Un mal divorcio

¿Por qué todos pierden con la ruptura del exministro Juan Carlos Pinzón y el presidente Santos?

Para el presidente Juan Manuel Santos ha sido doloroso romper con Juan Carlos Pinzón. El jueves dijo en la emisora Blu Radio que “la política saca lo peor de la condición humana”, y en la entrevista que aparece en esta edición echa mano de una frase de Thomas Jefferson para decir que en el poder “se pierden amigos todos los días y aparecen traidores día de por medio”. Ambas afirmaciones reflejan el dolor que siente el primer mandatario por el distanciamiento con uno de sus más cercanos discípulos y aliados, hasta ahora, y más consentidos por él. Pinzón hizo su carrera a la sombra de Santos: este lo llevó a la Fundación Buen Gobierno, al Ministerio de Hacienda, al Ministerio de Defensa, a la Secretaría General de la Presidencia y a la embajada en Washington. No es exagerado decir que Pinzón, hasta hace poco, encabezaba la lista de personas de mayor confianza y respeto del presidente.

El divorcio no llegó de repente. Lo provocó una sumatoria de tuits, declaraciones y malos entendidos. Ninguno, por sí solo, habría sido suficiente para producir el rompimiento. El martes pasado, el día de la dejación de armas de las Farc, se rebosó la copa cuando Pinzón expresó su escepticismo con un término duro: pidió “transparencia”. Ante la bomba en el Centro Andino, días antes, había culpado a “la impunidad”, precisamente el discurso uribista contra el proceso de paz. También había dicho, en otra entrevista, que el acuerdo con las Farc había “quedado mal hecho”. Y a comienzos del año, en un foro del Club Concordia, había guardado silencio ante duras críticas que le hizo el expresidente Álvaro Uribe al gobierno. Todo esto, justo en los momentos en que dejaba la embajada ante la Casa Blanca.

El exembajador es otro de los que está deshojando margaritas para decidir si se lanza a la Presidencia. Ha realizado reuniones con congresistas de su partido, que han generado reacciones entre quienes consideran que La U debe buscar otras opciones: la candidatura de Roy Barreras, por ejemplo, o alianza con sectores asociados con la mano dura, como Cambio Radical y eventualmente el uribismo.

Pero, como es muy característico de su visión gerencial, más que manejo político Pinzón ha buscado asesoría profesional en materia de estrategia electoral. Como es de esperarse, los consejos que ha recibido van en la línea de evitar que lo vean como un títere de Santos, en parte por la impopularidad de su jefe y en parte porque necesita consolidarse como un líder autónomo. Y dada su cercanía con Santos y sus coincidencias con Uribe, ofrecer una visión de ‘visagra’ que podría acabar con la polarización podía ser un camino.

Esa visión crítica frente a aspectos del proceso de paz no es nueva y la ha esgrimido a lo largo de todos los cargos públicos que ha ejercido durante el gobierno. Como ministro de Defensa llegó a generar molestias en el equipo negociador de La Habana, manejadas con la teoría de que su discurso anti-Farc le correspondía institucionalmente como ministro de esa cartera y de que, además, ejercía presión sobre los representantes de la guerrilla. Es decir, que desempeñaba el papel del famoso policía malo que equilibraba a los policías buenos sentados a la mesa.

La realidad es que Pinzón sí cree todos los reparos que le ha hecho al proceso de paz y ha tenido la franqueza de dejarlo en evidencia. Lo que le ha faltado es sentido de la realidad política. No solo por subestimar la desilusión que producen sus palabras en su exjefe, el presidente Santos, sino por la enorme satisfacción que producen entre sus rivales de la oposición uribista.

La historia va más allá de una anécdota sobre un desengaño personal o un eslabón más de la larga historia de abrazos y odios usuales en la política. El tiempo dirá qué efecto tendrá el alejamiento de Pinzón sobre el juego que comienza en la campaña para las elecciones del año próximo. Por ahora, el exministro y exembajador no ha salido bien librado. A pesar de su buen desempeño en los cargos públicos que ha ocupado, aún carece de un nivel de reconocimiento aceptable. En la encuesta Invamer-Gallup publicada esta semana aparece con apenas un 14 por ciento de imagen favorable y un 22 desfavorable. Todavía está lejos de tener un peso en la opinión pública y sin la camiseta de hijo predilecto de Santos y de ser el ala dura del gobierno que hizo la paz, Pinzón queda por ahora sin partido, y con la única opción de buscar una candidatura por firmas.

El divorcio también agrava el panorama del Partido de La U. La colectividad no tiene una candidatura presidencial sólida ni competitiva, las divisiones son frecuentes y la pugnacidad reina. Algunos de sus líderes consideran incluso la alternativa de disolver el partido, para que la bancada de congresistas tenga libertad para concretar sus tentaciones de apoyar a Germán Vergas, de volver a la casa liberal o de migrar hacia el uribismo. Y no hay jefe con liderazgo para manejar un panorama tan crítico. Con el adiós de Pinzón, es casi seguro que La U no tendrá candidato en 2018. Es decir, salieron perdiendo todos: el exministro, la colectividad y el presidente, que se aleja de uno de sus mejores alfiles.

Credito
EL NUEVO DÍA

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