Los dueños del aviso

colprensa - el nuevo día
Las Farc decidirán el nombre de su partido político. El dilema es consolidar la identidad histórica o enviar un mensaje de cambio. No es un punto menor.

Las Farc tomarán decisiones pronto sobre su futuro político. Es decir, sobre la manera como consolidarán su transformación de guerrilla armada a partido legal. La lista de puntos por definir en el congreso de la próxima semana es larga y compleja, y hay uno que ha concentrado la atención: el nombre que adoptarán. Parece un asunto menor, pero no lo es.

El debate sobre el nombre del nuevo partido ha oscilado entre dos corrientes: la que quiere proyectar una imagen de renovación, y, en la otra, la que busca rescatar los elementos más significativos de su historia y su identidad. El dilema se concentra en la posibilidad de preservar la palabra Farc, con su historia y con la carga negativa de una organización ilegal que ha librado una guerra de 52 años que ha dejado miles de víctimas. Frente a las bases del movimiento, apelar a la tradición es importante para seguir en la coherencia. Pero hacia la opinión pública en general -cuyo apoyo buscarán en la brega política- lo importante es enviar señales de que el pasado y su violencia quedaron atrás.

El M-19 y el EPL en Colombia, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) en El Salvador, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (Fsln) y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (Urng) conservaron sus siglas en el tránsito hacia la vida civil. En el caso de las Farc, hace unos días Iván Márquez habló de modificar solo el significado de la A: en vez de fuerzas armadas, será fuerza alternativa. Quitar la alusión a las armas es la esencia de una guerrilla.

Las Farc seguramente optarán por “reforzar simpatías que ya existen, pues independientemente del nombre que elijan, difícilmente van a convertir a los partidarios de la orilla opuesta”, afirma Patricia Muñoz Yi, docente de marketing político de la Universidad Javeriana. Acercarse a los sectores donde ya tienen apoyo podría resultar más fácil que crear un partido con un nombre nuevo y sin una base territorial y poblacional previa.

Además, para los partidos es necesaria una alta y fácil recordación en la opinión pública, cosas que tiene el nombre Farc. En términos de marca, la gente lo asocia con su historia. Pero “no es lo mismo recordación (‘brand awareness’) que posicionamiento. Muchas marcas le apuntan a estar en el ‘top of mind’, pero lo que importa es el significado que se le asocia a esa recordación”, según el publicista Francisco Samper.

El jefe de las Farc, Timoleón Jiménez, desarrolló la semana pasada una curiosa encuesta por medio de Twitter para preguntar a sus seguidores qué nombre preferían. Más de 10.000 personas participaron. Y aunque los sondeos virtuales no son representativos, es elocuente que el nombre Nueva Colombia superó por 11 puntos a Farc-EP. Esperanza del Pueblo obtuvo 23 por ciento y de último quedó Nuevo Partido, con 16 por ciento. El ejercicio deja entrever que muchos consideran que las Farc deben apuntarle a mostrar una nueva cara.

El nuevo partido deberá enfrentarse a múltiples factores adversos en términos de imagen. Aunque el desarme les ayudó, la popularidad de las Farc es muy baja. Están en la mira de la oposición al proceso de paz -que triunfó con el No y se volverá a esgrimir en las elecciones del año que viene-, y el autoritarismo desafiante de Nicolás Maduro en Venezuela le está cerrando espacios a las opciones de izquierda en la opinión pública colombiana.

Las Farc deben acertar en la elección de su nombre si quieren tener éxito en la política, pero tendrán que hacer mucho más que eso. Requerirán de una buena fórmula de marketing y acciones reales para borrar las connotaciones negativas que buena parte de la población tiene clavadas en el subconsciente.

Credito
EL NUEVO DÍA

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