Se dispara la ultraderecha

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El triunfo de Donald Trump empoderó no solo a los radicales de su país, sino que dio alas a las políticas de odio de los extremistas europeos. El mundo podría ver más victorias como la suya.

Por miedo, por puro desconcierto o por falta de alternativas, muchos han tratado de minimizar la victoria de Donald Trump con el argumento de que, una vez en el poder, este va a sentar cabeza y las cosas volverán a la normalidad. Comenzando por Obama, que tras reunirse con el magnate dijo que el cargo de presidente “lo despierta a uno”, pues pone a prueba las creencias que no coinciden con la realidad. “Una cosa es ser borracho, y otra cantinero”, resumió con humor el millonario mexicano Carlos Slim.

Aunque esa explicación sería razonable en cualquier otra campaña, las palabras de Obama y de Slim tienen más de wishful thinking que de realidad. Pues lo cierto es que Trump llegó al poder tras desatar todos los demonios sociales y económicos de su país, y es un hecho que tras su victoria la caja de Pandora está abierta.

Así lo denunciaron en una carta abierta cientos de profesores de ciencias políticas de unas 200 universidades, en la que concluyen que “la Presidencia de Trump representa una grave amenaza para la democracia estadounidense y también para el resto de los gobiernos democráticos”.

‘Heil Trump’

Según el informe anual del FBI sobre crímenes de odio, en 2015 los ataques de esa naturaleza aumentaron un seis por ciento con respecto al año anterior. Y esa estadística, que ya es de por sí alarmante, oculta una realidad aún más inquietante. Pues las principales víctimas de esos incidentes fueron los musulmanes, seguidos por los negros, los judíos y los latinos. Justamente, las comunidades que Trump más atacó durante su campaña.

Todo indica que esa tendencia continuará en 2016. Según el Southern Poverty Law Center, una ONG que vigila las agrupaciones racistas y de odio en Estados Unidos, tras el 8 de noviembre se han registrado 300 hechos de esa naturaleza. Entre ellos, varios grafitis con esvásticas y saludos nazis (“Heil Trump”) en iglesias frecuentadas por latinos y miembros de la comunidad Lgbti, amenazas de muerte contra las mujeres musulmanas que usan el hiyab, o ‘invitaciones’ a estudiantes negros para que se unan a redes sociales que amenazan con lincharlos. Y para hacer las cosas aún más inquietantes, las búsquedas sobre el Ku Klux Klan (KKK) se han disparado en las redes y sus miembros tienen previsto un desfile en Carolina del Norte para celebrar el resultado del 8 de noviembre.

En todos esos casos, los perpetradores han citado a Trump y a su discurso de odio. Y la razón es sencilla. Como dijo a Semana Eri Bertsou, especialista en movimientos populistas y de extrema derecha de la Universidad de Zúrich, “la retórica empleada durante la campaña legitimó los discursos racistas, misóginos y xenófobos, y es muy poco probable que en el corto plazo sea posible regresar a la política de siempre. Pues, lo cierto es que los votantes de Trump están esperando que este cumpla su palabra y se haga cargo de sus preocupaciones, sean estas legítimas o no”.

El presidente electo no ha dado señales de que vaya a cambiar luego de su victoria.

Más bien al contrario, como lo demostró el viernes al nombrar como fiscal general al senador Jeff Sessions, acusado de hacer comentarios racistas y de bromear sobre el KKK cuando fue fiscal federal de Alabama. O al poner a la cabeza de la CIA a Mike Pompeo, un congresista ultraconservador cercano al Tea Party, y al nombrar jefe de Estrategia de la Casa Blanca a Stephen Bannon, un supremacista blanco que ha promovido todo tipo de teorías conspirativas desde Breitbart News, un exitoso portal que fue clave en la campaña al promover noticias falsas.

¿Efecto dominó?

No solo la extrema derecha de Estados Unidos celebró la llegada de Donald Trump al poder. En Suecia, el grupo neonazi Movimiento de Resistencia Nórdica organizó el domingo pasado la mayor manifestación de su historia para marchar por Estocolmo y saludar la victoria del magnate. Y en Alemania, el director de la agencia de inteligencia del gobierno federal, Hans Georg Maassen, le dijo a la agencia Reuters que su país estaba muy alarmado por la escalada de la violencia extremista durante los últimos 12 meses.

“La extrema derecha está creando lazos a escala continental y se han detectado esfuerzos por hacerlo con grupos afines en Estados Unidos”, advirtió.

En efecto, desde los años noventa la extrema derecha ha ganado terreno en el Viejo Continente y hoy existen gobernantes cercanos a esa ideología, como Viktor Orban en Hungría, o a quienes las encuestas dan grandes posibilidades de llegar al poder en sus países, como el austriaco Norbert Hofer, quien ha citado a Trump como una de sus fuentes de inspiración. Sin embargo, el verdadero terremoto de la política europea está sucediendo en países con gran peso económico y demográfico, como Francia, Alemania, Holanda y Reino Unido, donde un movimiento populista similar al que marcó las elecciones estadounidenses desencadenó el brexit y tiene a los movimientos de extrema derecha cerca de entrar al gobierno, e incluso de presidir sus países.

No es pues de extrañar que los primeros en saludar la victoria del magnate hayan sido políticos de extrema derecha como Marine Le Pen, a quien los sondeos ponen en la segunda ronda de las elecciones presidenciales del año próximo, o Frauke Petry, cuyo partido Alternativa para Alemania tiene todo para entrar al Parlamento Federal en 2017. También, el holandés Geert Wilders, que podría ser primer ministro de su país dentro de cinco meses, o el británico Nigel Farage, quien lideró una campaña marcada por la violencia y las mentiras para sacar a su país de la Unión Europea. Y lo cierto es que su simpatía hacia el ganador de las elecciones de Estados Unidos tiene mucho de pragmatismo. Como dijo a Semana Paul Jackson, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Bath, “el propio Trump representa una ruptura que tanto desea la derecha populista. Por eso, los populistas europeos están tratando de recoger su discurso ‘antiestablishment’ para desarrollarlo y usarlo a su favor”.

El gran temor es, pues, que el discurso demagogo de Trump le confiera aún más fuerza a esa ola populista que, como en Estados Unidos, ha centrado su discurso de odio en las políticas nacionalistas y antiinmigración. Como dijo la propia Marine Le Pen: “Trump ha fundado un movimiento mundial”.

Credito
EL NUEVO DÍA

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