Las mujeres sostienen los Montes de María

COLPRENSA - EL NUEVO DÍA
En los Montes de María distintas mujeres se han organizado en su comunidad para liderar procesos que buscan la reparación y la reconciliación. Desde sus organizaciones hablan del perdón y de las necesidades que aún tienen las habitantes de esta región.

Los Montes de María es quizá la región que más ha sufrido la guerra por parte de los distintos actores armados en el país. En sus territorios, las personas han visto masacres, desapariciones y violaciones etc. Por eso pensar en paz, reconciliación y perdón se ha convertido en un reto para los habitantes de estos 15 municipios.

Sin embargo, pese al dolor se han organizado como líderes en procesos comunitarios y desde sus entornos han buscado la manera de buscar la verdad de su conflicto. El días pasados en el tercer encuentro regional organizado por la Red Prodepaz en Sincelejo, el alto comisionado para la paz, Sergio Jaramillo, reconoció el poder “organizativo” de la región y afirmó que el fin del conflicto servirá para potencializar estas fundaciones.

Las protagonistas de estas organizaciones son mujeres, en su mayoría, quienes trabajan para que las comunidades en las que resistieron o a las que retornaron se vuelvan escenarios de reconciliación y emprendimiento.

“Es muy sabroso vivir en paz”

Carmen Ordóñez es líder de la Asociación Municipal de Mujeres de Zambrano (Asomuza), el doce de junio del año 2000 su hermano desapareció, este hecho desencadenó una serie de tragedias familiares pues a los pocos meses su mamá, de la “tristeza” falleció. Por esta situación violenta, Carmen también envió a su hijo a Barranquilla y allí fue encarcelado, según ella, porque las autoridades lo señalaron equivocadamente de estar en grupos al margen de la ley.

“La guerra es horrible cuando uno no sabe lo que es eso, cuando despareció mi hermano yo tenía que agarrar un bote y me iba al río a buscarlo, allí conseguí gente sin cabeza, mujeres con niños amarrados, fue muy doloroso” narra Carmen.

Desde Asomuza, esta líder ayuda a que otras mujeres, que como ella vivieron la guerra, puedan reencontrar un proyecto de vida “es muy sabroso vivir en paz, anteriormente vivíamos felices contentas, hoy en día no podemos decir eso”, dice la habitante de Zambrano.

Pese al dolor y a tener que recordar a diario la pérdida de su hermano, de quién siempre pregunta “¿dónde lo echaron? ¿por qué?” Carmen cree en el proceso de paz, y dice que todo debe partir de la respuesta a estas preguntas y de encontrar una verdad de su tragedia.

“Yo no los perdonaría, pero sí los ignoraría, como si no existieran , no quiero venganza porque todo se lo pongo a Dios”, dice la mujer, que en el Tercer Encuentro Regional por la Paz, en Sincelejo, presentó un performance en donde varias habitantes del municipio caminaban con un velo y pedían por sus seres queridos.

Para Carmen en el proceso de paz, pasó lo mismo que cuando en el montaje se quitaron el velo, demuestra que se rompió el miedo. Pese a que este diálogo les da una esperanza confiesa que la comunidad teme por el regreso de los paramilitares que podrían salir de la cárcel, “son unos verdugos no es justo que esa ley tan ‘amañada’ los favorezca a ellos”, concluye la líder.

“Ese es el pedazo que le falta a mi vida”

Adelma Rosa Pacheco es una de las madres comunitarias líder de Tolú Viejo, que cree que la paz empieza en los hogares donde se pueden promover los espacios de reconciliación. Su vida dio un giro cuando a su esposo lo asesinaron los paramilitares y ella quedó sola con tres niños.

“Fue el conflicto que viví, el que hoy en día me dio la pauta para convertirme en una lideresa. Cuando yo vivía con mi esposo era una mujer dedicada a los oficios de la casa, sumisa al hogar y dependía de las condiciones económicas de mi pareja, cuando matan a mi esposo me cambió la vida”, afirma Adelma.

Gracias a eso dice que sacó las fuerzas para luchar por ese “montón” de mujeres a las que se les trunca el proyecto de vida. Ella trabajó duro y logró que sus hijos ahora salgan adelante, su hija trabaja en la Fundación Montes de María como trabajadora social, su hijo estudia Ingeniería y el menor estudiará Psicología.

Hoy en día no gana nada por su trabajo como líder, ella coordina las ayudas para las distintas mujeres y hace grupos para que las víctimas denuncien su dolor. Señala que la reparación no tiene precio y al igual que sus demás compañeras dice que la verdad es una constante preocupación.

“Ese es el único pedazo que le falta a mi vida saber a ciencia cierta ¿quién fue? ¿quién dio la orden?”, afirma. Hoy en día si puede hablar de perdón porque ya tiene un proceso sin embargo esto no lo pueden decir todas las mujeres que aún no se han atrevido a hablar ni a denunciar.

“Bordar va sanando heridas”

Juana Alicia Ruiz es la lider de Mujeres Tejiendo Sueños y Sabores de Paz en esta organización, trabajan una técnica de tejido en tela con historias reales donde cada persona plasma lo que más le dolió del hecho victimizante. “Bordar va sanando heridas”, dice.

La abusaron a los seis y 19 años y se quedó callada, porque no sabía como iba a reaccionar, fue víctima del desplazamiento en Mampujan y cuando vio que otras niñas también habían sido abusadas comenzó a ser líder y a sacar lo que siempre se había guardado.

“Hay tantas verdades, que para nosotros la que es, es la importante para que la justicia florezca y hayan buenos resultados”.

Sobre las problemáticas que viven las distintas mujeres, que a través de este arte han expresado su dolor, narra que después de un conflicto vienen los problemas económicos, las diferencias en el hogar y la inclinación de los hijos por el microtráfico y el pandillismo, todo esto lo sufren las madres que han sufrido la guerra.

“Cuando a una mujer le rompen su proyecto de vida, lo hace DE nuevO”

Dunia Fajardo, es coordinadora en el departamento de Bolívar de la Ruta Pacífica por las Mujeres, desde allí trabaja con mujeres victimas promocionado la agenda de paz, y su incorporación a la política pública de Bolívar.

Ella dice que es víctima de todo lo que han sufrido las mujeres de los Montes de María porque así lo siente cada vez que conoce sus historias. En esta región las mujeres viven diversas violencias, entre ellas la económica, y el poco acceso a la tierra “porque era del marido y a la hora de reclamar ellas no reúnen los requisitos”, afirma Dunia.

Añade que la sociedad está aún militarizada, en donde los hombres procuran utilizar la fuerza y muchas mujeres han aceptado eso como algo natural. Por eso cuando habla del perdón dice que las mujeres necesitan sentir que el victimario reconoce los hechos y está ajusticiado.

“La violencia sexual no es la única no aparece como la mayor porque no existen denuncias(...) aquí ha habido la dificultad del silencio que han tenido algunas mujeres que sufriron la guerra y no fueron reconocidas por los victimarios, que eso hace que la mujer se sienta revicitimizada”, agrega la líder.

Desde la Ruta Pacífica por la Mujeres reconoce que muchos violentos jamás reconocieron las violaciones contra las mujeres pero cuando uno ve que ellas manifiestan lo mucho que han sufrido se dan cuenta que es necesario que ellas lo manifiesten ya que son las que permanecen más en el territorio.

“Son las que sufren las violencias cotidianas, cuando a una mujer le rompen su proyecto de vida lo hace nuevamente”, señala.

“Las mujeres fueron concebidas como botines de guerra”

La Fundación Narrar para Vivir, nació en el año 2000 a raíz de las reuniones del programa Familias en Acción que impulsa el Gobierno Nacional. Es una red de mujeres víctimas que trabaja temas como la recuperación de tierras y delitos sexuales motivando la denuncia.

En voz de Beatriz Suárez , facilitadora del Carmen de Bolívar y de Eleida Leyva de San Juan de Nepomuceno, las problemáticas que siguen afrontando las mujeres de la región que no se han atrevido a declarar los actos de violencia sexual en el conflicto armado, es la búsqueda de la verdad y el factor económico.

“Las mujeres fueron concebidas como botines de guerra las obligaban a a que les plancharan les lavaran las obligaban a todo. Fueron mujeres sufridas las prohibieron de su libertad y tenían miedo” dice Eleida líder de la organización.

Narrar para Vivir está integrada por 840 mujeres, a las que se les ayuda con los trámites insititucionales para las respectivas denuncias ya que muchas mujeres son chantajeadas con la venta de formularios y de turnos. La Fundación respalda a las víctimas y como ya han ganado reconocimiento apoyan para que no les pongan “trabas”.

La mayoría de las facilitadoras son víctimas del desplazamiento forzado, ellas dicen que se “cargan” mucho con las historias de las mujeres de la región, advierten que una vez vieron a una mujer que recibió su reparación y recordó la manera como la violaron y entró en shock, a Eleida quien la estaba apoyando, le tocó recibir atención psicológica por el impacto.

La mayor satisfacción de estas mujeres que siguen trabajando pese a que perdieron su sede en 2011 debido a un atentado, es que por su trabajo las personas han denunciado y se han atrevido a contar su tragedia a otras, también se han convertido en líderes.

“El perdón tiene su tiempo, mucha preparación, es encontrarse con la persona que te marcó la vida, el dolor más grande es que a muchas les toca convivir con las mismas personas que les hicieron daño”, Señala Beatriz.

“Las que más piensan en el positivismo son las que no han sido violadas,ellas no conciben que ese tipos anden por ahí como si nada y ellas con su daño que nada lo subsana”, agrega Eleida.

Las facilitadoras de Narrar para Vivir se han convertido en ejemplo para la región, ya que muchas de ellas que también son amas de casa se han comprometido con la reparación de sus vecinas y amigas sin importar los obstáculos.

Credito
COLPRENSA

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