Los volcanes Guacharacos y El Tabor en Ibagué

SUMINISTRADA - EL NUEVO DÍA
Los productos de las erupciones de los volcanes Guacharacos y El Tabor son flujos de lava y material piroclástico que, en conjunto, cubren un área de aproximadamente 200 hectáreas.

Los volcanes son estructuras geológicas a través de las cuales material fundido del interior de la tierra, denominado magma, sale a la superficie terrestre en forma líquida constituyendo los flujos de lava sólida, que da origen a la ceniza volcánica también conocida como piroclastos y gases en forma de vapor de agua y otros como azufre, cloro y flúor, principalmente.

Se distinguen dos tipos de volcanes:

Volcanes Poligenéticos o centrales formados por cámaras magmáticas que originan capas de flujos de lava y piroclastos durante numerosas erupciones a lo largo de miles de años.

Volcanes Monogenéticos que nacen y desarrollan una sola erupción que puede durar algunos años y se extinguen sin volver a tener actividad. En lugar de ocurrir otra erupción en este volcán, puede nacer un nuevo volcán en la misma región.

El vulcanismo en Colombia está asociado a la tectónica de placas y relacionado con el choque de la Placa de Nazca con la Placa Suramericana, proceso en el cual la primera, constituida por rocas densas y pesadas, se hunde bajo el continente suramericano fundiéndose y dando origen a los volcanes poligenéticos colombianos como el Cerro Bravo, el Nevado del Ruiz, el Nevado del Tolima, el cerro Machín, el Nevado del Huila, el Puracé, el Galeras, entre otros.

En el caso de los volcanes monogenéticos la actividad eruptiva está ligada a zonas de fractura y rompimiento de la corteza terrestre, conocidas como fallas geológicas, por donde el magma encuentra escape con facilidad formándose, por lo general, una zona conocida como “campo volcánico”, en donde se encuentra más de un volcán monogenético. En estos campos volcánicos se forman conos de material piroclástico y derrames o flujos de lava. Las erupciones asociadas a los volcanes monogenéticos son mucho menos frecuentes y de menor magnitud que las de los poligenéticos, por consiguiente más difíciles de observar y estudiar.

Al suroriente de la ciudad de Ibagué, por la Variante y en cercanías del puente sobre el río Combeima, se encuentra un volcán monogenético llamado “Guacharacos”, nombre proveniente de la quebrada afluente del río Combeima que irriga este sector del municipio de Ibagué, que pertenece a la vereda Cañadas Potrerito. Se identificaron dos flujos de lava: uno fluyó hacia el norte siguiendo el curso de la quebrada Guacharacos, cortado por la variante de Ibagué, el otro se dirige hacia el suroriente por el cauce de la quebrada Zanja Honda.

La panorámica del volcán Guacharacos y la flecha indica los afloramientos de lava en la Variante

Por la doble calzada Ibagué-Bogotá, 1 km al oriente de la intersección con la carretera Ibagué-Rovira, se encuentra otra estructura volcánica monogenética representada por un cono de piroclásticos en forma de media luna, con un cráter de unos 400 metros de diámetro, destruido hacia el oriente, para el cual se ha propuesto del nombre de volcán El Tabor.

Los productos de las erupciones de los volcanes Guacharacos y El Tabor son flujos de lava y material piroclástico que, en conjunto, cubren un área de aproximadamente 200 hectáreas.

Es importante señalar que los volcanes Guacharacos y El Tabor son más jóvenes y no tienen relación con la cadena volcánica Cerro Bravo – Cerro Machín, en donde también se encuentran los volcanes Nevado del Ruiz, Nevado Santa Isabel y Nevado del Tolima.

Como ya se explicó, a nivel mundial los volcanes monogenéticos conforman campos con numerosos volcanes que generalmente se alinean según estructuras tectónicas como fallas, que facilitan el ascenso de volúmenes pequeños de magma, generalmente muy fluido y por tanto sin poder explosivo importante.

La frecuencia de las erupciones es muy baja comparada con la de los volcanes poligenéticos.

La zona en donde se encuentran los volcanes Guacharacos y El Tabor está situada en la intersección de las fallas geológicas llamadas Rovira y Buenos Aires. La primera tiene dirección norte-sur, mientras que la segunda está orientada noroccidente-suroriente, interceptándose con la Falla de Ibagué.

Estas fallas con dirección noroccidente, como la de Buenos Aires, dividen el territorio colombiano en bloques con características geológicas diferenciables, cortan las tres cordilleras y con alguna frecuencia se extienden por los llanos orientales y la llanura amazónica.

Una de las características relevantes es que son fracturas profundas que facilitan el ascenso de magma hacia la superficie de la tierra.

De acuerdo con lo expuesto y la génesis del volcanismo monogenético es muy poco probable que se vuelva a presentar una erupción asociada a cualquiera de estas dos estructuras.

Lo que puede ocurrir es que se genere en la zona otro volcán similar, sin que se pueda decir con absoluta seguridad si esto ocurrirá y en qué tiempo puede suceder, recalcando que este tipo de fenómeno geológico es muy poco frecuente y muy espaciado en el tiempo.

En otras naciones y en diversas regiones del territorio colombiano existen volcanes similares destacándose, en nuestro país, la zona de San Agustín, La Plata, La Argentina, Oporapa, Isnos y Acevedo, municipios del sur del departamento del Huila, en donde se reconocen más de 40 pequeños volcanes monogenéticos, entre los que se destacan Merenberg, El Morro, El Pensil, Las Guacas, La Horqueta, Los Ídolos, La Pelota, La Palma.

En la vereda La Alsacia del municipio de Cajamarca se reporta la existencia de otro volcán de estas características, constituido por un cráter con flujo de lava asociado.

Los volcanes Guacharacos y El Tabor deben ser considerados como zonas de conservación y patrimonio geológico, para estudios e investigaciones que ayuden a entender su génesis y presencia, permitiendo turismo científico, cultural y ecológico.

Finalmente es importante reiterar que las investigaciones geológicas tienen como finalidad, entre otras muchas aplicaciones, aportar conocimiento sobre el territorio y su entorno, de manera que tengan utilidad en la planeación y ordenación, que llevan a establecer medidas de prevención y mitigación frente a fenómenos geológicos potencialmente peligrosos.

En ningún momento los estudios geológicos deben tomarse como noticias alarmantes que impidan el desarrollo de las regiones.

En la historia reciente de Colombia, así como en la de numerosos países incluidos los llamados desarrollados, son innumerables los ejemplos de desastres debidos a errores o decisiones equivocadas de planeación y desarrollo.

El llamado es, entonces, a que las autoridades y comunidad tengan en cuenta la información geológica en los planes y esquemas de ordenamiento territorial y en los programas de gestión del riesgo.

Credito
ALBERTO NÚÑEZ TELLO Y HERNANDO LOZANO QUIROGA. GEÓLOGOS

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