El diálogo vuelve a La Habana entre dudas e ilusiones

Colprensa - EL NUEVO DÍA
Los delegados del Estado y los representantes de las Farc no se han sentado a la mesa después de las elecciones presidenciales. El resultado de estas, la certeza de que Juan Manuel Santos estará cuatro años más en el poder y la alta votación alcanzada por la campaña que más criticó el proceso, han creado una nueva realidad política que ninguna de las partes puede desconocer.

Esta segunda fase en La Habana, durante la cual deberán resolver los últimos dos de los cinco puntos de la agenda pactada, tiene tres novedades de importancia: la no existencia de una ‘fecha fatal’ electoral, el anuncio de que las víctimas irán a presentar sus propuestas e inquietudes y el trabajo paralelo entre la mesa tradicional y la comisión que investigará orígenes, causas, desarrollo y expresiones violentas del conflicto.

Pero lo más importante es que las partes se volverán a sentar habiendo recibido una especie de plebiscito nacional, dado que la reelección de Santos fue concretada por la unión de fuerzas y corrientes políticas en torno a una sola palabra: Paz. Por eso, ahora saben con mayor certeza que ninguno de ellos puede ser inferior al momento histórico que les han asegurado los colombianos en las urnas.

Ese marco ha renovado las expectativas entre los negociadores del Gobierno. Fuentes cercanas al equipo de plenipotenciarios, con las que Colprensa habló sobre el futuro del proceso, aseguran que hay una inquietud mucho mayor de la acostumbrada sobre qué actitud encontrarán de parte de su contraparte guerrillera, cuando regresen en los próximos días a La Habana.

Incluso, en algunos de los delegados del Gobierno sigue rondando la pregunta que escucharon de un jefe de las Farc en una de sus últimas charlas en las mesa de Cuba: “¿Qué nos garantiza que Juan Manuel Santos no nos dejará solos en este proceso luego de que haya asegurado la reelección?”.

Si bien hay certeza del compromiso del Presidente en la continuidad de los diálogos, la inquietud es significativa, pues al tiempo que muestra un interés real del grupo subversivo por continuar seriamente en la mesa, resulta absolutamente contraria al parecer de la mayoría de colombianos, quienes tienen temor de que las Farc sientan, después de las elecciones, más libertad para dilatar los tiempos de las conversaciones y elevar el nivel de sus exigencias.

La paz territorial

Al tiempo que el desarrollo de los diálogos empiece a despejar esas dudas, el Gobierno le apuntará a otro objetivo que considera vital: aterrizar en las regiones los acuerdos que se han perfeccionado en La Habana.

Es importante recordar que el proceso de paz fue planteado para desarrollarse en tres fases: la primera, exploratoria y secreta, que terminó en la firma de la agenda de los cinco puntos; la segunda, de las conversaciones que se adelantan en Cuba, en la que ya hay acuerdos sobre el 60 por ciento de la agenda, y la tercera, de implementación de esos acuerdos en el país, luego de que lo firmado sea aprobado en votación popular, cuyo desarrollo se estima en un lapso de cinco a diez años.

Será en esa tercera fase en la que realmente se construya algo que podamos llamar Paz. Deberá hacerse convirtiendo los acuerdos que firmen las partes en proyectos productivos, reformas legales, participaciones ciudadanas, retornos de poblaciones. Y tendrá que ocupar escenarios en todos los departamentos.

A eso es a lo que el alto comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, llama “la paz territorial”, pero se trata, justamente, de un desarrollo en que el Gobierno ha mostrado debilidad, pues las dificultades que tuvo que afrontar el presidente Santos en su campaña de reelección le mostraron que en muchas partes del país el proceso con las Farc no se entiende, no se le conoce o genera grandes temores.

Así que, además de seguir con el plan de diálogo en Cuba, los negociadores del Gobierno piensan abrirse más a los colombianos, en comparación con el sigilo extremo que han procurado mantener, atendiendo preguntas de la prensa, asistiendo a foros regionales y, en general, visitando las zonas en las que será vital que el proceso para el fin del conflicto se entienda y se acepte, de manera que luego sea posible desarrollar allí iniciativas de paz.

La seguridad, otro dolor de cabeza

Otro frente en el que tendrá que lidiar el Gobierno es en el de seguridad, cuyos índices se están deteriorando, en especial por el aumento de los ataques contra la infraestructura energética y que le entregan los principales argumentos de ataque a la oposición de derecha.

En ese sentido hay tres preocupaciones por resolver. La primera de ellas es qué hacer con el ELN. Parece decidido que si se abre un diálogo con ese grupo no se le integrará a la misma mesa en que están las Farc, pero sí es claro que al iniciarlo ese grupo deberá aceptar las condiciones y los avances logrados con la otra guerrilla.

Entre tanto, las Fuerzas Militares tendrán que extremar su trabajo para controlar la escalada desatada por los ‘elenos’, urgidos de mostrar presencia y fortaleza, especialmente en el nororiente del país.

La segunda preocupación tiene que ver con cómo manejar la opinión ciudadana, cada vez más inconforme con que las Farc sigan produciendo actos violentos, al tiempo que se afirma que nunca se ha estado tan cerca de un acuerdo negociado con ellas.

El Gobierno no cambiará su posición de que el diálogo debe hacerse en medio del conflicto y sin un cese bilateral de hostilidades. Pero sabe que no puede aflojar el control de esos actos bélicos, pues quizá la mayor amenaza al propio proceso de diálogo lo constituya una eventual acción violenta, cuya magnitud haga inviable políticamente que el proceso continúe.

Finalmente, habrá que darles mayores fortaleza y celeridad a los programas de reinserción a la vida civil de quienes dejan las armas. Los negociadores del Gobierno ya han dicho que la principal preocupación en un eventual posconflicto es el predecible aumento de la violencia por parte de bandas criminales y de otras organizaciones ilegales, como las del narcotráfico, todas ellas buscando ocupar los espacios delictivos que dejen los guerrilleros desmovilizados.

Con ese panorama en el futuro, la reinserción de miles de efectivos de las Farc y/o del ELN tiene que funcionar en muy corto tiempo, pues de lo contrario esos exsubversivos encontrarían caminos abiertos para volverse a enrolar en actividades violentas, bajo otras denominaciones.

La hora de las víctimas

Por encima de estos asuntos, lo más importante que tendrá el diálogo de La Habana desde hoy y hasta el final, será la llegada de las víctimas a pedir explicaciones y a hacer propuestas.

El pasado 7 de junio el país fue testigo de un comunicado conjunto entre la guerrilla de las Farc y el Gobierno, en el que expusieron los 10 puntos que regirán esa discusión. Uno de los temas que tocaron fue la realización de foros en las regiones, para analizar la posición de las víctimas en el presente del país y cómo creen que debe ser su futuro. Estos escenarios en Colombia, que se reflejarán en La Habana, son liderados por la Universidad Nacional junto con la Organización de Naciones Unidas (ONU).

El pasado fin de semana se llevó a cabo la primera versión de estos espacios, en Villavicencio. Allí víctimas de Cundinamarca, Meta, Casanare, Vaupés, Guainía, Vichada y Amazonas expresaron su confianza con los diálogos y la necesidad de atacar la raíz del conflicto armado.

Para Alejo Vargas, director del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz, de la Universidad Nacional, Colombia “no está en ceros” a la hora de abordar el tema. “Hay un avance muy importante, pero también vacíos grandes; primero, porque este conflicto se dice que es de 50 años, algunos dicen que es de más atrás, pero la Ley de Víctimas solo toma desde 1985; eso no lo tiene resuelto nadie, de eso se tendrá que ocupar la mesa”.

Fabrizio Hochschild, coordinador residente y humanitario de la ONU en Colombia, destacó que en los espacios se espera conocer las versiones reales de las ideas de las víctimas frente a su reparación y su papel en el posconflicto, “desde su dolor, desde su capacidad de respuesta, pueden mostrar el camino de la reconciliación y transformarse en agentes de cambios para la sociedad en su conjunto” señaló.

Entre los puntos en común de las discusiones en las mesas de trabajo, se hizo hincapié en buscar la verdadera garantía de no repetición, las personas han insistido que necesitan saber que “mientras se hable de víctimas no se van a producir más víctimas”, por eso también dicen que sí es necesario el cese al fuego por parte de los grupos armados, ya que muchos denunciaron que sus territorios siguen teniendo la presencia de grupos paramilitares.

Junto a esas preocupaciones de seguridad, el orden de prioridades para las víctimas es: cómo realizar proyectos productivos y sostenibles en el campo, y lograr equidad social, para tener acceso a empleos dignos y educación de calidad, también con mayor énfasis en el campo.

Escuchar la verdad, es otra de las peticiones constantes. Para Alejo Vargas, el punto anunciado por Gobierno y las Farc sobre el esclarecimiento histórico contribuirá a que la reparación sea un hecho.

En días pasados el general Luis Mendieta, exsecuestrado de las Farc, resaltó el tema en un encuentro con víctimas de ese grupo: “No hay paz sin verdad, exigimos la verdad sobre los miles de colombianos secuestrados y desaparecidos, para poder elaborar nuestros duelos personales y que Colombia realice su duelo colectivo. La paz no significa olvido de nuestros muertos y desaparecidos, este proceso se hace honrando su memoria”.

Para los líderes de víctimas y distintas organizaciones que las reúnen, es claro que esta población será el eje central del posconflicto, por ello esperan que las propuestas que reúnen sean llevadas con la misma precisión a La Habana. “Las víctimas se consideran el centro del proceso; en el pasado se acudía a la figura de amnistías o de borrón y cuenta nueva y las víctimas no eran tenidas en consideración, hoy deben ser importantes en los procesos de reparación y reconciliación, por eso las víctimas jugarán un papel extraordinario”, concluye el profesor Vargas.

Muchas de estas inquietudes, las de las víctimas y las antes reseñadas, empezarán a despejarse en este próximo ciclo de diálogo en Cuba. Desde ya los delegados del Gobierno tienen una lección aprendida, que esperan también haya motivado la reflexión de los voceros de las Farc y que fue puesta en palabras por una fuente aledaña a la mesa de La Habana: “Ahora no puede continuarse como si nada hubiera pasado. Lo agrio y disputado que estuvo el debate electoral, tiene que provocar cambios y darle velocidad al proceso”.

Credito
COLPRENSA

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