La monja tolimense que se les paró a los ‘paras’ en San Onofre

TOMADA DE INTERNET - EL NUEVO DÍA
Una de las candidatas por el premio Mujer Cafam 2014, en este caso de Sucre, es una tolimense que tuvo el valor de no permitir que los paramilitares permearan sus obras sociales.

“Una mañana, como a las 9:00, llegó ‘El Oso’ a la Fundación. No tenía un arma visible. Presumo que la tenía oculta entre las medias. Ellos no andaban desarmados. Vino a ofrecernos unas boletas para las fiestas del pueblo a cambio de darme un porcentaje”.

Sin inmutarse, la hermana María de los Ángeles Murcia narra el estremecedor episodio sentada en una mecedora desde donde veía la lluvia estrellarse contra la grama que rodea el caserón del Hogar de los Abuelitos San José, que fundó y dirige desde hace 25 años. En ese lapso ha cuidado a unos 320 ancianos. Hoy acoge a 40.

A sus 77 años de edad rememora con una increíble lucidez aquel extraño encuentro sostenido, hace ya varios años, con uno de los cabecillas paramilitares más temibles de San Onofre. Su nombre de pila: Marco Tulio Pérez Guzmán.

‘El oso’

Sobre él pesan varias condenas. Entre ellas está una de 2012, cuando el Juzgado Único Penal del Circuito Especializado de Sincelejo lo sentenció a 18 años y cinco meses de prisión por el asesinato de dos personas, y otra de 2013, a 13 años, por extorsión. Pero está cobijado por la Ley de Justicia y Paz.

Es decir, en la práctica solo pagaría ocho años por todos sus delitos. Pero el año pasado un fiscal pidió su exclusión del beneficio por faltar a la verdad en los casos relacionados con violencia sexual. Está recluido en la cárcel Modelo de Barranquilla.

El rotundo no al ‘Oso’

“Con nosotros no se metieron; lo intentaron, sí. Por ejemplo, esa vez que estaban preparando las fiestas del pueblo que son en junio. Yo estaba en mi pieza, cuando vi que pasó alguien por el frente, dio la vuelta y regresó. Yo lo conocía de nombre, pero jamás lo había visto. Se paró en mi puerta”.

--¡Buenos días!--, me saludó.

--¡Buenos días!--, le respondí y me paré a recibirlo.

--Quiero hablar unas palabritas con usted--.

--Ah, muy bien. A sus órdenes. ¿Usted cómo se llama?--.

--Yo soy el Oso--

--¡Ay, qué miedo! Yo le tengo mucho miedo al oso--, le respondí haciéndome la desentendida.

--Tranquila que soy un oso mansito--, se rió.

--¿Ah, sí?--

--Yo soy el oso polar--.

También me eché a reír y le dije: --¿Qué se le ofrece?--

--Vamos a sentarnos--, afirmó, se entró a mi pieza y se sentó.

--Mire, yo vine a hablar con usted porque ya sabe que estamos preparando las fiestas del pueblo. Vamos a hacer una rifa (la hermana no recuerda de qué) y vengo a que nos colabore.

--Ay, no, yo no puedo--.

--¿Por qué no, hermana?--

--No puedo, porque fíjese ¿qué diría la gente? Que estoy colaborando con ustedes--

--¿Por qué, si es una obra buena?--

--Sí, pero de todos modos la gente vería muy mal que yo trabajara con ustedes. Es una obra buena, pero ustedes hacen tantas obras malas, cometen tantos crímenes, tantas cosas por las que, de verdad, yo no puedo aceptar--.

“Entonces me propuso otra cosa, que para ayudar a una niña muy pobre que necesitaba una prótesis, y también le dije que no, que me parecía muy bien que hicieran esa obra de caridad, pero que no podía”.

---Bueno, ya volveré por aquí--, contestó.

--Cuando quiera--, le respondí, y se marchó.

El niño travieso...

“Posteriormente, un domingo en la mañana que íbamos a misa, siempre lo hacemos, dejamos el carrito (Suzuki rojo) frente a la parroquia. Había un peladito como de seis años inquieto, se nos metió varias veces al vehículo. Parecía tener problemas mentales. Me lo llevé hacia la iglesia y lo senté a mi lado para que nos dejara oír la misa”.

Recuerda ella que esa noche, alrededor de las 8:00, otro paramilitar se presentó en el Hogar precisamente con aquel niño que tendría entre siete y ocho años.

“Se paró en la puerta y me dijo: --Yo vengo de parte del Patrón a decirle que reciba a este niño por esta noche, porque está por la calle y es un peligro. Por la mañana venimos a recogerlo--”.

--Le dije: --Ay, yo no lo puedo tener aquí. Esta es una casa de ancianos. El niño es muy travieso. ¡Qué tal que se meta con los viejitos y de pronto pase algo, o que con lo travieso que es se vaya a la represa y se ahogue, ¿qué hago yo?. No puedo tener niños aquí--.

--Es orden del Patrón--

--Dígale al Patrón que lo siento mucho, pero no puedo colaborarle. Ustedes pueden llevarlo a la Policía o a otra parte--.

--Entonces lo dejo aquí y ya vengo por él--

---No, lléveselo de una vez--. “Total, se fue”.

El Patrón al que se refería era el hoy desaparecido Rodrigo Mercado Peluffo, alias Cadena, que comandaba el frente Golfo de Morrosquillo del Bloque Montes de María de las AUC, que en 2005 se desmovilizó.

Lo que nunca imaginó la hermana María de los Ángeles es lo que sus ojos verían después o creyó ver...

“Al día siguiente, por la otra calle del frente de aquí, ellos pasaron en una camioneta. Llevaban unos muertos. Llevaban dos cadáveres en la camioneta y me dio la impresión, porque me pareció ver unos piececitos, que era el niñito. Después se supo que encontraron un niño en una fosa común. No puedo asegurar que haya sido él”, dijo como tratando de conjurar aquel doloroso recuerdo.

Cuenta que la dantesca escena de la camioneta llevando cadáveres era frecuente.

“Yo me asustaba y encomendaba las cosas a Dios. Qué mas podíamos hacer. No podíamos hacer nada, ni preguntar”, remató con su acento paisa.

Nuestra heroína

La valerosa religiosa rotagonista de esta historia, que contrario a muchos políticos solamente armada con su fe se atrevió decirles no, no y no a los ‘paras’ cuando intentaron involucrarla en su causa para la época en que eran dueños y señores del golfo de Morrosquillo y buena parte del departamento, es, con sobrados méritos, la mujer que por Sucre compitió por el título nacional Mujer Cafam.

De Cecilia Murcia a María de los Ángeles

 La vida de María de los Ángeles ha dado muchos giros. Nació un 29 de septiembre en Líbano, Tolima. La bautizaron con el nombre de Cecilia Murcia Peralta.

Apenas contaba 10 años de edad cuando falleció su madre, Ángela, y desde entonces se puso al frente de los quehaceres del hogar y de sus dos hermanos más chicos sin abandonar el colegio; mientras tanto su padre, don Ascencio, se ganaba la vida atendiendo su tienda de ropas para niños. Era la tercera de cinco hermanos. El mayor falleció hace poco.

A los 17 años ingresó a la Congregación de Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, fundada por santa María Bernarda Bütler. El postulantado lo hizo en Cartagena, donde duró tres años. Cursó estudios en la Pontificia Universidad Bolivariana de Medellín, y obtuvo el título de Licenciada en Filosofía y Letras. Fue enviada a España. Concretamente a Osorno, en la provincia de Palencia. Recuerda que la lluvia y el cielo oscuro que la recibieron la hicieron llorar.

Allí, ella y otra hermana que la acompañaba abrieron un colegio, pero antes tuvieron que pasar el humillante trato que les dio el Secretario de Educación, un español que describe como “prepotente” y a quien finalmente lograron convencer de permitirles impartir educación a los españoles pobres de esa zona norte del país. Mucho tiempo después abrieron otro colegio en el sur de España, en Benalup de Sidonia, en Cádiz. 

El regreso a Colombia

En el país ibérico permaneció cerca de 16 años. En 1976, retornó a Colombia, específicamente asignada a San Onofre. Allí, el 1 de febrero, asumió la rectoría del Colegio Santa Clara, que en ese entonces contaba con unas 200 alumnas que solo cursaban hasta básica secundaria. Lentamente, el colegio creció en número de alumnos, ahora mixto, y obtuvo la aprobación del bachillerato académico. Entregó su primera promoción en 1979.

También impulsó la construcción de la Escuela Rural Las Palmas, en el corregimiento Pita Abajo, en Tolú. Después, vino su proyecto bandera: la Fundación Hogar de los Abuelitos San José.

Esta idea nació luego de conocer el estado lamentable en las que vivían, y muchas veces morían, los ancianos abandonados de San Onofre. Todo comenzó con el caso del Cojo Gómez, un anciano que vivía en unas condiciones infrahumanas y padecía de una gangrena en estado avanzado.

Con ayuda de varias alumnas del colegio, lavaron su casa, limpiaron sus heridas y trataron de cuidarlo, pero tuvo que ser trasladado a Sincelejo. Fue intervenido quirúrgicamente para amputarle la pierna, sin la cual sobrevivió solo algunos días, bajo el cuidado de la hermana María de lo Ángeles.

En 1982, en presencia de monseñor Héctor Jaramillo Duque, en ese entonces obispo de Sincelejo, la hermana convocó a varias personas para dar figura legal a la Fundación Hogar de los Abuelitos San José.

Consiguió la donación de una hectárea y media, y en ese terreno comenzó a construir el sueño de tener un espacio dedicado a brindar atención y cuidados a los ancianos pobres, abandonados, enfermos y desprotegidos de San Onofre, así como de otras localidades. El 19 de marzo de 1988 abrió sus puertas para atender, inicialmente, a ocho.

También participó en la fundación del Colegio Técnico Agropecuario, una alternativa para formar a los jóvenes de la región.

(Para obtener mayor precisión de algunas fechas, nombres de sitios y otros datos se contó con información suministrada por la Oficina de Prensa de Cafam). 

Credito
EL MERIDIANO DE SUCRE

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