El ‘boom marimbero’ que prendió la chispa de la guerra en norte del Cauca

Los municipios del norte del Cauca, como Caloto, Toribío y Corinto, se convirtieron de nuevo en un espacio de guerra, donde las víctimas van en aumento así como el miedo entre la población campesina e indígena.

Disidencias del Sexto Frente y ‘Los Pelusos’ siembran miedo y muerte en su lucha territorial en el norte del Cauca para acceder a las ganancias económicas del narcotráfico. Comunidades indígenas y autoridades, por su parte, pelean para contener los estragos que deja esta nueva guerra por la marihuana en esta zona del país.

Los municipios del norte del Cauca, como Caloto, Toribío y Corinto, se convirtieron de nuevo en un espacio de guerra, donde las víctimas van en aumento así como el miedo entre la población campesina e indígena.

Los últimos hechos violentos así lo establecen: el asesinato del gobernador del Resguardo de Huellas, Edwin Gregorio Dagua Ipia, y del líder campesino Gilberto Antonio Zuluaga, situaciones acaecidas a principios de este mes en Caloto y Corinto, luego que ambos denunciaran la presencia de grupos armados en sus zonas.

Pero hay más, a estos dos homicidios hay que sumarles los casos de la presidenta de la Junta de Acción Comunal de la vereda La Laguna de Toribío, Gladis Rivera Chapeños y de la trabajadora informal del transporte o ‘mototaxista’ caloteña Soledad Ramírez, mujeres que murieron tras ser atacadas con arma de fuego de largo alcance, luego de recibir amenazas.

Todas estas situaciones se suman a las estadísticas que se tienen de muertes violentas en estos municipios. Por el momento, se tiene que en Toribío van cinco homicidios en 2018; Caloto presenta la cifra de 26 muertes violentas; mientras que Corinto duplica esa cantidad, con 52 homicidios, según información entregada por la Policía y la Fiscalía. Hay otros registros de hechos delictivos en esta zona, como son los secuestros, los cuales ya alcanzan los 18 durante este año.

Narcotráfico y los grupos armados

La pregunta que surge, a raíz de los casos expuestos anteriormente junto con las cifras, es qué está pasando en estas localidades, donde sus poblaciones vivieron alrededor de cuatro años de completa calma, luego que las Farc salieran del escenario de la confrontación armada tras la firma de la paz.

La respuesta se empieza a construir sobre los relatos de las personas que habitan estos poblados, cuyas economías en parte se basan en la siembra, a gran escala, de marihuana, especialmente aquella genéticamente acondicionada, como es la creepy, cuyo valor en el mercado ilegal es mucho mayor, de ahí el afán de los narcotraficantes de obtener el mayor número de cosechas durante el año. También hay cultivos de coca.

“Acá en esta zona del norte usted encuentra gente del Valle, de Nariño, de Tolima, del Caquetá, de Meta, de Antioquia, entonces entre las conversaciones con ellos, uno les pregunta qué están haciendo por acá y la respuesta es sencilla, que vienen a invertir, a pesar de que no dicen más, uno ya sabe que vienen a sembrar marihuana o incentivar a la comunidad para que lo haga. Entonces ahora lo que se vive es un boom de esta actividad, y detrás de esto, están los grupos armados”, comenta un líder social de Caloto al dar una razón a lo que se está viviendo en su municipio, no sin antes dejar claro que no quiere que su identidad sea revelada.

Por eso, y para tener un control en estas áreas, los grupos armados ejercen violencia, ya sea ejecutando homicidios de líderes comunitarios o de personas que consideran peligrosas para sus propósitos, como el caso de la mototaxista Soledad Ramírez. La razón es sencilla, quien domine estos municipios, tiene acceso a las ganancias económicas de los cultivos de uso ilícito así como de las rutas por donde sale el alucinógeno, las cuales van desde este punto hasta las capitales de Valle del Cauca, Tolima, incluso el Huila, en su tránsito hacia el exterior.

A raíz de la salida del Sexto Frente, facción de las Farc que dominó los municipios del norte y oriente del Cauca, a la zona llegaron, o se reacomodaron en algunos casos, organizaciones armadas que protagonizan ahora esa disputa por ese ‘boom marimbero’, responsable en buena parte de esa ola de violencia.

Estos son las disidencias de la antigua guerrilla de las Farc, al mando de alias ‘Barbas’ y bautizadas ahora como Columna Dagoberto Ramos. Paso seguido están ‘Los Pelusos’, una facción armada del Ejército Popular de Liberación, EPL, que no se acogió al proceso de paz en los años noventa y que llegaron, a mediados del 2017, a esta zona del Cauca desde Norte de Santander.

Para evitar que este fenómeno afecte la convivencia en esta zona, donde están asentados gran parte de resguardos y cabildos indígenas, los gobernadores nativos, a través de la guardia, adelantan un ejercicio de autoridad en estos espacios, así como una lucha constante para que el narcotráfico no trastoque sus costumbres, lo que ellos llaman “la no desarmonización del territorio”.

“En Toribío, la guardia ejerce un control estricto para decirle a los grupos armados, cualquiera que sea, salgan del territorio, labor que se ejecuta solamente con la autoridad que la comunidad da a esta organización y con las únicas armas que se tienen que son la palabra y el bastón de mando, ejercicio que se realiza en la parte alta de la cordillera, donde estamos nosotros, donde no queremos la descomposición de nuestras costumbres”, manifiesta un líder nativo, al tiempo que recalca que las autoridades indígenas nunca suplen al Estado ni asumen sus tareas de enfrentar el tema de los cultivos de uso ilícito.

Aspecto similar sucede en la zona rural de Caldono, como lo expone la capitana del resguardo La Aguada, Omaira Cunda, en relación con la audiencia comunitaria que adelantaron, a principios de diciembre, contra siete personas tras ser sorprendidas transportando alrededor de dos toneladas de marihuana por esta zona del departamento. Luego el cargamento fue destruido por los propios comuneros.

“Observamos que los jóvenes de los dos colegios que hay dentro del resguardo tenían un comportamiento contrario a nuestra cosmovisión, cayendo además en el consumo de esas sustancias, generando una alteración en la convivencia, entonces corregimos esa situación, aplicándoles el remedio determinado por la comunidad, a la par con esto, sorprendimos a siete personas, tres de Nariño, una del Ecuador, transportando un cargamento de marihuana, entonces procedimos a capturarlas y a decomisarles los vehículos”, expone la líder nativa al relatar que estas personas luego recibieron el remedio que decidió la comunidad, el cual consistió entre 10, 8 y 5 fuetazos, según la gravedad o desarmonía que hicieron en la comunidad.

“ESTAMOS EN LA ZONA”: POLICÍA

Para el comandante de la Policía en el Cauca, coronel Fabio Rojas, el narcotráfico está generando una pugna entre organizaciones delictivas, las cuales pretenden copar veredas y corregimientos de estos municipios en su afán de obtener provecho económico de esta actividad, disparando la cifra de homicidios, como en el caso de Corinto.

“En esta zona, tenemos dos fenómenos delictivos claros, uno relacionado con el confort criminal y la otra la llegada de un grupo delictivo a la región, que es un grupo autodenominado como ‘Los Pelusos’, comando por alias ‘W’. En relación con los primeros, tenemos que son los antiguos guerrilleros del Sexto Frente, que no se acogieron al proceso de paz, los que entraron a formar lo que llaman Columna Móvil Dagoberto Ramos, comandada por alias ‘Barbas’, mando medio que quiere dar un tinte político a esta organización que en realidad es una banda dedicada al narcotráfico y al secuestro”, manifiesta el coronel Fabio Rojas.

Para el oficial, ‘Los Pelusos’ están delinquiendo en los municipios de Miranda y Corinto, mientras que las disidencias están en las localidades de Jambaló, Toribío, Caloto, Silvia, Inzá. Ambos, ahora, están en guerra, quieren dominar esta zona, amenazan a todos aquellos que se opongan a esta confrontación o que no tomen bando. Los primeros se pelean zona con la gente de ‘Barbas’.

“Tenemos la dificultad a la hora de acceder a algunos resguardos, porque respetamos sus derechos, pero para suplir esto, hemos ubicado, en el caso dado en Caloto, seis puntos de control, integrados por policías y soldados, alrededor de estas áreas nativas para reforzar precisamente esa lucha contra estos grupos armados y bloquear las rutas del narcotráfico, con buenos resultados, ya este año hemos incautado 17 mil kilogramos de marihuana en operativos adelantados en estos municipios. También, para evitar la conducción de secuestrados, pero ya esto en relación con la zona que comprende el municipio de Toribío”, agrega el coronel Fabio Rojas.

Consultado sobre el tema de la muerte del gobernador indígena Edwin Gregorio Dagua Ipia, el comandante de la Policía argumenta que el hecho se dio a interior de ese resguardo. “Atendimos la denuncia de este ciudadano tras las amenazas que recibió, trasladando el caso a la UNP, la cual asignó un escolta, entonces para el momento de los hechos, a ese funcionario no se le permitió el acceso a esta comunidad, porque el mismo gobernador así lo determinó, que él iba a permanecer en su zona, que no necesitaba el escolta, dándose lastimosamente su muerte”, acota el oficial.

Tras el asesinato Edwin Gregorio Dagua Ipia, las comunidades nativas del Resguardo Huella declararon que no permitirán la presencia de narcotraficantes, menos gente armada que se lucran de esta actividad, de ahí que el lunes siguiente a la muerte del gobernador nativo, la guardia indígena paró un camión, repleto de marihuana, cerca al casco urbano de Toribío.

“ Si con las Farc peleamos 40 años, ahora no van venir ‘narcos’ de Caquetá, Valle o Bogotá a ‘braviarnos’, ni a matarnos, la muerte del compañero no va quedar como un hecho más, ni tampoco van a venir a desordenar el territorio, por eso el lunes siguiente paramos ese camión, bajamos el cargamento y lo quemamos (...) y esos pocos que quieren continuar la guerra también, con discursos de guerrilleros, saben que tienen que irse, porque no vamos vivir con más muertes, ni guerras”, agrega el líder nativo de Toribío.

Ahora, tanto las comunidades de esta zona del departamento, como las mismas autoridades nativas y estatales, luchan para no dejarse arrebatar esa paz que trajo el fin de la guerra combatiendo de frente estos fenómenos delictivos porque los lugareños solo quieren una cosa: vivir en paz.

Credito
COLPRENSA

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