es que no solo él recibía llamadas de felicitación, sino también el ministro de Justicia, Yesid Reyes; el fiscal general, Eduardo Montealegre, y el presidente de la Corte Suprema, Leonidas Bustos. “Quedamos en manos de tolimenses”, les decían.

El hecho de que casi la totalidad de la cúpula judicial provenga de Tolima ha dado pie a muchas teorías. Ellos aseguran que es “feliz coincidencia”, pero otros recuerdan que ese departamento ha entregado al país varios de los mejores juristas de su historia. 

Esos cuatro abogados se conocen desde hace años, pero llegaron a estos altos cargos en la justicia por separado. Quizá el que tiene más vínculos con cada uno de ellos es el Fiscal. Montealegre creció en Ibagué y estudió el bachillerato con Bustos y la universidad con Reyes. El magistrado le llevaba tres años al fiscal, pero se hablaban con frecuencia e incluso ambos compitieron por ser el representante estudiantil del colegio. Bustos ganó y compartió ese escenario con el papá de Montealegre, quien era el representante de los padres de familia.

Ambos estudiaron en el colegio San Simón, un plantel que los dos recuerdan como una institución pública en la que se vivía una verdadera democracia. Como era el mejor del departamento, allí solo se podía lograr un cupo por un estricto examen, y por eso no solo la calidad era muy alta, sino que eran alumnos tanto los ricos como los pobres. “El hijo del gobernador se sentaba en el mismo salón con el del arrocero y el del campesino”, recuerda Bustos.

El San Simón era un colegio contestatario y muchos de quienes estudiaban allí tenían ideas de izquierda. El Fiscal recuerda que todos los estudiantes salían pacificamente a protestar a la calle contra los estados de sitio, tan comunes a mediados del siglo XX, pero que nunca tiraban piedra. Según cuenta el fiscal, tenía la vida contemplativa y humanista del Tolima y la diversión de los fines de semana, además del fútbol y el béisbol, “que era tomar cerveza hasta las cinco de la mañana mientras pensábamos cómo cambiar el mundo”. 

Bustos recuerda que, de niños, Ibagué tenía una naturaleza exuberante, y ellos iban a pescar y a buscar frutos silvestres. Ese mismo recuerdo llena de nostalgia a Danilo Rojas, quien nació en San Antonio, “un pequeño pueblo polvoriento que entonces no tenía electricidad ni acueducto”. 

El papá de Rojas era negociante de caballos y, por eso, el magistrado creció montando y cuidando estos animales. El Presidente del Consejo de Estado también estudió en el colegio público del pueblo y allí lo recuerdan porque era de la orquesta, tocaba guitarra y cantaba boleros. 

Yesid Reyes no nació en Tolima, pero pasó su infancia allí y su familia es una de las más queridas de la región. Su papá, el inmolado presidente de la Corte Suprema, Alfonso Reyes Echandía, lo dejó de niño un tiempo en su casa de Chaparral con su mamá y sus dos hermanos mientras hacía en Italia una especialización en derecho. El Ministro era tan apegado a esa región que en el bachillerato, con su hermano y dos amigos, tomaba un bus todos los viernes para Ibagué y pasaba allí todo el fin de semana. “En una buena temporada del Deportes Tolima, jugaban tan bien, que cada miércoles íbamos solo a ver los partidos. Viajábamos a las dos de la tarde y nos devolvíamos después de que se acababa el juego”, cuenta. 

Chaparral, donde nació su papá, es el único pueblo que ha dado a Colombia tres presidentes: Darío Echandía, José María Melo y Manuel Murillo Toro. Echandía despachó desde su municipio durante dos semanas con todos los ministros y luego de terminar su paso interino por la Presidencia, entre octubre de 1943 y mayo de 1944, fue gobernador del Tolima. Muchos juristas importantes también nacieron allí como Antonio Rocha Alvira y, más recientemente, el exfiscal Alfonso Gómez Méndez. 

Los cuatro lamentan la violencia que vivió el Tolima entre las décadas de los 50 y 70. Danilo Rojas cuenta, por ejemplo, que la guerrilla se tomó San Antonio varias veces y que por cuenta de eso no pudo volver. Lo mismo ocurrió a la familia de Montealegre, que también por la violencia tuvo que resignarse a renunciar a la finca cafetera que les había dado el sustento por décadas. Bustos recuerda que de pequeño le impresionaba ver pasar los buses abaleados frente a Ibagué por la cuadrilla de ‘Sangrenegra’, un bandolero que perseguía sin piedad a los conservadores del Departamento. 

Todos llegaron a Bogotá a estudiar derecho. Bustos llegó becado a la Universidad Libre, y Montealegre y Reyes al Externado. Danilo Rojas tiene una historia más particular, puesto que de los 12 estudiantes del colegio, solo él resultó apto para prestar el servicio militar. Pasó un año en Puente Aranda en un batallón levantándose a las cuatro de la mañana y aprendiendo todos los oficios de la milicia: lanzar granadas, disparar y manejar armas. Estudió Derecho también en la Libre, pero se quedó en la capital por una mujer: María Lolita Barrera, una bogotana de la cual se enamoró y con quien comparte su vida desde hace 33 años. Pero Gabriela, su hija de 16 años, es “la luz de sus ojos”. 

Los cuatro alcanzaron la cúpula de la Justicia después de una larga carrera en el derecho. Antes de llegar a la Corte, Rojas y Bustos trabajaron muchos años en la Rama Judicial. Montealegre había sido magistrado de la Corte Constitucional antes de ser fiscal y Yesid Reyes era un destacado profesor y litigante. Curiosamente, los tres últimos son penalistas. Todos han obtenido importantes reconocimientos en la vida pública y, obviamente, no les han faltado controversias.

Cuando se les pregunta por qué creen que la cúpula de la Justicia está en manos de tolimenses, cada uno ofrece su propia teoría. Porque allá no hay clase industrial y las personas se dedican a las humanidades, por la contemplación de la naturaleza o por la historia. El ministro Reyes cuenta la explicación que han dado en Chaparral desde hace siglos. En el municipio hay un pozo conocido como El Chocho y los tolimenses creían que quienes se bañaban ahí eran especialmente inteligentes. En una de las últimas entrevistas de su vida, preguntaron a Darío Echandía si había escuchado esa leyenda y respondió: “Puede ser verdad, pero ahí también se ha ahogado mucha gente”.

Credito
INFORME ESPECIAL SEMANA

Comentarios