Cuando el dolor se convierte en placer

El libro ’50 Sombras de Gray’, el más vendido durante gran parte de 2012, volcó de nuevo los ojos al tema del sadismo, el masoquismo, el bondage, la dominación y la sumisión. ¿Qué son? ¿son un peligro? ¿son perversos quienes las practican? La “ama” Diana aceptó contarle a este medio de comunicación parte de su historia y sus prácticas en este mundo de placer alternativo.

Amsterdam, 2005. Diana no era aún ni ama ni esclava de nadie, pero sentía curiosidad por conocer el mundo del Bdsm (Bondage, Disciplina y Dominación, Sumisión y Sadismo y Masoquismo). El Bdsm es un conjunto de prácticas y aficiones sexuales alternativas. El viaje a la conocida ‘Ciudad del pecado’, dice ella, fue un verdadero descubrimiento.

Ese año terminaba su maestría en Berlín y se encontraba en la capital de Holanda para despedirse de uno de sus compañeros de clase. Por las calles de Amsterdam no hay nada oculto y la oferta de sexo está en todas partes, más aún en la ‘Zona Roja’, pero no había visitado nada hasta que su amigo y la pareja de este la invitaron al Wasteland Party: un evento que combina fetichismo y música alrededor del mundo.


Disfraces, látigos, collares, máscaras y el cuero llamaron su atención no solo por la estética, sino por aquello que había detrás de este concepto.     


“Antes pensaba como los demás, que era muy extraño y oscuro todo este mundo. No es así, solo es diferente, depende del placer que cada uno sienta. Es como al que le gusta el café en vez del té. Es cuestión de gustos, de saber qué te da placer y qué no”.

Diana descubrió que su placer radicaba en ser ama y dominadora, pero eso fue después de explorar y probar con cada una de las cuatro definiciones del Bdsm.

Los primeros pasos
Diana practicó su primera sesión de bondage con su pareja de toda la vida, luego de buscar en la web la manera de hacerlo y lo que significaba. “El Bondage –técnica japonesa para atar-, es una denominación aplicada a los nudos eróticos ejecutados sobre una persona ya sea vestida o desnuda”, explica el sexólogo Javier Sánchez. Es decir, amarrar a una persona para dominarla e inmovilizarla. Los nudos se pueden realizar sobre una parte del cuerpo o sobre la totalidad de este.

Diana comenzó por atar las manos de su pareja. “Se puede ver en muchas ocasiones el uso de cintas, telas, cadenas, esposas y cualquier otra cosa que pueda servir para inmovilizar”, continúa Sánchez.


La pareja de Diana estuvo de acuerdo con practicar una sesión, pero no le inspiró placer. Así las cosas y no contenta con la vida erótica tradicional que llevaba, la relación pronto languideció hasta extinguirse. “Esa noche en Amsterdam vi en la fiesta a una ama con su esclavo, lo paseaba con una cadena como si fuera una mascota. Yo misma me vi ahí y sentí placer al pensarme en ese rol”.


“Hay diferentes clases de placer, pero en general, es una sensación positiva, que nos hace sentir eufóricos y felices”, comenta Sánchez. En una discusión con su pareja, esta le gritó a Diana que estaba enferma y necesitaba ayuda. “Alcancé a sentirme un poco mal, pero investigué y descubrí que soy una persona común y corriente, con gustos que se salen de la normalidad. Todo lo que yo practico es consensuado. Y si ambos estamos de acuerdo, no hay nada de malo en ello”.


Existen diversas tesis al respecto. El sicólogo Javier Sánchez explica que el Bdsm ya no es considerada una actividad perversa por la sicología. “Una parafilia es un impulso sexual incontrolable de una persona que solo puede excitarse por medios poco convencionales, pero no hay necesariamente un consenso. Cuando existe el consenso se entiende que son dos personas adultas haciendo algo que les gusta y que no afecta otros aspectos de su vida”.


“No me la paso pensando en eso. Simplemente es algo que me gusta”, explica Diana. Como en esta ciudad, dice, no hay espacios donde se pueda conocer el mundo del Bdsm fuera de la alcoba de cada individuo, viajó a Bogotá.


Descubriendo el Bdsm
“En la sesión de bondage hay que revisar primero que las cuerdas estén bien. La sesión puede variar. Se puede hacer de escape, para que la persona se pueda soltar o solo para limitar los movimientos. La sesión busca estimular diferentes partes del cuerpo incluso la mente: con ruidos, con sonidos. Se pueden tapar los ojos. Se puede hacer una sesión de asfixia… puede ser hasta una auto sesión de bondage donde se hace el shibari, nudo muy conocido en Japón. Las chicas que lo saben hacer se lo ponen debajo de las prendas, se van a trabajar y eso les genera placer al caminar”, cuenta Lady Juliana Duque, muy conocida en Bogotá por su nombre artístico, Ladyzunga. El tiempo máximo que una parte del cuerpo puede permanecer bajo amarre es de dos horas y media, porque la sangre necesita oxigenarse.

Lady es DJ y performista, practica el bondage y da charlas y talleres en universidades. Se interesó por el Bdsm desde los 7 años, sin saber nada del tema. Hasta los 22 años lo practicó a escondidas en su cuarto y durante algún tiempo lo ocultó a sus parejas. Ahora señala que quien la quiera debe “seguirle la corriente”.


Pero, ¿no es peligroso?

“¿Qué no implica peligro? Hay personas que en las relaciones tradicionales jamás han conocido un orgasmo. La idea es que todo sea consensuado y se dice una palabra, “rojo”, por ejemplo, para parar cuando la persona ya no esté cómoda”. Puede que en una sesión de asfixia, por ejemplo, una persona se emocione demasiado y alguien muera, como sucedió con el actor David Carradine. Si eso pasa en Colombia, la ley lo tipifica como un homicidio.

Lady manifiesta que en el Bdsm hay normas de seguridad, consenso e higiene, justamente para que no se presente ningún problema y solo haya placer de por medio. Trabaja con varias sumisas y esclavas al tiempo en las sesiones privadas o de enseñanza, en universidades, calabozos y en eventos. En Bogotá existe un lugar llamado ‘Mazmorra de Ama Claudia’ y allí van amos y esclavos, dominatrix y sumisos tanto experimentados como aprendices. Está también otro club en Chapinero solo para hombres y el requisito es ir acompañado de alguien que practique la sesión.  

Ir a una sesión de Bdsm no es algo extraño. No son dos robots o un contrato de pagar y recibir. Según Lady se pueden involucrar sentimientos, si hay chispa, o se puede encontrar a una persona en un foro, contactar una cita, conocerse, compartir gustos y luego practicar una sesión si quieren. Incluso, no siempre hay una relación sexual de por medio. La gente puede incluso querer ser solo un perchero humano o un puesto para los pies si ese es el rol que produce placer. Y luego de la sesión la vida cotidiana sigue.

Para que una relación, por ejemplo, de dominación y sumisión no vulnere ningún derecho sexual, es importante que “sea libre, que ambos tengan la capacidad de tomar decisiones autónomas, que exista respeto y comunicación”, puntualiza Sánchez.


“Si hay golpes o morados, yo le recomiendo a mi sumiso que los cubra con maquillaje y siempre lo golpeo en lugares que no sean visibles. Es parte de nuestro acuerdo”, comenta Diana.  


Ladyzunga señala que no es posible generalizar ni establecer una tipología de las personas que practican el Bdsm. Claudia asegura que su sumiso, por ejemplo, es un hombre de mediana edad, presidente de una entidad importante en el Departamento y divorciado. Lleva una doble vida porque debe esconder ante su familia sus gustos sexuales. Pero no es así siempre y este caso es solo una historia más. No hay límite de profesión o estrato social.


Diana comenzó con el bondage y aún lo aplica, porque hace parte de sus sesiones como ama. Por supuesto, a su sumiso, que es diferente a esclavo, le producen placer los golpes que recibe de Diana. El sadismo y el masoquismo (según Ladyzunga está mal escribir o decir “sadomasoquismo” ya que no son términos complementarios ni opuestos) han hecho parte de la sexualidad humana desde tiempos inmemoriales, pero salieron a la luz gracias al Marqués de Sade y al escritor Leopold von Sacher-Masoch, en el siglo XIX. La connotación del sadismo, especialmente, fue muy negativa, ya que no implicaba consenso entre el sádico y la persona humillada. El término Bdsm apareció en 1991 y se le relacionó con la comunidad homosexual y masculina en los años cincuenta, mientras que en los ochenta, incluyó a la comunidad en general.


“Ahora con ese libro, ‘50 Sombras de Gray’, el Bdsm se ha puesto muy de moda. Lo que narran ahí es una parte, una forma de practicarlo, ya que se puede hacer de muchas maneras y de muchas formas. Es liberarse en la esclavitud, la dominación y el fetiche”, puntualiza Diana, mientras prepara su traje y la improvisada mazmorra que es su apartamento, para su próxima sesión de Bdsm.

Credito
BELKYS P. ESTEBAN

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