“Los ‘paras’ nos mataban por ser homosexuales”

VerdadAbierta.com - el nuevo día
Los paramilitares de Arnubio Triana Mahecha, alias ‘Botalón’, asesinaron a cuatro jóvenes por su orientación sexual y obligaron al resto a desplazarse. VerdadAbierta.com habló con sus familiares y con el único sobreviviente de este exterminio que aún vive en el pueblo.

Todos en Puerto Boyacá conocen a ‘Papuchina’, una joven que se declara abiertamente "marica" y no teme expresar su identidad femenina en un pueblo donde hace unos años asesinaron a todos sus amigos por ser homosexuales. “Yo vivo de milagro, a mí me intentaron matar tres veces y para salvarme tuve que salir de este pueblo”, dijo.

‘Papuchina’ nació en Puerto Boyacá en la década de los 80 y creció viendo cómo Henry Pérez creó el primer grupo paramilitar de Colombia en su pueblo. Desde muy pequeña sabía que no le gustaban las mujeres y a sus 14 años comenzó a salir con un grupo de cinco jóvenes que eran abiertamente homosexuales.

Por la misma época llegó a Puerto Boyacá Arnubio Triana Mahecha, más conocido como ‘Botalón’, a dirigir un grupo paramilitar que asesinó a cientos de pobladores y arrojó sus cuerpos al río Magdalena. “Vivir en Puerto Boyacá no era fácil para ningún niño y menos si era gay. Muchos nacieron, pero pocos se criaron”, recordó la víctima.

Los sábados en la mañana este grupo de amigos se juntaba para bañarse en el río y en las noches se sentaban a hablar en la plaza del pueblo como lo hacían los demás jóvenes. Los domingos en la noche no faltaban nunca al Discocentro, un local donde pagaban 500 pesos por una noche de fiesta.  

“Estas personas fueron pioneras, vanguardistas para el momento, pues en los años de auge paramilitar algunas fueron travestis abiertamente. No eran activistas Lgtbi, pero si estaban reclamando un lugar en el pueblo”,  dijo Mauricio Albarracín, director de la ONG Colombia Diversa, quien conoce del caso.

Los paramilitares que rondaban el pueblo nunca vieron esto con buenos ojos. ‘Papuchina’ recuerda que en unas fiestas del pueblo salió a encontrarse con sus amigos y Juan Evangelista Cadena, un paramilitar conocido con el alias de ‘Germán’, la obligó a devolverse a su casa porque “estaba vestido como una mujer”. En ese entonces no se atrevía a usar maquillaje como lo hace hoy, porque sabía que esa podía ser su sentencia de muerte.

“Cuando estaban en la plaza hablando, solo a ellos los amenazaban con armas para que se metieran a la casa”, contó una de las vecinas. Los ‘paras’ repetían una y otra vez que ellos estaban vendiendo drogas, aunque todos sabían que no era cierto.

Una noche a mediados de 2001, cuando tenía 16 años, un grupo de paramilitares fue a buscarla a su casa. Su abuela le pidió que se escondiera en el tanque de agua. ‘Papuchina’ aguantó la respiración hasta que se fueron, pero su suerte no duró mucho.

Unos días después la encontraron y amenazándola con un revolver la llevaron a la entrada del pueblo, la ‘Y’ donde estaba el aviso que nombraba a Puerto Boyacá como la “capital antisubversiva de Colombia”. El paramilitar erró el tiro y en un descuido la joven se colgó de un bus y se escapó a Bogotá.

Mientras ‘Papuchina’ sobrevivía como una desplazado más en las montañas Cazucá, los paramilitares mataron y obligaron a desplazar al resto de sus amigos. El 13 de enero 2002 asesinaron a Jorge Armando Cabanzo Rodríguez, conocido por todo el pueblo como ‘Mamma Mia’, quien trabajaba en uno de los bares más populares de Puerto Boyacá.

“Todo el mundo me decía que a él lo iban a matar porque era gay, nunca me dijo si lo habían amenazado, pero él decía que no se iba porque no le debía nada a nadie”, recuerda su mamá Rosa Helena Rodríguez, quien hoy es una de las líderes de víctimas de pueblo. Al hermano de ‘Mamma Mia’ que tenía solo 13 años también lo amenazaron con matarlo si no se cortaba el pelo. Por miedo su madre lo envío a vivir a Bogotá.

Ese mismo año asesinaron también a Jairo Cortés, un joven que tenía 27 años que leía el tabaco. Sucedió una madrugada cuando Cortés estaba celebrando en un bar y un paramilitar se lo llevó con la promesa de conseguirle más trago. “Nunca más volvimos a saber de él, yo lo busqué por todos lados pero no dije nada, porque en ese entonces no se podía denunciar”, contó uno de los hermanos.

Diez años después la familia se enteró que a Javier lo llevaron a ‘Los Transmisores’, un predio a las afueras del pueblo donde los paramilitares mataban a sus víctimas antes de arrojarlas al río Magdalena.

En ese lugar también mataron a ‘La Vicky’, una menor de la comunidad Lgtbi de 14 años que estudiaba en el colegio Simón Bolívar. “Yo no estaba, pero los vecinos dicen que hasta muy lejos se escuchaban los gritos de ‘La Vicky’ mientras la torturaban, porque el cuerpo lo descuartizaron y después lo botaron al río”, recordó ‘Papuchina’. Según han dicho los desmovilizados, este crimen lo cometió un sanguinario paramilitar al que todos conocían con el alias de ‘El Enfermero’ y que no está postulado a la Ley de Justicia y Paz.

Los vecinos recuerdan también que mataron a Pablo, una travestí que ganó un concurso de belleza y que obligaron a desplazar a ‘Marcela’ y a ‘Napo’, quienes eran parte de esta población. “Los ‘paras’ nos mataban por ser homosexuales. Cuando regresé dos años después ya no quedaba ninguno de mis amigos, todos estaban muertos o eran desplazados”, recordó ‘Papuchina’.

Pero de nuevo la amenazaron. Meses después de su regreso, llegó a su casa uno de los jefes paramilitares del  grupo urbano llamado Heriberto Solano Rubio, más conocido por todos como ‘Mosca’, y empezó a disparar. “Me escondí debajo de una cama, pero salí porque le pegaron a mi abuela. Decían que me iban a matar por ser una marica boletosa”, recordó. Una vez más tuvo que salir hacia la capital.

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Desmovilizados de las Autodefensas de Puerto Boyacá, durante una audiencia de Justicia y Paz en la ciudad que volvieron "la capital antisubversiva de Colombia", en la que les pidieron perdón a sus víctimas. 

La mentira que persiste

Más de diez años después, ‘Papuchina’ decidió enfrentar a ‘Botalón’ y a once paramilitares bajo su mando que estuvieron en una audiencia pública en Puerto Boyacá. Mientras esperaba su turno para hablar, escuchó cómo los desmovilizados reconocían una y otra vez que habían descuartizado los cuerpos de sus víctimas y que los arrojaron a las aguas del río Magdalena.

Sin embargo, en su caso no pasó lo mismo. Aunque les recordó a alias ‘Mosca’ y a ‘Germán’ cada detalle de lo que había sucedido, ellos dijeron no acordarse de nada ante el fiscal y los magistrados de Justicia y Paz.

“Ustedes nos tenían rabia a los homosexuales y por eso me obligaron a salir del pueblo. Ya no se acuerda que me amenazó con que me iba a matar si yo denunciaba esto”, le recriminó la víctima a alias ‘Mosca’. El exparamilitar solo respondió, “yo no le tenía rabia por su género, ni por su forma de ser, a mí dijeron que ustedes vendían droga”.

En el auditorio, donde había más de cien personas, se escucharon voces de rechazo. “Mentiroso, ustedes no lo querían solo porque eran gais”, dijo una mujer. “Es verdad, ellos los odiaban”, murmuró un hombre.

Lo mismo ha sucedido en los demás casos, los exparamilitares se han negado a reconocer una motivación homofóbica detrás de los crímenes. “Cuando les pregunté la primera vez hace unos años me reconocieron en la cara que le dieron un tiro, que lo desmembraron y lo tiraron al río, pero no fueron capaces de decirme que todo pasó porque era gay”, dijo Rosa, la mamá de Jorge Cabanzo.

Para Mauricio Albarracín la negación ha sido un factor recurrente en estos casos, “es normal que lo nieguen y lo oculten con otra motivación, como que la víctima robaba o vendía droga, nunca porque eran homosexuales. Quieren lavar la motivación porque quieren cuidar su imagen política”.

Como no quedan claras las motivaciones, este tipo de delitos suelen quedar inscritos en los que se conoce como ‘limpieza social’.  “Al final no hay una investigación exhaustiva, sino que la Fiscalía reduce todo a un ajuste de cuentas o a temas de micro-tráfico”, agregó Albarracín.

El caso de Puerto Boyacá es uno de los pocos procesos de la justicia transicional en el que las víctimas de la comunidad Lgtbi han sido identificadas como un colectivo y el ente investigador aduce que las mataron por sus preferencias sexuales.

Una verdad sin voces 

Esto no solo ocurrió en Puerto Boyacá, se conoce también que los paramilitares del Bloque Montes de María obligaron a un grupo de homosexuales a tener peleas de boxeo para divertirse y uno que otro caso aislados de gais asesinados por hombres de Salvatore Mancuso en Córdoba. Sin embargo, no se sabe a ciencia cierta cuántas han sido las víctimas de la homofobia en medio del conflicto.

De acuerdo con Albarracín, esta información es difícil de encontrar porque las víctimas de estos delitos no son por lo general líderes de la comunidad Lgtbi y viven en zonas alejadas del país, donde no existen organizaciones defensoras de derechos humanos que incluyan a este tipo de población.

Por eso, muchos sienten aún temor de denunciar, “acá en Puerto Boyacá fueron muchas más las víctimas homosexuales, los muertos tenían parejas a las que también les hicieron daño, pero a ellos y a sus familias les da miedo denunciar”, contó Rosa Rodríguez.  

A esto se suma, según Albarracín,  que en algunas comunidades hay una cierta justificación a los crímenes cometidos por los paramilitares y que por ello no reclaman a las víctimas de la comunidad Lgtbi como propias.

Credito
VERDAD ABIERTA

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