China, a punto de ser la mayor economía del mundo

AFP - EL NUEVO DÍA
Según los últimos cálculos hechos por el Programa de Comparación Internacional (ICP), auspiciado por el Banco Mundial, China está a punto de superar a EE.UU. como la mayor economía del mundo este año, desplazando a EE.UU. de un puesto que ha mantenido desde 1872.

Esto sucede varios años antes de lo previsto por todas las estimaciones y refleja cuán importante ya es la economía china para el resto del mundo.

Desde la crisis financiera, China ha contribuido aproximadamente el 25 por ciento del crecimiento global y, aunque se está desacelerando, esa contribución probablemente seguirá aumentando, debido al gran tamaño que ha alcanzado su economía.

Probablemente la noticia será recibida con regocijo por parte del Presidente Xi Jinping, quien colocará el título de “mayor economía del mundo” en la vitrina de trofeos dedicada a su campaña para el “gran rejuvenecimiento de la nación china”.

Pero mientras China como país podrá muy pronto ocupar el primer lugar, el nivel de vida del ciudadano chino promedio es muy inferior al nivel de vida de muchos otros países en desarrollo, sin mencionar a los países occidentales.

Antes de los últimos cálculos, la economía china se ubicaba en el puesto 93 en cuanto a paridad de poder adquisitivo (PPA) per cápita, según el Fondo Monetario Internacional. Eso ubica a China por delante de Turkmenistán y Albania, pero bien atrás de Libia, Azerbaiyán y Suriname.

Lo cual significa que en promedio 1.3 mil millones de habitantes chinos probablemente no alcanzarán el nivel de vida occidental por muchas décadas.

Los últimos cálculos del ICP se basan en la paridad del poder adquisitivo, la cual intenta ajustar el tamaño de una economía basándose en la suposición de que los precios de los bienes y servicios no comercializables (como un corte de pelo) son mucho menores en los países más pobres.

El primer problema es cómo se valora el bien o servicio más allá del precio que se paga por él.

Una persona puede cortarse el pelo por una miseria en Beijing, pero probablemente no obtendrá la misma satisfacción o el mismo valor percibido por su corte rapado en dos minutos que una persona que paga US$100 en Nueva York o, incluso, en una peluquería cara en Beijing.

De la misma forma, un consumidor puede comprar un tostador o reproductor de DVD barato en Beijing, pero si quiere uno que dure más de un par de meses, pagará mucho más que su contraparte en Occidente, donde las leyes de protección al consumidor son mucho más robustas.

Otro gran problema en el caso de China es la calidad de los datos subyacentes.

En un país tan vasto, controlado por un reservado gobierno autoritario que a veces manipula los datos con fines políticos, medir el verdadero tamaño de la economía es muy difícil.

Según algunos cálculos, la economía china podría ser al menos 20 por ciento mayor que lo que muestran las cifras oficiales, gracias a la gran cantidad de “ingresos no declarados” ilegales e incontables, como los que provienen de los actos de corrupción.

Agreguémosle a eso una gran y floreciente industria sexual, numerosos vendedores callejeros ilegales y otros sectores de servicios que no se cuentan en las estadísticas oficiales y es muy probable que la economía china haya superado a la economía estadounidense hace ya varios años.

Por otra parte, los funcionarios del gobierno local a menudo exageran las cifras de crecimiento para mejorar sus posibilidades de ascenso, distorsionando de este modo los datos en el sentido contrario.

La pregunta de cuándo exactamente China superará a EE.UU. en cuanto a la PPA es menos controversial cuando se reconoce que esto seguramente sucederá, incluso tomando en cuenta el tipo de cambio real, dentro de los próximos cinco o diez años.

Probablemente la principal cuestión es la calidad del crecimiento y el impacto real que tiene en la vida de las personas ordinarias.

Antes de la crisis financiera, el crecimiento de China dependía extraordinariamente de la inversión, pero en los últimos cinco años, la inversión como proporción del PIB ha subido casi 10 puntos porcentuales y ahora representa aproximadamente la mitad del PIB total.

La mayor parte de esa inversión se financia con créditos y se invierte en infraestructura, especialmente en la infraestructura relacionada con los bienes raíces, que ahora representa aproximadamente el 16 por ciento del PIB.

Además de ser insostenible, el crecimiento de este tipo también tiene un valor limitado si no se traduce en un mayor consumo y mejores niveles de vida en algún momento en el futuro.

En las últimas tres décadas, los niveles de vida promedio en China se han incrementado claramente para la mayor parte de las personas, pero los beneficios son disparejos.

Hoy en día, la desigualdad en este país nominalmente socialista es mucho peor que en EE.UU., el epítome de un país capitalista.

Uno de los resultados más notables del rápido crecimiento económico en China durante las últimas tres décadas ha sido el deterioro de la calidad de vida a causa de los impactantes niveles de contaminación del agua, aire y suelo.

Muchos chinos, incluyendo al Presidente Xi, aún prefieren mandar a sus hijos a estudiar a Occidente y, si cuentan con esa opción, aún prefieren ser ciudadanos comunes en países ricos que ciudadanos ricos en un gran país pobre como China.

Hace medio siglo atrás, era fácil detectar un racista en EE.UU. Hombres engreídos como el fallecido George Wallace, quien orgullosamente se irguió en el capitolio de su estado y proclamó: “Segregación ahora, segregación mañana, y segregación por siempre”.

Pero las cosas han cambiado. Wallace, exgobernador de Alabama, murió en 1998 después de disculparse por mencionar semejantes tonterías, y en nuestros tiempos políticamente correctos, todos excepto los más primitivos saben expresar su odio diplomáticamente en público.

Los racistas de hoy día suelen dar rienda suelta a sus ideas solamente tras puertas cerradas – y eso es lo que ha hecho que los últimos días sean tan intrigantes desde la perspectiva de la historia racial de EEUU. Uno de los hombres blancos más ricos del país aprendió una dura lección esta semana – que incluso las expresiones privadas de racismo conllevan riesgos sustanciales en nuestro mundo con conexiones de alta tecnología.

Se llama Donald Sterling, el octogenario propietario de Los Ángeles Clippers de la NBA. Entre los más grandes fanáticos de los deportes de EE.UU., Sterling se ha ganado una reputación como bufón. Desde que compró el club en 1981, éste ha acumulado el porcentaje ganador más bajo de cualquier equipo en cualquier deporte profesional de gran magnitud en EE.UU., según el sitio web Grantland.

Su historial comercial ha sido a duras penas mejor. En 2009, acordó pagar US$2.7 millones para resolver una demanda del Departamento de Justicia de EE.UU. acusándolo de tratar de impedir que afroamericanos, latinos y familias con niños alquilaran apartamentos en varios edificios de su propiedad en el área de Los Ángeles.

Pero el alma oscura de Sterling sólo se convirtió en asunto de interés nacional la semana pasada. Fue entonces que TMZ, un sitio de chismes en línea, publicó la grabación de una conversación telefónica en la que Sterling le dijo a una amiga – quien dijo en la llamada ser de origen mexicano y afroamericano – que no llevara a negros a los juegos de los Clippers.

Su razonamiento debe ser familiar para cualquiera que haya escuchado alguna vez la vieja exégesis de Malcolm X acerca de los esclavos de la casa y los esclavos del campo. Sonando como el prototípico dueño de una plantación del sur estadounidense, Sterling le recordó a su amiga de piel morena que cuando ella lo acompañara en su casa – o sea, se sentara en la primera fila de la cancha – debía mantenerse a distancia de quienes trabajan la tierra.

“Me molesta mucho que desees . . . difundir que estás en compañía de negros”, le dijo a la mujer, conocida con el nombre V Stiviano. “Puedes dormir con ellos, puedes traerlos, puedes hacer lo que quieras. Lo poco que te pido es que no lo anuncies a gritos”.

La conversación se reveló cuando los playoffs de la NBA estaban empezando, y dio lugar a especulaciones de un boicot potencialmente costoso por parte de los jugadores de la liga, en su mayoría afroamericanos. Adam Silver, el comisionado de la NBA, actuó rápidamente para evitar una rebelión potencial, expulsando a Sterling del deporte para siempre, imponiéndole una multa de US$2.5 millones y comprometiéndose a hacer todo lo posible para forzar la venta de los Clippers.

La ironía de la repentina caída de Sterling es que este hombre retrógrado fue humillado por la tecnología. Hubiera podido continuar yendo a los partidos de los Clippers – quienes llegaron a los playoffs este año – si no hubiera sido tan fácil para alguien grabar sus comentarios y difundirlos en el mundo entero a través del Internet.

Los comentarios despectivos de casi cualquier tipo son una droga en Internet – motivo de agitación para los tuiteros. Sólo hay que compartirlos y se regarán como la pólvora (y para ser justos con Sterling, hay que señalar que no se sabe quien publicó sus comentarios privados – o por qué).

Las cosas han llegado al punto en que todos deberíamos probablemente pensarlo dos veces antes de hablar a espaldas de nadie. Aún con lo mal que le va a Sterling, podría haber sido peor. Él sólo va a perder un equipo de baloncesto. El pobre Mitt Romney pudo muy bien haber perdido la elección presidencial de 2012, cuando decidió hacer un comentario a puertas cerradas – pero delante de algún dispositivo de grabación – acerca del 47 por ciento de la población de EE.UU. que no paga impuestos federales y que es incapaz de lavar su propia ropa (o algo así).

Lo bueno de las personas como Sterling y Wallace es que sabíamos con certeza sus puntos de vista. Su progenie racista tal vez sea más difícil de identificar.

Credito
FINANCIAL TIMES

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